Capítulo dedicado a: Dani Muñoz, Martita de Quijada, Evy Pal, Shirley Mylena, Luz Negron, Fanny Santillan, Nicole Sanchéz, Estefani Arroyo, Janna Gúzman, y Ericka Ochoa, porque gracias a ustedes la emoción por seguir escribiendo sobre Dasha y Alek sigue en mí. Gracias infinitas por estar aquí desde el principio, por tomarse el tiempo de leer, comentar y darle una oportunidad a mis letras y, sobre todo, a mí como escritora. Han sido los primeros lectores del libro y creanme que es algo que aprecio demasiado. Ya tienen un lugar muy especial en mi corazón y les mando un fuerte abrazo desde Venezuela. Simplemente, ¡GRACIAS!
Dasha Petrov (Maratón 3/3) —¿Y a dónde fuiste de vacaciones, Dasha? —preguntó Sergei y lo miré confundida. Aún con comida en la boca, le pregunté: —¿Vacaciones? —Sí, vacaciones —replicó con voz queda. Dejó la hamburguesa que tenía entre sus manos en la pequeña mesa de la cafetería, tomó el refresco que tenía enfrente, le dió un sorbo y luego me miró esperando una respuesta de mi parte. —No entiendo de qué me hablas, Sergei —respondí aún más confundida. Imité su acto y dejé mi hamburguesa encima de la mesa, pues ya no podía seguir comiendo más. Como cosa rara, tenía ganas de devolver la comida y la sensación era cada vez más fuerte, por lo que intentando detenerla, le di un gran sorbo a la botella de agua que se encontraba junto a mí y limpié la comisura de mis labios al terminar. Ambos nos encontrábamos en la cafetería de la universidad almorzando, pues ninguno trajo comida y nos tocó quedarnos un poco más de la cuenta ya que a última hora nos confirmaron que sí tendría
Dasha Petrov Miré con detenimiento el exquisito plato que tenía frente a mí y luego a Alek, quién ya se encontraba degustando el suyo. Comencé a revolver el espagueti con el cubierto intentando relajarme y no ceder ante las ganas inmensas que sentía de devolver la comida. Nos encontrábamos almorzando en aquel lujoso restaurante al que Alek me había traído, pues según él tenía una sorpresa muy importante que darme y el lugar debía ser perfecto. —¿No te gusta la comida, ángel? —preguntó mirándome con detenimiento. —Sí, solo que está algo caliente —mentí. Era una excusa muy mala, pues la comida no estaba lo suficientemente caliente como para no poder comerla, pero al ser lo primero que se me ocurrió y salió de mis labios, decidí mantener la mentira. Pues no quería decir que en realidad lo que sentía era unas inmensas ganas de vomitar que no me las quitaba ni una jodida pastilla. Comer aquella hamburguesa en la universidad fue muy mala idea, definitivamente. Pero al parecer m
Alek Vólkov Las manos me sudaban peor que cualquier otra cosa, mis nervios estaban a mil por hora y Dasha solo me miraba con cara de sorpresa. Aunque no la culpo, pues no todos los días uno va por ahí pidiéndole matrimonio a la mujer de su vida. —Y-yo… —vaciló al responder y aunque no quise interrumpirla para que siguiera hablando, la sonrisa de mi rostro se borró de inmediato al ver como se levantaba de la silla con intención de querer irse. Bajé las manos y me levanté yo también al ver como comenzaba a llorar desconsoladamente, como si le hubiera dicho que alguien importante había muerto o algo parecido, por lo que sin entender nada, decidí acercarme a ella. Pero, para mí sorpresa, dió varios pasos lejos de mí y comenzó a alejarse, como si mi tacto le quemara. —¿Dasha qué te ocurre? —le pregunté confundido al notar cómo comenzó a respirar con dificultad y el llanto aumentaba cada vez más. Un jodido ataque de pánico, eso era lo que tenía Dasha. Sin pensarlo demasiado, gua
Alek Vólkov —Me alegra mucho saber que estás mejor, Faddei. Ahora solo queda que sigas al pie de la letra las instrucciones del médico para que puedas salir rápido del hospital. —Creo que no es necesario seguir esperando más, señor. Yo me siento bien como para poder irme a casa y continuar con mis labores —replicó y reí al oirlo. A pesar de todo, era uno de mis mejores trabajadores, por lo que me encontraba en el hospital velando por su salud y asegurándome de que estuviera recibiendo la mejor atención médica. —Eso no será posible, al menos no por ahora ya que el médico te mandó reposo absoluto al menos por unas cuantas semanas —lo regaño su esposa, quién se encontraba en una esquina de la habitación observandonos hablar. —Tonterías, el médico no me dirá qué hacer. Eso sí, Faddei era más terco que una jodida mula. —Hazle caso a tu esposa y tomate los días que sean necesarios, sabes que por mí no hay problema y más aún al saber que está como prioridad tu salud. Podría ser
