— ¿Por qué me haces esto? —ella cuestionó.—Este hombre no te ama, solo desea consumar una venganza en contra mía. Por desgracia, estás en medio del fuego cruzado. Ya lo escuchaste decir que solo eres parte de su plan. Además que no está satisfecho con que estés con él —recalcó.Iñaki presionó los puños con fuerza.—Mereces pagar por haber asesinado a un buen hombre —se aclaró la garganta, sin dejar de apuntar con su arma.Antonella frunció el ceño y su pecho ardió.—¡Acaba con tu venganza! —se acercó a Iñaki y dirigió su arma hacia su cabeza. — ¿Con esto será suficiente? ¿Acabarás con el odio que llevas en tu alma? —cuestionó.Abrió los ojos de par en par, sus manos temblaron al observar la punta del arma sobre la frente de la mujer que más amaba.— ¿Por qué haces esto? —preguntó.—Estoy cansada de cargar con la penitencia de algo que no hice. Es claro que nuestro amor es imposible, no nos dejarán en paz, hasta que alguien termine con esto. —Se reflejó en su mirada color marrón. —¡Ac
En cuanto Lisandro salió de la casa de ellos, Antonella se acercó a su tía y la abrazó.—Estás a salvo —dijo al escucharla llorar con amargura.—Gracias, les estoy muy agradecida —refirió con sinceridad—, sabía que con el apoyo de ustedes me podría liberar de la escoria de Lisandro Bianchi.—Aquí vas a estar bien, lo prometo —manifestó—, no tenía idea que habías vuelto a Italia, no debiste hacerlo —expresó—, estabas bien en Viena.—Tu padre me localizó, me dijo que estaban en peligro Sabina y tú, que necesitaba mi ayuda, por eso volví.Iñaki presionó sus puños con fuerza al escucharla hablar.—No volverá a acercarse a usted, lo prometo. —Se aclaró la garganta—. Las dejo para que puedan hablar a solas —indicó.—Gracias —mencionó la mujer.—Vamos a que te instales en una de las habitaciones y ahí platicamos. —Antonella la tomó de la mano y subió con ella.***Al ingresar a la habitación, Gianna tomó asiento sobre uno de los mullidos sillones en color melocotón y con su mirada recorrió t
Antonella salió de la lucha cubierta por su fina bata de seda, se dirigió hacia el tocador y tomó la crema.—Qué día más complicado —expresó sintiendo que su garganta dolía—, no puedo creer que mi padre viniera a complicarlo todo más, y luego está lo que Sabina me dijo en aquella llamada. —Suspiró profundo. — ¿Acaso nunca podremos ser felices? —cuestionó con tristeza.En ese instante la puerta se abrió.— ¿Podemos hablar? —Iñaki cuestionó.—Llevo esperando ese momento. —Su mirada avellana traspasó la de él, sin poder ocultar que la duda la afligía.Iñaki se acercó hacia la cama y tomó asiento a su lado.— ¿Qué ocurrió entre ustedes? — ¿Por qué no me habías dicho que la conocías? —preguntó.—Nos conocimos uno de los días que fuí a buscarte a la mazmorra en la que te tenía encerrada tu padre. —Arrugó el ceño al recordar la manera en la que la golpeó y la dejó ahí.—Continua —Antonella solicitó.—Desde que la conocí no me la podía quitar de encima, se me complicaba poder visitarte, y cua
Antonella abrió los ojos al sentir como los rayos del sol golpeaban sobre su rostro, estiró una de sus manos, buscando su antifaz, para evitar que le diera la luz y poder seguir durmiendo.Abrió los ojos con pereza y observó que Iñaki aún dormía, presionó los labios pensativa, entonces tomó su móvil, buscó el sonido de un zumbido de mosco y comenzó a pasarlo cerca de su oído.Iñaki agitó su mano intentando espantar a aquel insecto. Ella sonrió divertida y volvió a pasarlo, haciendo que el joven golpeara su mejilla, hasta que ella carcajeó.— ¿Te diviertes a mis costillas? —cuestionó adormilado.—Un poco —mencionó sin dejar de reír, sus manos recorrieron con rapidez su torso desnudo—, deseaba que abrieras esos ojitos hermosos que tienes y… —Mordió su labio inferior.Iñaki presionó sus labios al sentir las manos de su chica, tocando su virilidad.—Con sentir tus manos, me bastaba para despertar al instante. —Señaló con su mirada hacia su firmeza.—Nada mejor que despertar de buen humor.
