Al llegar a casa, Verónika se dejó caer en el sofá, exhausta pero aliviada de haber superado la fiesta. Sebastian, que la había acompañado en silencio durante todo el trayecto de regreso, se sentó a su lado y le tomó las manos. Sus ojos reflejaban un poco de preocupación. —Lo has hecho muy bien, Verónika. Has sido bastante convincente, no tienes de qué preocuparte —mencionó sinceramente.Verónika sonrió débilmente, agradecida por sus palabras y por su apoyo incondicional. Sabía que tenía a alguien en quien confiar y eso le daba fuerzas para seguir adelante, pero no era motivo para felicitarla. —Gracias, Sebastian. Ha sido difícil en realidad, lo sabes. No me cansaré de decirlo, yo... no quiero que la mentira siga separándonos de los demás. Es hora de que todos sepan la verdad sobre Sídney. No vamos a contarlo después, no dejemos que pase demasiado tiempo. Sebastian la miró fijamente durante un momento, procesando sus palabras. Sabía que era el momento de enfrentar las consecuencias
La mujer se quedó mirando el teléfono antes de tomar la llamada, no estaba segura si atenderle. Nada bueno vendría de parte de ese tipo, lo mejor era ignorarle pero tuvo una corazonada y prefirió elevar el aparato en la mano y finalmente descolgar la llamada, pero, entonces escuchó su profunda voz y la intensidad de esa mala intención en su tono grave. —¿Por qué me estás llamando a esta hora? es demasiado tarde y nosotros no tenemos absolutamente nada que hablar. No se lo esperó, pero lo siguiente que se escuchó al otro lado de la línea fue una estrepitosa risa que le puso los vellos de punta, nada bueno transmitía ese sonido burlón de su exesposo. Pasó saliva con dificultad y trató de no ponerse nerviosa, pero era demasiado difícil encontrarse como si nada cuando tenía la sensación de que algo no estaba bien. —Debería comenzar dándote mis felicitaciones porque sé que ahora eres otra vez una mujer casada, la cuestión es que no podría decírtelo de una forma sincera, aunque en ese ca
Verónika despertó con un nudo en el estómago y una sensación de ahogo en el pecho. Se levantó de su cama, solo para ver su rostro reflejado en el espejo. Sus ojos estaban rojos y hinchados, las mejillas enrojecidas por las lágrimas que habían caído sin cesar durante toda la noche. La amenaza de Arthur resonaba en su mente como un eco doloroso. "Tendré la custodia de Sídney" le había dicho con frialdad, y esas palabras eran como cuchillas cortando su corazón.Ella sabía que Arthur estaba detestado verla rehacer su vida, por eso se mostraba resentido. Como si ella tuviera la culpa de las circunstancias. Era un imbécil. Nunca pensó que llegaría tan lejos como para amenazar con llevarse a su pequeña hija, pero se aferró a la idea de que Arthur solo estaba tratando de asustarla, que no sería capaz de arrebatarle la custodia, pero una pequeña voz en su interior la atormentaba con la idea de que estaba equivocada.Aún sintiéndose aún muy débil y vulnerable, se obligó a darse una ducha para
Arthur se sentía victorioso mientras se recostaba en su silla de escritorio, disfrutando de la malicia que le invadía. Había esperado tanto tiempo para ejecutar su plan maestro y finalmente lo había logrado. Con una sonrisa de triunfo, sus ojos se posaron en el retrato de su exesposa y Sídney que descansaba en la mesa frente a él.Sí, hace tiempo lo quitó, pero esa vez, lo colocó de nuevo en ese sitio.Desde que se habían separado, nunca le interesó la cuestodia por la niña, sin embargo, quería hacerla sufrir. Arthur no podía soportar la idea de que su exesposa siguiera su vida como si nada, así que haría hasta lo imposible por verla infeliz. Había consultado con varios abogados, investigado a fondo los errores cometidos por su exesposa y recopilado pruebas para poder arrebatarle la custodia.Pero no encontró nada que le sirviera. Sin embargo, se las ingenió para dejarla en una mala posición y así verla sufrir. Por esa razón lo inventó todo. Ahora con la información en la mano, Art