Alek Vólkov —Dasha, cariño —la llamé para que pudiera verme y en cuánto lo hizo, comenzó a intentar levantarse de la camilla aún con la vía en el brazo. La enfermera que se encontraba a su lado al instante replicó y le dijo que no podía moverse, por lo que decidí acercarme más a ella y estar más a su lado. Sin esperar demasiado, tomé sus mejillas entre mis manos y la miré fijamente a los ojos, encontrándome con su rostro demacrado y pálido. —A-alek —dijo en un susurro apenas audible. —Estoy aquí, ángel —susurré contra sus labios y dejé un suave beso en los mismos antes de separarme de ella y quedarme a su lado. Ella a duras penas intentó sonreírme en respuesta, pues a simple vista no podía ni con un gramo de su alma, pero le salió más una mueca que otra cosa. Dejé un beso en su frente y decidí no hacerla hablar, pues no la veía del todo bien y no quería que se esforzara más de la cuenta. —¿Usted quién es? —preguntó con desdén la enfermera luego de unos segundos al verme
Alek Vólkov —...Y por eso te llamé, Vlad —terminé de hablar y le di un sorbo a mi vaso de vodka mirándolo con atención. Nos encontrábamos en el despacho de la mansión discutiendo sobre el plan que quería llevar a cabo en contra del bastardo de Sergei, pues aunque intenté buscarlo con la mirada en la jodida universidad al salir en brazos con Dasha, no lo encontré. Por lo que aún no había podido recuperar las cosas de Dasha ni el anillo de compromiso. Así que llamé a Vlad para que viniera a ayudarme a estructurar un plan para así poder darle una lección. Por otro lado, Dasha se encontraba en la habitación aún dormida, pues según me explicó la enfermera, eso era algo normal ya que los efectos del medicamento que le habían inyectado le harían ese efecto. Desde que habíamos llegado se encontraba durmiendo, así que le pedí a María que se quedará con ella en la habitación mientras yo resolvía unos pendientes y atendía a Vlad, quién llegó minutos después de mi llamada. —¿Me estás jo
Dasha Petrov Desperté desorientada y con un jodido dolor de cabeza, miré a mi alrededor y al notar todo oscuro, me asusté al pensar que tal vez me encontraba nuevamente en las manos de Logan. ¡Maldición! Me levanté rápidamente de la cama y posé mis pies en el piso, arrepintiéndome al instante al sentir como un intenso mareo me hizo tambalearme hasta caer nuevamente en la cama sentada. Posé mis manos en mi cabeza, cerré los ojos intentando calmar el intenso dolor que sentía en la misma y comencé a masajear con suavidad mi cuerpo cabelludo, sintiendo alivio casi a los pocos segundos. No recordaba casi nada, solo que pasé de estar en el salón de clases dando una exposición, a estar en la enfermería en los brazos de Alek. Comencé a ver nuevamente a todos lados y al confirmar que efectivamente me encontraba en su casa, esta vez con un poco más de delicadeza me levanté de la cama y fui hasta la puerta de la habitación. La abrí y me sorprendí al notar como del otro lado de la mis
Dasha Petrov (Maratón 1/6) Mi estómago rugió en cuanto el exquisito olor de la sopa que estaba haciendo María entró por mis fosas nasales. Sin poder evitarlo, eché un vistazo a la cocina a ver si ya estaba lista, sabiendo que no era así pues desde que habíamos llegado María me había dicho que aún le faltaba hervir un poco. Decidí no preguntarle nada y tratar de concentrarme en otra cosa que no fuese la comida, pero se me hizo casi imposible, por lo que decidí preguntar otra cosa. —¿Ahora sí me vas a decir quién es Eleggua, María? —le pregunté con interés. —Ah, sí, se me había olvidado —dijo al escucharme y reí. —Definitivamente los años no pasan en vano —bromeé y ella rió por mi comentario. —Ja, ya te veré en unos años, niña —se burló nuevamente y sacó del bolsillo trasero de su pantalón su pequeño teléfono y buscó hasta que me mostró la foto y pude apreciarla detalladamente. En la misma se encontraba un niño moreno, pequeño y vestido de color rojo y negro. Sonreí al ver