Toronto, Canadá.Días después.Antonella abrió los ojos sintiendo mucha pesadez. Parpadeó un par de veces sintiendo que necesitaba dormir aún más.— No te duermas —escuchó que le decían.— ¿Iker? —preguntó y volvió a abrir los ojos, buscándolo.—Soy el médico que la atendió —explicó.Antonella observó su bata blanca, elevó su mirada y observó su rostro.— ¿En dónde estoy? —preguntó, con gran esfuerzo intentó quitarse la mascarilla.—Estás en el hospital —explicó el médico.Cerró sus ojos y comenzó a escuchar con claridad los monitores que había dentro, entonces varios flashes llegaron a su mente.— ¿En dónde está Iker? —indagó y su frecuencia cardiaca comenzó a acelerarse.Silencio.—Descansa, tienes que recuperarte —mencionó bajito.— Necesito saber de él, ¡por favor! —suplicó y sujetó la mano del médico lo más fuerte que su debilitado cuerpo podía.—No tengo información sobre la persona que se refiere. —Movió con su cabeza y autorizó a que la enfermera le colocara un sedante en la s
Días después.Durante la última revisión para que la dieran de alta, Antonella enmudeció al escuchar las últimas palabras del médico, su cuerpo se estremeció.— ¡No puede ser! —exclamó con profunda nostalgia.Momentos después, el médico se retiró e ingresó Gianna, con un par de bolsas con su cambio de ropa. Se retiró la bata hospitalaria que llevaba puesta y tomó las cosas que su tía le entregó. Dirigió su mirada hacia uno de sus hombros y observó la gasa que cubría aquella herida.Su mirada se cubrió de una capa de lágrimas al recordar las palabras de su novio.«¡Corre amor!»Su pecho dolió como nunca en su vida, al rememorar la última vez que se vieron a los ojos. De pronto la calidez de los brazos de su tía, la cubrieron con mucho cuidado.—Tranquila cariño, recuerda lo que te dijo el médico, es importante que estés tranquila. —Acarició su mejilla con ternura.— ¿Por qué tuve que perderlo? —cuestionó con aflicción—. Ni siquiera pude decirle lo mucho que lo amaba, ni todo lo que sig
—Cariño —Mirella se acercó a ella.—¡No des un paso más! —Antonella exclamó—, no te me acerques. —Elevó una de sus manos para evitarlo—. Han pasado muchos años, y de la nada apareces. Cuando a mí me rompieron el corazón al decirme que habías muerto, en un accidente.El pecho de Mariella dolió.—Lo sé, pero las cosas no son como parecen —expresó con la mirada llena de lágrimas.—Escuchala por favor —Gianna suplicó.— ¿Lo sabías? —cuestionó Antonella.—Me enteré hace un tiempo.— ¿Qué tienes que decirme? —indagó viendo a Mariella.—Me casaron a la fuerza con ese desgraciado, fueron los peores momentos que viví, me presionó porque mandó a la cárcel al hombre yo amaba. —Inhaló profundo—, hasta que él escapó y me encontró, no pude negarme al amor —explicó—, planeamos escapar, pero a Lisandro Bianchi, nada se le escapa de las manos y se enteró. Cuando viajaba en la carreta para encontrarme con mi amado, nos interceptó, tú ibas en el auto, ¿no lo recuerdas?, nos rodearon, era de noche, lo ún
Los firmes brazos de aquel extraño la rodearon de inmediato, evitando que cayera de golpe.— Ayuda —gritó.Minutos después, luego de percibir un fuerte aroma a sales la chica abrió los ojos.— ¿Qué me pasó? —cuestionó tocando su cabeza.—Te desmayaste —la enfermera del centro comercial —explicó—, estás en la enfermería —indicó.Antonella se flexionó para sentarse sobre la camilla.—Ya lo recuerdo todo, ¿ya me puedo ir? —cuestionó.—Sí, su novio la está esperando afuera, el pobre estaba más blanco que un papel —manifestó la mujer.— ¿Mi novio? —la chica cuestionó, al salir de ahí y caminar por el pasillo, a grades pasos un hombre se le acercó. — ¿Te encuentras bien? —preguntó con su gruesa voz.Antonella se detuvo, y giró su rostro, su mirada se fijó en la gran mancha de chocolate, que le había derramado y luego poco a poco se dirigió a él, notando que era alto, no tanto como Iñaki, pero lo era, además que tenía la tez clara y de llevar su oscura cabellera bien arreglada.— ¿Estás bie