Mi mirada permaneció profundamente clavada en el rostro de la mujer mientras ella miraba a Clay por última vez antes de darse la media vuelta y enfrentarme.

Muchas emociones me envolvieron a tenerla tan cerca. La ira, la rabia, Jesús, era una bomba que explotaría en cualquier instante sino me controlaba.

—Claramente le hice una pregunta.

Mi tono de voz no había ascendido, pues no quería despertar a Clay en medio de un confrontamiento con la mujer que lo había engendrado.

Porque esa era la mujer que tenía frente a mí, la mamá de Clay. La mujer que lo había abandonado.

—La he escuchado —su voz era suave, muy aterciopelada y fruncí el ceño al escuchar el tono grácil con el que hablaba.

Ella suspiró pesadamente y me recorrió completa aparentemente tratando de identificar quien era y cuando el reconocimiento brilló en sus ojos me crucé de brazos y opté una postura defensiva mientras esperaba a que se explicaba.

—Estaba viendo a mi hijo —dijo simplemente.

—No tiene ningún derecho a hacerlo