Sicilia, Italia.Sabina caminaba tomada del brazo de su tío, para la importante reunión que tendrían. La chica lucía espectacular, enfundada en ese hermoso vestido verde oscuro, con tiras cruzadas, de espalda abierta, escote pronunciado y una abertura en uno de sus muslos.Su cabello lo llevaba completamente recogido, con mechones sueltos, además de usar unas zapatillas de tacón, con tiras.—Hai un aspetto incredibile —Lisandro dijo—. Serás la reina esta noche —auguró.—Molte grazie, zío. Me alegra complacerte —refirió—. También luces espectacular como siempre —dijo.Al llegar al interior de la casa Rinaldi, se encontró con los socios más importantes de su tío y algunos otros, que no conocía.—Benvenuti —Rinaldi —dijo acercándose—. Belle lucie, Sabina. (Luces hermosa)—Besó el dorso de su mano.—Es usted todo un caballero. —La joven sonrió.—Vamos a mi sala, para estar más cómodos —Bernardo mencionó—. Tenemos que brindar, la ocasión lo amerita. —Pasó la lengua por sus labios al ver ese
—No me gusta hablar de eso —Iñaki espetó de forma seca.—Por lo que veo no te gusta hablar de nada —Antonella habló—, sigo esperando que vayas a mi habitación para hablar sobre nuestra situación. —Lo miró a los ojos.Iñaki recordó que había quedado de subir a hablar, sobre lo que les dijo de su relación entre ellos, pero no lo hizo, ya habían pasado varios días de eso.—Voy a la playa un rato —Connor refirió—. Me recomendaron un restaurante para ir a almorzar, según lo que vi en las redes sociales, se ha convertido en un éxito en poco tiempo, ¿quieren acompañarme a conocerlo? —cuestionó.—Cuenta con ello —Iñaki respondió.—Voy a hacer reservaciones, para los tres —expresó sonriente.***Antonella se retiró a su habitación, mientras Connor y él seguían hablando, se lanzó sobre la cama, minutos después escuchó que tocaban a su puerta.—¿Puedo pasar? —Iñaki cuestionó.—Sí —respondió.Iñaki se acercó y tomó asiento a su lado.—Tiene razón, te debo una explicación.—Te escuchó —Antonella s
Antonella esbozó una amplia sonrisa al escuchar su propuesta, su mirada brilló.—Sí —respondió en el acto.Iñaki la tomó entre sus brazos y la estrechó.—Ahora ya tenemos claro lo que somos. —Acercó sus labios y la besó hurgando con urgencia, al encuentro con su lengua.Antonella se separó buscando poder respirar.—Me atraes mucho —confesó—, además que disfruto de tu compañía.—También yo —Iñaki comentó, buscando de nueva cuenta sus carnosos labios—. Connor desea que salgamos a comer —mencionó sintiendo como su estómago gruñía.Antonella carcajeó.—Parece que te comiste un puñado de gatos —se burló.Iñaki ladeó los labios.—Deberías cuidarte, podrías caer en mis garras —manifestó divertido, la tomó entre sus brazos y la llevó a la cama, volvió a besarla, luego descendió hacia su cuello y su clavícula, en donde ella se atacó de risa.—Me haces cosquillas —manifestó retorciéndose—, para por favor —suplicó con los ojos llenos de lágrimas de la risa.Iñaki se puso de pie.—Te veo abajo en
—Ahora sí vamos a hablar o, ¿me vas a seguir postergando esta charla? —Jerónimo cerró la puerta de un azotón.Iñaki presionó sus dientes con fuerza y se puso de pie, desabrochando los botones de su camisa.—¿Te ofrezco un whisky? —cuestionó con seriedad.Jerónimo aceptó y tomó asiento.—¿Por qué estás enredándote con la hija de Bianchi? —cuestionó. — ¿De qué se trata todo esto?, ¿Desde cuando se conocen?, merezco una explicación —inquirió.El joven se acercó y le entregó un vaso con aquel líquido.—Antonella es la pieza que necesito para hacerle cobrar a Bianchi, la muerte de mi hermano. —Bebió de golpe aquel trago y no dijo más.El hombre exhaló el aire que contenía.—Creí que… te habías enamorado —explicó—, sería un gran error —indicó.—¿Por qué ese odio entre Benjamín y Lisandro? —Iñaki preguntó.Don Jerónimo se aclaró la garganta.—En un viaje que realizó tu padre, para reclutar mercancía, conoció a una hermosa francesa, que estaba de turista por Alemania, con el porte que él tení
