Capítulo 90 —Soy tu esposaNarrador:Miranda entrecerró los ojos y se masajeó la muñeca adolorida con una sonrisa tensa, recuperando parte de su arrogancia.—Te recuerdo algo, Adler… que tu esposa, soy yo.Roman dejó escapar una risa baja, oscura, completamente carente de humor.—Tú eras mi esposa. Hasta que me robaste y huiste como la cobarde que siempre fuiste.Miranda alzó la barbilla con altanería, pero él vio el leve temblor en sus labios, la forma en que sus manos se crisparon sobre la mesa.—No puedes borrarlo, Diablo. No puedes cambiar los hechos. Por más que hayas firmado un papel con esa mujer, el primer matrimonio siempre cuenta.Roman apretó la mandíbula.—Ese matrimonio murió el día que abandonaste a Sasha.Miranda chasqueó la lengua y lo miró con fingida lástima.—¿Estás seguro? Porque, legalmente, sigues siendo mi esposo.Roman entrecerró los ojos y su expresión se volvió aún más peligrosa.—Si crees que eso te da algún derecho sobre mí o sobre mi hija, estás más jodida
Capítulo 91 —Eres mi esposaNarrador:Roman no reaccionó de inmediato. Solo la miró, su expresión imperturbable, su mirada oscura clavada en ella con un nivel de frialdad que haría temblar a cualquiera. Pero Miranda no era cualquiera. Ella se puso de pie con toda la calma del mundo, ajustó su abrigo con un movimiento elegante y dejó caer una última mirada sobre él, cargada de veneno.—Tienes exactamente veinticuatro horas, Roman. —Él continuó observándola, sin parpadear, sin moverse, como si estuviera analizando cada micro expresión en su rostro. —O me dejas entrar en la vida de Sasha como Julieta, la amiga de su mamá… o todo se sabrá. —Hizo una pausa, asegurándose de que sus palabras penetraran en su mente. —Tu matrimonio con esa niñera quedará anulado en un abrir y cerrar de ojos. Legalmente, sigues casado conmigo, y eso convierte a Aylin en tu concubina, en tu amante, en la otra. —Roman apretó la mandíbula con fuerza. Miranda sonrió. —Claro, tú arreglarás eso en cuestión de horas.
Capítulo 92 —Yo soy el DiabloNarrador:El sonido de la puerta del despacho cerrándose con un golpe seco resonó en la enorme estancia, pero Roman no se detuvo. Su paso era firme, decidido, con la mandíbula apretada y los ojos oscuros fijos en un punto inexistente.Dominic, que ya lo estaba esperando, dejó escapar un suspiro. No necesitaba preguntarle nada para saber que las cosas habían salido mal, pero aún así, tenía que escucharlo de la boca del propio Roman.Observó cómo su amigo se desabrochaba los primeros botones de la camisa con un movimiento tenso, como si la ropa lo asfixiara.—¿Quieres decirme qué carajo pasó allá? —preguntó Dominic con calma.Roman se quedó en silencio un momento. Se sirvió un whisky, giró el vaso entre los dedos y luego, con la voz baja y peligrosa, dejó caer las palabras que Dominic no quería oír.—Miranda está enferma.Dominic frunció el ceño.—¿Enferma?Roman bebió un sorbo antes de asentir con lentitud.—Dice que le quedan meses de vida.El silencio qu
Capítulo 93 —Como dolíaNarrador:Roxanne entró al despacho de Roman con una sonrisa que le iluminaba el rostro. Sus tacones resonaban con firmeza en el suelo de mármol mientras se acercaba a él como si estuviera cruzando una pasarela.—¿Me mandaste llamar? —preguntó, con un deje de emoción contenida que no intentó disimular.Roman alzó la vista desde los papeles que fingía leer. Ladeó la cabeza apenas y le dedicó una media sonrisa que fue suficiente para que el corazón de Roxanne latiera con fuerza.—Sí —dijo con esa voz grave que siempre había logrado desarmarla —Necesito que revises algunos informes de la galería. Quiero reorganizar parte de la colección, y tú tienes buen ojo para ciertas piezas.Roxanne parpadeó, sorprendida pero encantada. Se acercó más, hasta el borde del escritorio, y apoyó las manos con suavidad sobre la madera.—Pensé que ya no confiabas en mí para esas cosas —murmuró, como si se tratara de un reproche disfrazado de ternura.Roman se encogió de hombros con la
