En cuanto la puerta de la habitación se cerró, los labios de ella buscaron los de él, hurgando con vehemencia el encuentro con la humedad de su lengua. —Te deseo tanto, no imaginas cuanto —murmuró entre besos ella. —Lamento haberte hecho esperar, tanto —expresó él y lanzó su camisa al suelo con rapidez. —Deseo tanto que me tomes, que hagas tuya, como cuando éramos más jóvenes, con esa bravura con esa fuerza, quiero que recorras cada centímetro de mi cuerpo, que me hagas vibrar una y otra vez —manifestó jadeante. —Te prometo que así será —Iñaki sujetó sus firmes glúteos y la acercó a su dureza—, te amo tanto, Ivanna. —Y yo a ti… Iñaki. No podría estar un minuto sin ti —su voz se fragmentó—, pensar que podría perder, me aterra. —Jamás podrías perderme, siempre me has tenido, me has demostrado que me amas, a pesar de… —Shhh no hablemos más, desde que saliste del hospital, no hemos podido intimar, no he querido presionarte, pero estando así, ya no puedo esperar más por ti. —Mordió
ñaki caminaba sobre las oscuras calles de una ciudad cercana de París, sin tener claro hacia qué rumbo dirigirse, hasta que comenzó a observar una extraña luz, que aparecía y desaparecía, talló sus ojos, pensado que la imaginaba, pero al no saber qué hacer se decidió a seguirla.Abrió la puerta e ingresó al restaurante, al sentir que las personas que estaban en el lugar lo observaron, decidió caminar hasta la parte trasera del negocio.— ¿Qué… va a desear? —la temerosa mesera cuestionó sin poder dejar de ver la terrible marca que surcaba su rostro desde la frente, y se ramificaba en tres partes más a la mitad en su mejilla.—Un café —ordenó con voz hosca.La chica giró en su eje y se alejó con rapidez.Iñaki frunció el ceño al ver que la gente lo volteaba a ver; y murmuraban entre ellos; sin embargo, requería protegerse del frío, que se sentía en el exterior.En cuanto la chica le llevó el café, Iñaki dio un sorbo y resopló lleno de frustración, no comprendía cómo es que de un día pa
Lombardía, Italia.Semanas después.Era la esperada gran final, la última pelea: la estelar. Desde aquel lugar clandestino, Iñaki se encontraba en el centro del ring, cuadró sus anchos hombros y levantó sus brazos al escuchar que lo presentaban como: la Bestia. Distinguió con claridad la expresión de los asistentes cuando su rostro apareció a través de las pantallas.Momentos después el público comenzó a aplaudir, ladeó los labios un instante y luego, se acomodó para escuchar a don Octavio.—La gente no te olvida —refirió el hombre—, te esperaban con ansias, demuestra quien eres —indicó—, has rugir a la bestia. —Alzó su mano para apoyarlo y comenzó a aplaudir.—Daré lo mejor de mí —manifestó.Entonces en un solo coro, los asistentes comenzaron a gritar: ¡Bestia!, ¡bestia!, una y otra vez, apoyándolo. Iñaki, sabía que no era precisamente a él, sino a todo lo que apostaban a su favor. Escuchó atento las indicaciones de su entrenador, miró al hombre frente a él que no le quitaba la mira
Iñaki bebió un sorbo de su tarro de cerveza, celebrando la victoria que había ganado, don Octavio lleno de alegría, reservó por esa noche un tabledance. En el interior de aquel lugar, el volumen tan alto de la música hacía que vibraran los cristales del exterior. Entre el barullo la gente que había apostado por él, se divertía a lo grande.—Brindemos por nuestro campeón —don Octavio solicitó. —Hizo un movimiento con su cabeza y de inmediato una escultural mujer se acercó a ellos—. Llévate a celebrar a mi campeón —ordenó.La mujer fingió sonreír, estiró su mano y los entrelazó con los dedos de Iñaki, para guiarlo hasta uno de los privados del lugar.—Si necesitas, más chicas házmelo saber. —Don Octavio carcajeó y se dirigió al privado que tenía reservado en donde ya lo esperaba una mujer.Justo cuando la chica comenzaba a bailar, Iñaki elevó su mano e hizo que se detuviera.—Alto —dijo y resopló.— ¿Qué ocurre? —preguntó.—No sigas, quiero irme —expresó, se puso de pie y salió del luga