A la mañana siguiente.Antonella ingresó a la cocina, envuelta en la bata de dormir de él, sacó una bolsa de pan de caja de la despensa, y los colocó sobre una sartén en la estufa.—¿Se le ofrece algo a la señorita? —cuestionó la joven cocinera, quien no pudo evitar mirarla de abajo hacia arriba, reconociendo aquella bata, presionó con fuerza sus dientes para no decir nada.—No, nada —respondió mientras seguía mirando un tutorial para preparar tostadas de pan con mantequilla y mermelada—, bueno sí, solo una cosa —solicitó.— ¿Qué desea? —la chica indagó con seriedad.—Déjame sola, no me gusta que nadie esté presente cuando cocino. —Señaló hacia la puerta.—Pero tengo que prepararle el desayuno al joven —se justificó.—De eso me encargo yo. —Sonrió con amplitud.—El señor es muy estricto con su dieta, no desayuna cualquier cosa —minimizó aquellas rebanadas de pan que calentaba—, es un hombre que se cuida mucho.Antonella arrugó el ceño, se dirigió hacia la nevera y sacó los contenedore
Sicilia, Italia.Lisandro caminaba por el sendero de grava, rodeado por inmensos árboles que tenía su propio bosque personal. Al llegar a la terraza, se sentó en uno de los mullidos sillones y sacó un puro.Disfrutaba de saber que su imperio había crecido como siempre lo había soñado, al haberse aliado con Rinaldi.—Solo me faltan herederos—. GianCarlo —gritó.—Sí señor —el hombre se acercó con rapidez. — Ya estoy más relajado dime que es lo que querías decirme hace un rato —ordenó.—Ya sabemos quien es el hombre que se llevó a su hija —informó.—No vuelvas a referirte a esa malparida como mi hija —gruñó con ferocidad—. Antonella Bianchi está muerta para mí —espetó con dureza.—Lo lamento —se disculpó.—¿Quién es ese desgraciad0? —cuestionó.El hombre se aclaró la garganta.—Es conocido como la bestia —pronunció con dificultad.Lisandro abrió los ojos de par en par.—He oído hablar de él —dijo con la voz endurecida—. Sé que es mexicano. —Presionó sus puños con fuerza.—Es más que eso
En cuanto Connor estacionó su camioneta, la ayudó a descender del auto, y se quedaron unos instantes charlando en el jardín.—Muchas gracias por acompañarme. —Ella sonrió con cariño—, espero que también puedas considerarme tu amiga.Connor ladeó los labios.—Estarás a prueba —bromeó e ingresaron a la casa.—Parece que vienen de muy buen humor —Ivanna expresó poniéndose de pie de uno de los sillones de la sala. — Acaso ustedes… Antonella rodó los ojos.—El león cree que todos son de su condición —bufó—, gracias por todo. —Miró con complicidad a Connor, me voy a descansar.—Fue un placer —expresó él con sinceridad.Momentos después Iñaki salió de su oficina.—Buenas tardes —dijo en tono seco.—Hola —Connor contestó.— ¿Qué tal su visita al centro comercial? —preguntó.—Interesante —contestó sonriente. —¿Qué tal tu día? ¿aburrido? —miró a Ivanna.La joven arrugó el ceño, sabiendo que no era del agrado de él y que tampoco lo fue de Jacob.—Voy por un poco de agua.Iñaki abrió la puerta d
Puerto Escondido, Oaxaca.Don Jerónimo abrió los ojos de par en par al observar a Connor ingresar solo.— ¿En dónde está Iñaki? —cuestionó con voz hosca.Connor suspiró profundo.—Tuvo que irse —respondió y se encogió de hombros.— ¿Justo en este momento? —Ivanna preguntó, sintiendo un tic nervioso en uno de sus párpados.—Sí —expresó Connor.— ¿Ocurrió algo grave? —cuestionó ella.—No, no es algo grave, pero sí… URGENTE, diría yo, de mucha importancia..— ¿Qué puede ser más importante que celebrar con quienes somos como su familia su cumpleaños? —manifestó don Jerónimo.— ¡Antonella Bianchi! —Ivanna exclamó.—Saben muy bien que a Iñaki nunca le ha gustado celebrar su cumpleaños, y menos si de fiestas se tratan —Connor miró a Ivanna a los ojos—. Me voy a descansar, te quedó muy lindo todo— Tomó un par de bocadillos y se retiró.Ivanna observó hacia donde se encontraban los invitados, su mirada se cristalizó.—Soy una tonta —se reprochó.—No, no lo eres, sigues enamorada de él. —Don Je