Capítulo 94 —Orgullo heridoNarrador:Aylin cruzó los brazos, su pecho subía y bajaba con rapidez contenida.—No me vengas con ese tono, Roman. —Su voz era baja, firme —Fuiste tú quien me pidió que lo intentáramos. Que dejáramos de fingir.Roman cerró los ojos un segundo, como si las palabras lo atravesaran.—Y lo decía en serio —gruñó, acercándose un paso, pero ella no se movió —No estoy jugando contigo.—¿Ah, no? —inquirió, con una risa amarga —¿Y lo del despacho qué fue? ¿Parte de la buena voluntad? ¿De tu plan para “intentarlo”?Roman la miró en silencio. Ese silencio suyo que siempre pesaba más que cualquier grito.—No la toqué —dijo al fin, seco.—No hace falta tocar para mandar un mensaje —respondió ella, fulminándolo con la mirada —Y el mensaje fue clarísimo, Roman. Fuiste tú el que me propuso esto. Pero parece que se te olvidó.Roman tensó la mandíbula, como si estuviera peleando contra algo mucho más fuerte que ella.—No se me olvidó nada.Aylin bajó la mirada apenas, tragan
Capítulo 95 —Con las manos vacíasNarrador: Aylin no pudo quedarse en el dormitorio. El aire se sentía denso, irrespirable. Cada rincón de esa habitación olía a él, sabía a él, y cada cosa a su alrededor le recordaba que, por más que Roman le hubiera prometido algo, en el fondo seguía siendo el mismo diablo de siempre.Salió en silencio, con los pies descalzos y el corazón deshecho. Atravesó el pasillo sin rumbo, hasta que sus pasos la guiaron al jardín. Y ahí estaba. La banca. Esa maldita banca donde todo había comenzado.Donde, la noche de su cumpleaños, él la había besado por primera vez.Donde por primera vez no había sido el mafioso temido, sino un hombre roto, con una copa de vino en la mano y un dolor que ella no supo nombrar.Se sentó despacio, como si el recuerdo todavía habitara el aire, como si esa Aylin ingenua de entonces todavía estuviera ahí, creyendo que podría cambiarlo.La misma banca que había sido testigo del inicio de algo que, en ese entonces, ni siquiera se ani
Capítulo 96 —Humana y rotaNarrador:Roman no había dormido ni una maldita hora.Había amanecido sentado en su despacho, con los codos apoyados en la mesa y la mirada clavada en el vacío como si pudiera detener el tiempo solo con desearlo. Pero el amanecer llegó igual. Insoportable, inevitable.Cuando Dominic entró, ya lo esperaba.—Quiero que la lleves tú —dijo sin levantar la vista.Dominic se detuvo en seco.—¿Aylin?Roman asintió apenas.—Hoy se va. Quiero que la acompañes personalmente a la casa donde vivirán su abuela y su hermano. Y que revises todo. Seguridad, accesos, salidas, cámaras. No me importa el costo. Quiero guardias fijos apostados. Los mejores hombres que tengamos. Que nadie pueda acercarse sin que yo lo sepa antes.Dominic lo observó en silencio por un instante.—¿Estás seguro que esto es lo mejor?Roman finalmente alzó la mirada.Y en esos ojos oscuros había una sombra que Dominic no recordaba haber visto antes. No era rabia, no era furia, era vacío, era pérdida.
Capítulo 97 —Porque a veces, papá… el amor no es eterno.Narrador:La mañana se deslizaba con una lentitud insoportable en aquella casa silenciosa. Aylin bajó las los escalones descalza, con una taza de café entre las manos y la expresión perdida, el cabello recogido de cualquier manera y una sudadera holgada que colgaba sobre uno de sus hombros. No había puesto música. No había encendido la televisión. Solo el leve goteo del grifo en la cocina y el tic-tac del reloj marcaban el tiempo.Aylin había pasado la noche en silencio, envuelta en una tristeza espesa que no la dejaba dormir. La casa estaba vacía, demasiado silenciosa. Su abuela y su hermano aún no habían llegado y, aunque sabía que pronto lo harían, la soledad le pesaba como una losa.A media mañana, el timbre sonó. Era Dominic.—Buenos días —saludó, con una sonrisa discreta mientras sostenía una bolsa con víveres —No vengo a molestar. Solo a asegurarme de que tengas lo necesario.Aylin frunció el ceño, pero se hizo a un lado