Verónika sintió que el corazón le latía con fuerza en el pecho. No podía creer lo que estaba escuchando.—No puede ser... no puede ser cierto, Sebastian. Por favor, dime que es una broma —susurró, con los ojos llenos de miedo e incredulidad.Sebastian acarició el rostro de Verónika con ternura, tratando de calmarla.—Me hubiera gustado que fuera una broma, Verónika. Pero es la verdad. Adam es el padre de Sídney. Verónika se sentó en la cama, sintiendo cómo su mundo se derrumbaba a su alrededor. Todo parecía sacado de una película. —¿Por qué no me lo dijiste antes? —exigió, con la voz quebrada—. ¿Por qué guardaste esto para ti? ¡Dímelo de una vez por todas, no te quedes callado! Sebastian suspiró, con los ojos llenos de un sentimiento indescriptible.—La verdad, Verónika, es que no sabía cómo decírtelo. Me enfrenté a una encrucijada, sin saber si debía revelarte la verdad o protegerte de algo que sabía que podría lastimarte. Solo hice lo que creí mejor para ti y nuestro bebé. Verón
Verónika despertó desanimada, sintiendo como si la tristeza se hubiese instalado dentro de ella durante la noche. No quería salir de la cama, ni comenzar aquel día que se le presentaba. Cada vez que cerraba los ojos, sus pensamientos negativos parecían arrastrarla hacia una espiral de oscuridad. Respiró profundamente, tratando de encontrar un poco de energía para levantarse, pero la tarea parecía imposible.Sabía que debía cambiar el panorama por sí misma y sonreír. Pero... ¿Cómo hacerlo si estaba clavada en todo ese asunto que solo le causaba algo raro en el pecho? Mientras estaba sumida en su propio tormento mental, un pequeño sonido se filtró en la habitación. Era una vocecita tierna y dulce, pronunciando palabras que parecían estar muy lejanas. Confundida, Verónika dirigió su mirada hacia la puerta entreabierta, sorprendida de ver a su hija Sídney parada allí. ¿Cómo supo que se quedó en la habitación de huéspedes? En todo caso, no debía mostrarse débil o triste, más bien tenía
Verónika se encontraba en la cocina, preparando el almuerzo, no tenía ánimos de nada, pero lo intentaba. Sin embargo, algo en ella se sentía desganado ese día. Las lágrimas comenzaron a escapar de sus ojos mientras cortaba unas cebollas para la ensalada. Se sentía terrible por una sensación inexplicable de tristeza.En ese instante, Sídney entró a la cocina y se percató de las lágrimas en el rostro de su madre. Preocupada, se acercó a ella y la abrazó suavemente. Verónika intentó disimular su tristeza y, con una sonrisa forzada, cambió la expresión. —Mami, ¿por qué estás llorando? Yo te quiero mucho. —No te preocupes, cariño. Solo estoy llorando porque cortar las cebollas me hace llorar. Y yo también te amo. ¿Tienes hambre? —inquirió con la intención de cambiar el tema. No deseaba que su hija se inquietara por ella. Sídney, aún demasiado pequeña para comprender plenamente el significado de las emociones, asintió y decidió no indagar más al respecto. Aceptó la explicación de su ma
En ese momento, Asthon entró apresurado a la oficina al escuchar sus quejidos. Al verlo en ese estado, alarmado, corrió hacia él.—Sebastian, ¿estás bien? —quiso saber preocupado, mientras lo sostenía para evitar que se cayera.El dolor seguía aumentando y la preocupación en los ojos del abogado, solo hacía que empeorara su estado. —Necesito... ayuda —logró articular con dificultad antes de que la debilidad lo venciera y perdiera la conciencia.El hombre, desesperado, llamó rápidamente a una ambulancia y se quedó a su lado, haciendo todo lo posible por mantenerlo despierto hasta que llegara la ayuda médica.Después de unos eternos minutos, la ambulancia llegó y los paramédicos se apresuraron a atender a Sebastian. Lo colocaron en una camilla y lo llevaron hasta la ambulancia, mientras su amigo seguía angustiada y asustado. No estaba seguro si debía avisarle a Verónika, pero supo que sería lo correcto después de todo. Chasqueó la lengua, sintiéndose en un aprieto. En el trayecto ha
