Sebastian caminaba con pasos decididos hacia la casa de Verónika, llegó a la puerta de la mujer y respiró profundamente antes de tocar el timbre. La puerta se abrió y Verónika apareció frente a él con una sonrisa cálida en su rostro.A pesar de que Verónika había estado bastante decaída por la aparición de su hermana y todo lo demás, ya se miraba más animada, por supuesto nada de eso lo sabía Sebastian, tampoco se pondría al tanto porque ella no lo iba a contar. —¡Sebastian! —Saludó al verlo, estaba emocionada de mirarlo en realidad —. Me alegra verte. Sé que siempre estás trabajando, por cierto, siento mucho si no te avisé que no iría a la compañía. —Yo tampoco he ido, ¿me meteré en problemas con el jefe? —inquirió en broma y ella sonrió. Sebastian le devolvió la sonrisa y la tomó de la mano. —Verónika, necesito decirte algo importante. ¿Podemos sentarnos?Sin esperar respuesta, entraron a la casa y se sentaron en el sofá. Sebastian tomó una de las manos de Verónika entre las su
Más temprano de lo acostumbrado,se levantó, así le daría tiempo de hacerle el desayuno a Sídney, antes de irse al trabajo. Revisando el armario se dio cuenta de que no sabía qué ponerse ese día, ella no solía encontrarse con un dilema pero ahora con la mente nublado de tantas cosas, ni siquiera sabía que elección hacer. Al final escogió algo sencillo y se apresuró. —¡Lali! Agradezco que hayas llegado más temprano de lo acostumbrado, incluso cuando me desperté temprano, el tiempo se me ha ido de volada. La Niña todavía sigue en la habitación durmiendo, también dejé desayuno listo para ambas y te doy permiso de llevarla al centro comercial. Ten, dinero para que le compres algo. —Vale, espero que tengas un buen día. —¡Gracias! *** Mientras avanzaba lentamente por las calles abarrotadas, Verónika se sentía cada vez más frustrada. El reloj en el tablero del auto marcaba inevitablemente los minutos que se iban agotando para llegar puntual a la compañía. Las luces rojas parecían interm
Maritza se preguntaba qué había llevado a Verónika y al misterioso sujeto, llamado Tony, a tener esa airada discusión en plena calle. No entendía por qué Verónika parecía tan segura de sí misma y por qué Sebastian la frenaba de hablar o actuar de manera impulsiva. El ambiente se volvía más tenso conforme pasaban los segundos.La curiosidad de Maritza empezaba a consumirla, pero al mismo tiempo, el temor de meterse en problemas la frenaba. ¿Qué podría hacer en esta situación? ¿Cómo podría ayudar a su amiga si no sabía en qué se había metido?***Minutos después... Se encontraban todos reunidos en la oficina, ella ni siquiera podía elevar la cabeza y mirar a ese hombre, ahora sabiendo que era el socio de Sebastian, sentía que debía demostrar respeto, pero en el fondo de su ser todavía quería decirle todas sus verdades a ese hombre. —¿Ustedes dos se conocen? Tony se aclaró la garganta antes de comenzar a hablar, no podía demostrarse altivo o que tenía la razón, menos cuando sabía que
La idea de tener que socializar y mostrar una versión idealizada de sí misma ante sus nuevos familiares la ponía a temblar. Lo que ocultaba era la razón principal por la que estaba tan asustada, prefería quedarse en casa, pero no podía hacer eso. Verónika salió de la habitación con paso lento y titubeante. A pesar de que había tomado tiempo en arreglarse y lucía un vestido elegante y sofisticado, se sentía incómoda. Su mente estaba inundada de pensamientos negativos y preocupaciones sobre cómo podría manejarse como si nada en la celebración.Sus suegros, Regina Y bastian, habían insistido en organizar una pequeña celebración en honor a su reciente boda con Sebastian. Aunque Verónika apreciaba el gesto, sentía que esta fiesta solo sería un instante que acabaría por hacerla flaquear. Suspiró hondo, aún faltaba mucho para poder llegar al sitio. ***Verónika se encontraba sentada en el asiento del copiloto, mientras el CEO conducía el auto por un camino desconocido. Estaba nerviosa y s