Antonella se recostó junto a su pequeño sin poder olvidar aquel beso cercano a sus labios.—Esto no está bien —resopló y se quedó pensativa—. No deseo sentir nada por nadie que no seas tú, mi amor. —Dio un beso a su pequeño—, no quiero enamorarme de nadie más.Tomó su móvil al recibir una llamada.—Diga.—Supe que enviudaste…Silencio.— ¿Qué rayos quieres Sabina? —Llamo para darte el pésame, aunque sé que es un poco tarde —se mofó—. También deseo saber que tal te va ahora que eres una mujer viuda, con un hijo recién nacido. —Carcajeó.Antonella colocó la mano en su pecho, sin poder evitar sentir un fuerte pinchazo en su pecho, inhaló profundo para poder responder.—Apuesto lo que quieras que estoy mejor que tú. A pesar de que no está físicamente Iñaki, su amor sigue conmigo. —Miró a su pequeño y su corazón se estrujó. — ¿Y a ti que tal te va? ¿Disfrutas de la compañía de tu viejito? —se mofó.Sabina volvió a quedarse en silencio.—Parece que no estás bien —Antonella se aclaró la gar
Un fuerte escalofrío recorrió a Connor, y su mirada se entristeció. —Será mejor que hablemos en un lugar con mayor privacidad —sugirió. —Vamos al vestidor, ahí podremos hacerlo —Iñaki dijo. —No, es necesario que salgamos de aquí —su amigo explicó—. Conozco un lugar en dónde podremos hacerlo —manifestó. Al llegar a un bar donde solía salir con sus compañeros del trabajo, tomaron asiento a lo lejos del bullicio. —No has dicho nada en todo el camino —Iñaki expresó dándose cuenta que había algo extraño en él. — ¿Qué ocurre? —preguntó con preocupación. Connor ordenó un par de cervezas y luego que se las entregaron bebió sin parar, hasta dejar la mitad. —¡Habla por favor! —Iñaki solicitó. —Es evidente que tienes alguna clase de amnesia —mencionó—, será necesario hacerte una valoración médica, para averiguarlo. —Me quieres decir… que no recuerdo con claridad todo, pero ¿Qué? —lo miró a los ojos con extrañeza. —Así es —expresó. — ¿Hasta dónde recuerdas? —Connor indagó. —Recuerdo mi
Los delicados dedos de Antonella se deslizaron por las mejillas de Húnter.—Eres un gran hombre —mencionó mientras sus hermosas orbes color avellana, se clavaban en los de él—. Mi corazón está ocupado —se aclaró la garganta—, lamento mucho no poder corresponderte.Húnter tomó sus manos y besó su dorso.—Me hubiera encantado escuchar que me dieras una esperanza aunque fuera mínima —resopló—, pero lo comprendo, viviste un gran amor y no estás lista para dar un paso más. —Sonrió con cariño—. Lleva su tiempo volver a reconstruirse.Antonella frunció el ceño.— ¿Por qué lo dices? —cuestionó.—Porque creí que nunca me volvería a enamorar, después que mi prometida murió en el accidente en el que murió mi hermana también. —Su garganta picó—, pero mírame aquí sintiendo cierto interés por ti. —Rozó su mejilla.Antonella se acercó y lo abrazó con cariño.—Lo lamento mucho —expresó con sinceridad. «Sono sicuro che troverai la persona giusta». (Estoy segura que encontrarás a la persona indicada).
— ¿Qué es lo que tengo que saber? —Iñaki cuestionó.Connor se acomodó sobre la cama recargando la espalda sobre la cabecera.—Ella es Antonella Bianchi —refirió y le mostró un par de imágenes que tenía guardadas en su móvil.Iñaki tomó el teléfono de su amigo y comenzó a ver aquellas fotos.—Es una mujer muy hermosa —refirió con sinceridad, apreciando las hermosas facciones de la chica, además de dibujar una sonrisa al verla reír.— ¿No la recuerdas? —Connor cuestionó.—¿La conozco? —lo miró con incredulidad.Connor ladeó los labios y sonrió.—¿No se te hace conocida? —indagó.Iñaki volvió a ver su imagen.—No. —Negó con su cabeza, sin embargó su corazón se agitó.— ¿Qué tengo que ver con ella? —preguntó con nerviosismo.—Ella es la mujer de tu vida —refirió con la voz fragmentada—, la persona que más te ama en el mundo.Un par de lágrimas recorrieron sus mejillas.—Necesito recordar —suplicó y se llevó las manos a su rostro, entonces las yemas de sus dedos sintieron los molestos bord