Verónika estaba tremendamente nerviosa en ese consultorio. Apenas podía estudiar el lugar mientras permanecía sentada en la silla que el doctor le había indicado que podía usar. Todavía esperaba que el médico comenzara una explicación más detallada sobre lo que estaba sucediendo con su esposo, pero la falta de una respuesta clara la ponía aún más nerviosa. Cada célula de su cuerpo se estremecía al imaginar lo peor.—Según tengo entendido, Sebastián siempre ha sido una persona bastante saludable. No entiendo cómo le pudo pasar algo así —expresó Verónika preocupada.—Entiendo su preocupación. Probablemente su esposo no le haya hablado acerca de lo que está padeciendo. Sufre de angina, que es una enfermedad que pertenece a la cardiopatía isquémica. Esto se debe al estrechamiento y bloqueo de las arterias del corazón debido a la acumulación de placas de colesterol, lípidos y células inflamatorias. Como resultado, se produce una reducción del flujo sanguíneo hacia el corazón, lo que provoc
Verónika no sabía qué hacer para cambiar la expresión y aparentar que realmente no estaba preocupada por el estado de salud de Sebastian estaba a poco de entrar a la habitación. Pero quería mostrarse, serena... calmada, para dejarle saber que no tenía nada de qué preocuparse, pero le estaba costando más de lo que imaginó, ella se tardó más de cinco minutos parada afuera de la habitación en medio del pasillo desolado.Suspiró hondo. Finalmente se armó de valor y entró a la habitación, en poco tiempo sus ojos ubicaron al millonario postrado en esa cama, era tan extraño verlo sin hacer nada, pero viéndolo así le rompió el corazón. Solo quería terminar de llegar y abrazarlo con todas sus fuerzas, dejarle saber que estaba allí para él, que no se apartaría jamás y también prometió que iba a disculparse apropiadamente por el hecho de haberle quitado el trato de un momento a otro. Ahora lo más importante era él. Inspiró profundo, antes de hacerlo, era como si pasaron mil años sin verle. S
Un silencio se apoderó de la habitación mientras Vanessa esperaba la respuesta de su madre. Sabía que estaba arriesgando su vida al hacer aquella llamada, pero también sabía que no tenía otra opción. Su única esperanza era ella. Finalmente, un suspiro angustiado emergió del otro lado de la línea. Su madre no podría dar crédito a lo que decía. —Vanessa, hija, al fin escucho tu voz, ¿dónde estás? —soltó después de mucho —. ¿Por qué no has tomado mis llamadas? —Mamá, estoy secuestrada por Arthur —repitió —. Es la verdad, no bromeó. Ella abrió los ojos como platos, comprendiendo la situación, entonces supo que no fue solo un mal presagio lo que Verónika tuvo, que detrás de todo ese tiempo su ausencia tenía un motivo. —¡Voy a llamar a la policía de inmediato! —aseguró dejando escapar la angustia en su voz.Pero en ese momento escuchó la voz de Arthur y el teléfono se salió de sus manos. El corazón casi se le sale del pecho de solo saber que estaba a punto de ser descubierta. —Mamá,
El sonido de la puerta abriéndose hizo que Vanessa se sobresaltara y soltara un pequeño grito ahogado. Arthur entró en la habitación lentamente, con una sonrisa fría en el rostro, ella había podido poner de nuevo el móvil en su lugar. Sin embargo tenía miedo de que se le notara el nerviosismo potente dominando su sistema, no quería que se diera cuenta de lo que hizo. —¿Con quién estás hablando, eh? —averiguó exigente hasta la médula, mirando fijamente a Vanessa. Vanessa tragó saliva e intentó mantener la calma. Sabía que no podía mostrar señales de debilidad frente a Arthur, no si quería tener alguna posibilidad de escapar. —Nadie, estoy hablando sola. Me estaba volviendo loca encerrada aquí —respondió, forzando una sonrisa. Arthur se acercó a ella lentamente, sus ojos estaban llenos de una peligrosa combinación de furia. —No te atrevas a mentirme Vanessa. No soporto las mentiras. ¿A quién llamabas? —exigió, agarrando bruscamente su brazo. De pronto sintió el dolor agudo de los