Al llegar a casa, Verónika se dejó caer en el sofá, exhausta pero aliviada de haber superado la fiesta. Sebastian, que la había acompañado en silencio durante todo el trayecto de regreso, se sentó a su lado y le tomó las manos. Sus ojos reflejaban un poco de preocupación. —Lo has hecho muy bien, Verónika. Has sido bastante convincente, no tienes de qué preocuparte —mencionó sinceramente.Verónika sonrió débilmente, agradecida por sus palabras y por su apoyo incondicional. Sabía que tenía a alguien en quien confiar y eso le daba fuerzas para seguir adelante, pero no era motivo para felicitarla. —Gracias, Sebastian. Ha sido difícil en realidad, lo sabes. No me cansaré de decirlo, yo... no quiero que la mentira siga separándonos de los demás. Es hora de que todos sepan la verdad sobre Sídney. No vamos a contarlo después, no dejemos que pase demasiado tiempo. Sebastian la miró fijamente durante un momento, procesando sus palabras. Sabía que era el momento de enfrentar las consecuencias
La mujer se quedó mirando el teléfono antes de tomar la llamada, no estaba segura si atenderle. Nada bueno vendría de parte de ese tipo, lo mejor era ignorarle pero tuvo una corazonada y prefirió elevar el aparato en la mano y finalmente descolgar la llamada, pero, entonces escuchó su profunda voz y la intensidad de esa mala intención en su tono grave. —¿Por qué me estás llamando a esta hora? es demasiado tarde y nosotros no tenemos absolutamente nada que hablar. No se lo esperó, pero lo siguiente que se escuchó al otro lado de la línea fue una estrepitosa risa que le puso los vellos de punta, nada bueno transmitía ese sonido burlón de su exesposo. Pasó saliva con dificultad y trató de no ponerse nerviosa, pero era demasiado difícil encontrarse como si nada cuando tenía la sensación de que algo no estaba bien. —Debería comenzar dándote mis felicitaciones porque sé que ahora eres otra vez una mujer casada, la cuestión es que no podría decírtelo de una forma sincera, aunque en ese ca
Verónika despertó con un nudo en el estómago y una sensación de ahogo en el pecho. Se levantó de su cama, solo para ver su rostro reflejado en el espejo. Sus ojos estaban rojos y hinchados, las mejillas enrojecidas por las lágrimas que habían caído sin cesar durante toda la noche. La amenaza de Arthur resonaba en su mente como un eco doloroso. "Tendré la custodia de Sídney" le había dicho con frialdad, y esas palabras eran como cuchillas cortando su corazón.Ella sabía que Arthur estaba detestado verla rehacer su vida, por eso se mostraba resentido. Como si ella tuviera la culpa de las circunstancias. Era un imbécil. Nunca pensó que llegaría tan lejos como para amenazar con llevarse a su pequeña hija, pero se aferró a la idea de que Arthur solo estaba tratando de asustarla, que no sería capaz de arrebatarle la custodia, pero una pequeña voz en su interior la atormentaba con la idea de que estaba equivocada.Aún sintiéndose aún muy débil y vulnerable, se obligó a darse una ducha para
Arthur se sentía victorioso mientras se recostaba en su silla de escritorio, disfrutando de la malicia que le invadía. Había esperado tanto tiempo para ejecutar su plan maestro y finalmente lo había logrado. Con una sonrisa de triunfo, sus ojos se posaron en el retrato de su exesposa y Sídney que descansaba en la mesa frente a él.Sí, hace tiempo lo quitó, pero esa vez, lo colocó de nuevo en ese sitio.Desde que se habían separado, nunca le interesó la cuestodia por la niña, sin embargo, quería hacerla sufrir. Arthur no podía soportar la idea de que su exesposa siguiera su vida como si nada, así que haría hasta lo imposible por verla infeliz. Había consultado con varios abogados, investigado a fondo los errores cometidos por su exesposa y recopilado pruebas para poder arrebatarle la custodia.Pero no encontró nada que le sirviera. Sin embargo, se las ingenió para dejarla en una mala posición y así verla sufrir. Por esa razón lo inventó todo. Ahora con la información en la mano, Art