De amargas revelaciones

Narra Demian:

Fuego, un poco de luz. El fuego negro me lamía la piel. Mi brazo izquierdo había sido el causante de todo —no podía verlo, pero lo sentía, eran rugosos— algo nadaba dentro de él. Por supuesto. Éste brazo había tenido la oportunidad de estrangular el corazón de Elisa. No sabía lo que había pasado para llegar a ese punto, pero nunca había sido intención mía llegar a lastimarla de esa manera. Romper su corazón, literalmente. Había visto el fuego, el fuego blanco. Un ojo de dragón. Un gato negro, no, no era un gato; había sido una pantera negra, con una espada negra y un veneno rojo.

La espada de Goth.

Sumido en la negrura y el fuego, sabía que había hecho algo imperdonable. Que todo se había ido por la borda por más que luchara por controlarlo, pero los planes del enemigo habían sido llevados a cabo con éxito. Pues en realidad había sido uno de sus juegos favoritos; poner a los Exorcistas unos contra otros, deshacerse de grandes lazos de amistad y cariño por artilugios o
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