Después de meditarlo durante muchos días, Bastián decidió que era hora de enfrentar a su hijo, Sebastian, y abordar el asunto que tanto le había angustiado. Aunque al principio no había querido creer en las acusaciones en su contra, Bastián había descubierto indicios que confirmaban las sospechas y ahora estaba seguro de la verdad.Sin embargo, Bastián también se preocupaba por el bienestar de su esposa, Regina. No quería que ella sufriera innecesariamente ni que su felicidad se viera opacada por lo que su hijo había hecho. A lo largo de su matrimonio, Bastián y Regina habían construido una relación sólida y sabía que tenía que resolver este problema sin causarle daño.Tras mucho reflexionar, Bastián decidió enfrentar a Sebastián en privado y sin la presencia de Regina. Quería tener una conversación franca y directa con su hijo, sin filtros ni intermediarios. Estaba decidido a hacerle entender la gravedad de sus acciones y a exigirle que asumiera las consecuencias de sus actos.El día
La sirvienta llamó de inmediato a una ambulancia. Entre tanto, también contactó Sebastian al médico de la familia, por órdenes de su padre. El médico, al llegar, evaluó rápidamente la situación y se arrodilló junto a Regina para examinarla.—¡Está inconsciente! —exclamó el médico—. Necesitamos trasladarla al hospital de inmediato.Bastian, angustiado, asintió y acompañó a Regina en la ambulancia, mientras el médico continuaba realizando las primeras evaluaciones médicas.Sebastian estaba destrozado, asustado por el desenlace. En el hospital, Regina fue ingresada de inmediato a la sala de emergencias. Los médicos realizaron diversos estudios e intentaron estabilizarla. Después de algunas horas, el equipo médico se acercó a Bastian y a su hijo con la noticia.—Lamentablemente, Regina ha sufrido un colapso emocional extremo que desencadenó una crisis de ansiedad y un desmayo. Su cuerpo no ha sufrido daños físicos significativos, pero su estado emocional es delicado. Necesitará reposo, t
El corazón de Verónika se aceleró al leer las primeras líneas de la carta. Arthur no se andaba con rodeos, iba directo al grano. Le dejaba bien claro que estaba dispuesto a ir contra todo y a usar cualquier recurso legal disponible para obtener la custodia completa de su hija, Sídney.¡Si hija! Sídney no era ni sería de él. No tenía ningún derecho sobre la niña. Los ojos de Verónika se llenaron de lágrimas mientras continuaba leyendo la carta. Arthur afirmaba que era capaz de cualquier cosa con tal de alejar a Verónika de su hija. Mencionaba sus contactos con abogados especializados en casos de custodia y su disposición para hacer lo que fuera necesario para ganar la batalla legal.Las manos de Verónika temblaban al sostener la carta. Estaba aterrorizada ante la posibilidad de perder a Sídney, la única luz en su vida. Desde que se separó de Arthur, había luchado con uñas y dientes para ofrecerle a su hija una vida estable y feliz, y no estaba dispuesta a dejar que ese idiota arruinar
Vanessa se levantó esa mañana decidida a pasar un día diferente. No estaba segura de poder olvidarse de todo por un momento, pero al menos lo intentaría. Empezó a sentirse mal durante el desayuno, cada cierto tiempo bajaba la mirada a su abdomen y se lo tocaba, sonreía imaginando que algún día lo tendría entre sus brazos. —Cariño, ven aquí —llamó la mujer a la niña que se estaba columpiando y la pasaba bien entre los demás pequeños —. ¿No tienes hambre? Vanessa observaba la escena de madre e hija. Aquello hizo que pensara en el futuro, en lo que ella algún día podría vivir. Pero, por una extraña razón se sintió vacía, como si aquello no resultara ser lo que ella deseaba vivir. —Mami, ¿por qué otra vez son emparedados? No me gusta —emitió la chiquilla haciendo un puchero. —¿Deberías empezar a comer un poco de todo? Será bueno para ti, al menos inténtalo. Entonces la niña dirigió sus ojos de pronto a Vanessa, la aludida se sintió cohibida ante la atención de la fémina. No sabía qué