Vanessa yacía en el suelo frío de aquella sórdida habitación, sus manos y pies atados con fuerza mientras miraba con odio a Arthur. Su cuerpo temblaba de rabia y angustia, no podía creer que había caído en las garras de aquel despiadado secuestrador.―¡Déjame ir, Arthur! ―suplicó Vanessa, con la voz quebrada por la desesperación.Arthur soltó una carcajada burlona y se acercó lentamente a ella, disfrutando cada segundo del sufrimiento que le causaba.―No, no, Vanessa. No tienes idea de cuánto tiempo he esperado este momento. No tengo intención de dejarte ir hasta que te haya enseñado una buena lección. Además, tengo planes para ti. ¿No te ha quedado claro? Ya basta, eh. Los ojos de Vanessa se llenaron de lágrimas mientras luchaba por contener el miedo. No podía resignarse a quedarse allí, a convertirse en su prisionera.¡No le daría ese gusto! ¡Él no se saldría con la suya! ―¡No puedes hacer esto! ¡No tienes derecho a quitarme mi libertad! ―gritó ella, la furia estaba tomando contro
—Sídney, cariño, ¿qué haces aquí? —inquirió, sorprendida al ver a su hija en ese momentoCreyó que estaría en su habitación. —Escuché voces y pensé que eras tú, mamá. ¿Quién es esa señora? —emitió Sídney, señalando a Jasmine.Era escaso el recuerdo que tenía la niña de su propia abuela, que ahora solo veía a una desconocida. Jasmine la miró con una sonrisa amable y se acuclilló para estar a su altura. Lo que desconcertó a Verónika, porque pensó que solo la iba a ignorar. —Hola, pequeña. Soy Jasmine, la mamá de Verónika. ¿Y tú cómo te llamas?—Soy Sídney, la hija de Verónika. ¿ por qué viniste a casa de mi mamá?La pregunta inocente de la niña hizo que tanto Verónika como Jasmine se quedaran sin palabras. Era evidente que Sídney no conocía la relación complicada que existía entre su madre y su abuela, pero también era lo suficientemente inteligente para saber que nada era perfecto. Su madre decidió intervenir y explicarle a su hija de la manera más sencilla posible.—Sídney, Jasmin
Dejando de lado todo el revuelo causado esos días, se le ocurrió aquel día por la noche realizar una cena especial para su esposo, sabía que Sebastian trabajaba muchísimo y quería darle un momento de tranquilidad. Verónika se esmeró demasiado preparando algo delicioso, incluso su pequeña hija participó en la elaboración de los alimentos con lo que podía, porque a su corta edad estaba limitada. Pero de alguna manera era ingeniosa y aportaba muchísimo al lado de su madre. —¿A mi padre Sebastian le gusta mucho las papas rellenas? La susodicha todavía seguía sintiéndose bastante contenta de solo escuchar a su hija diciéndole "padre" al amor de su vida. —No estoy segura si ha probado esta comida antes, pero a mí me apetece demasiado y seguramente a él también. ¿Y tú? —Se ven ricas. —Vale, ¿por qué no me ayudas a terminar de poner la mesa? yo mientras tanto llamaré a Sebastian y preguntaré por dónde viene. Obediente como siempre la niña asintió y se alejó de su madre. Verónika se extr
Verónika sintió que el corazón le latía con fuerza en el pecho. No podía creer lo que estaba escuchando.—No puede ser... no puede ser cierto, Sebastian. Por favor, dime que es una broma —susurró, con los ojos llenos de miedo e incredulidad.Sebastian acarició el rostro de Verónika con ternura, tratando de calmarla.—Me hubiera gustado que fuera una broma, Verónika. Pero es la verdad. Adam es el padre de Sídney. Verónika se sentó en la cama, sintiendo cómo su mundo se derrumbaba a su alrededor. Todo parecía sacado de una película. —¿Por qué no me lo dijiste antes? —exigió, con la voz quebrada—. ¿Por qué guardaste esto para ti? ¡Dímelo de una vez por todas, no te quedes callado! Sebastian suspiró, con los ojos llenos de un sentimiento indescriptible.—La verdad, Verónika, es que no sabía cómo decírtelo. Me enfrenté a una encrucijada, sin saber si debía revelarte la verdad o protegerte de algo que sabía que podría lastimarte. Solo hice lo que creí mejor para ti y nuestro bebé. Verón
Verónika despertó desanimada, sintiendo como si la tristeza se hubiese instalado dentro de ella durante la noche. No quería salir de la cama, ni comenzar aquel día que se le presentaba. Cada vez que cerraba los ojos, sus pensamientos negativos parecían arrastrarla hacia una espiral de oscuridad. Respiró profundamente, tratando de encontrar un poco de energía para levantarse, pero la tarea parecía imposible.Sabía que debía cambiar el panorama por sí misma y sonreír. Pero... ¿Cómo hacerlo si estaba clavada en todo ese asunto que solo le causaba algo raro en el pecho? Mientras estaba sumida en su propio tormento mental, un pequeño sonido se filtró en la habitación. Era una vocecita tierna y dulce, pronunciando palabras que parecían estar muy lejanas. Confundida, Verónika dirigió su mirada hacia la puerta entreabierta, sorprendida de ver a su hija Sídney parada allí. ¿Cómo supo que se quedó en la habitación de huéspedes? En todo caso, no debía mostrarse débil o triste, más bien tenía
Verónika se encontraba en la cocina, preparando el almuerzo, no tenía ánimos de nada, pero lo intentaba. Sin embargo, algo en ella se sentía desganado ese día. Las lágrimas comenzaron a escapar de sus ojos mientras cortaba unas cebollas para la ensalada. Se sentía terrible por una sensación inexplicable de tristeza.En ese instante, Sídney entró a la cocina y se percató de las lágrimas en el rostro de su madre. Preocupada, se acercó a ella y la abrazó suavemente. Verónika intentó disimular su tristeza y, con una sonrisa forzada, cambió la expresión. —Mami, ¿por qué estás llorando? Yo te quiero mucho. —No te preocupes, cariño. Solo estoy llorando porque cortar las cebollas me hace llorar. Y yo también te amo. ¿Tienes hambre? —inquirió con la intención de cambiar el tema. No deseaba que su hija se inquietara por ella. Sídney, aún demasiado pequeña para comprender plenamente el significado de las emociones, asintió y decidió no indagar más al respecto. Aceptó la explicación de su ma
En ese momento, Asthon entró apresurado a la oficina al escuchar sus quejidos. Al verlo en ese estado, alarmado, corrió hacia él.—Sebastian, ¿estás bien? —quiso saber preocupado, mientras lo sostenía para evitar que se cayera.El dolor seguía aumentando y la preocupación en los ojos del abogado, solo hacía que empeorara su estado. —Necesito... ayuda —logró articular con dificultad antes de que la debilidad lo venciera y perdiera la conciencia.El hombre, desesperado, llamó rápidamente a una ambulancia y se quedó a su lado, haciendo todo lo posible por mantenerlo despierto hasta que llegara la ayuda médica.Después de unos eternos minutos, la ambulancia llegó y los paramédicos se apresuraron a atender a Sebastian. Lo colocaron en una camilla y lo llevaron hasta la ambulancia, mientras su amigo seguía angustiada y asustado. No estaba seguro si debía avisarle a Verónika, pero supo que sería lo correcto después de todo. Chasqueó la lengua, sintiéndose en un aprieto. En el trayecto ha
Verónika estaba tremendamente nerviosa en ese consultorio. Apenas podía estudiar el lugar mientras permanecía sentada en la silla que el doctor le había indicado que podía usar. Todavía esperaba que el médico comenzara una explicación más detallada sobre lo que estaba sucediendo con su esposo, pero la falta de una respuesta clara la ponía aún más nerviosa. Cada célula de su cuerpo se estremecía al imaginar lo peor.—Según tengo entendido, Sebastián siempre ha sido una persona bastante saludable. No entiendo cómo le pudo pasar algo así —expresó Verónika preocupada.—Entiendo su preocupación. Probablemente su esposo no le haya hablado acerca de lo que está padeciendo. Sufre de angina, que es una enfermedad que pertenece a la cardiopatía isquémica. Esto se debe al estrechamiento y bloqueo de las arterias del corazón debido a la acumulación de placas de colesterol, lípidos y células inflamatorias. Como resultado, se produce una reducción del flujo sanguíneo hacia el corazón, lo que provoc