Capítulo 43 —Los coches ne*grosNarrador:El calor pegajoso la golpeó en cuanto bajó del avión.El aire denso, lleno de polvo y humedad, se coló en sus pulmones con la primera bocanada de realidad. Había vuelto. Pero no como lo imaginó. No con la frente en alto, con éxito, con un futuro brillante por delante. Regresaba con las manos vacías. Como una fracasada.Caminó por el aeropuerto sin mirar a nadie. Solo quería salir de allí, desaparecer.La bolsa con sus pocas pertenencias pesaba en su hombro, pero el verdadero peso estaba en su pecho.El auto de su familia no la esperaba. No había nadie para recogerla.Su abuela estaba demasiado enferma para moverse, su hermano… ¿Sabía siquiera que ella llegaba hoy?Apretó los dientes, avanzando entre la multitud. La gente hablaba, reía, se reencontraba con sus seres queridos.Aylin estaba sola. Cerró los puños, sintiendo la rabia en la garganta.No iba a llorar, no aquí, no en este mal*dito aeropuerto que la escupía de vuelta como si nunca hubi
Capítulo 44 —CasaNarrador:Aylin seguía sin moverse. Era irreal. Roman Adler, sentado a la mesa de su casa, con una taza de té en la mano, charlando con su abuela como si fuera cualquier otro visitante. Pero no lo era. Y él lo sabía.Roman levantó la mirada cuando la vio entrar. Esa sonrisa lenta, arrogante, suya, apareció de inmediato.—Hola, Aylin, ha pasado mucho tiempo. —El estómago se le contrajo. No podía moverse, no podía ni respirar. Roman inclinó la cabeza, estudiándola. —¿No piensas saludarme?Su abuela le sonrió, completamente ajena a la tensión que acababa de inundar la habitación.—Mi ni*ña, ven, el señor Roman ha sido un encanto. Vino hasta aquí solo para verte.Aylin tragó saliva, clavada en el suelo.Roman la observó con tranquilidad, como si disfrutara cada segundo de su reacción. Porque lo hacía.—Lindo lugar. Acogedor.Ella apretó los labios. No podía hablar, no podía procesar nada.Su abuela se puso de pie con una sonrisa.—Voy a traer más té. No te muevas, ni*ña.
Capítulo 45 —No es vida, es supervivenciaNarrador:Aylin sintió un escalofrío recorrerle la espalda. El ruido lejano de la calle, el leve silbido del ventilador moviendo es espeso aire de la habitación, incluso el sonido de su propia respiración… todo se apagó con esas dos palabras. Su lengua se pegó al paladar. No podía haber escuchado bien. No podía. Tragó saliva, sintiendo su propia voz temblar cuando habló.—¿Qué dijiste?Roman se acomodó en la silla con esa calma letal que la desesperaba, que la desarmaba. La miró directo a los ojos y, sin una pizca de duda, lo repitió.—Nos casaremos.Aylin se puso de pie de golpe, casi volcando la silla en su impulso.Roman no se movió. Solo la siguió con la mirada mientras ella comenzaba a caminar por la habitación, cruzándose de brazos, apretando los labios, negando una y otra vez con la cabeza.—¿Te volviste loco? —soltó, con una risa nerviosa, incrédula—. ¿Casarnos? ¡Eso es una locura!Roman inclinó la cabeza apenas, apoyando un codo en el
Capítulo 46 —No voy a rendirmeNarrador:El aire entre ellos se volvió denso, irrespirable.Los ojos de Roman ardían con algo oscuro, algo salvaje, algo peligroso.—Pues mala suerte, Escalante… porque ya lo haces.Y sin darle tiempo a reaccionar, la tomó del rostro con ambas manos y la besó.No fue un beso dulce, no fue un beso paciente.Fue un choque de cuerpos, de respiraciones, de alientos mezclados con rabia y deseo.Aylin soltó un jadeo contra sus labios, intentando apartarlo, pero él la sujetó con más fuerza, haciéndola retroceder hasta que su espalda chocó contra la pared.Forcejeó, con las manos apretadas contra su pecho, sintiendo el calor abrasador de su piel, sintiendo cada fibra de su cuerpo arder al contacto. Pero él no se detuvo.Su lengua se deslizó en su boca con la misma arrogancia que tenía al hablar, con la misma intensidad con la que la miraba. La devoró, la reclamó. Y Aylin se rindió.Porque maldita sea, él tenía razón, ya le pertenecía.Sus manos dejaron de empu
Capítulo 47 —No quier amarloNarrador:Roman salió de la ducha y tomó una toalla para secarse el cabello. Se vistió con calma, optando por unos pantalones oscuros y una camisa ne*gra con las mangas dobladas hasta los codos. No era un hombre de ceremonias, pero tampoco uno que se presentara desarreglado, ni siquiera en un lugar tan apartado como aquel.Cuando bajó al comedor, sus hombres ya estaban allí, esperando. La mesa estaba llena de comida casera, abundante y bien servida, preparada por la esposa de Santiago. Ella, una mujer de figura robusta y mirada aguda, le sonrió con respeto y le sirvió un plato sin que tuviera que pedirlo.—Bienvenido a mi hogar, jefe. —dijo con calidez—. Espero que la comida sea de su agrado.Roman asintió con un gesto breve.—Lo será.Santiago se sentó frente a él, mientras los demás hombres tomaban su lugar en la mesa. La conversación comenzó con temas triviales, pero poco a poco, la atención se centró en él.—Es un honor tenerlo aquí. —dijo uno de los h
Capítulo 48 —NegociosNarradro:Aylin apenas había puesto un pie en la fábrica cuando su estómago se contrajo en un nudo violento.El ambiente estaba extraño. Algo en el aire pesaba más de lo normal. Los trabajadores murmuraban entre ellos, las miradas se desviaban hacia la entrada, y cuando ella levantó la vista, el motivo de toda esa tensión se le estampó como un golpe seco en el pecho. Roman Adler.Él subía las escaleras con la misma seguridad letal de siempre, flanqueado por Dominic y un par de sus hombres, todos vestidos de ne*gro, todos exudando una autoridad que no pertenecía a ese lugar.Aylin sintió la sangre huirle del rostro.¿Qué mier*da estaba haciendo ahí?Roman no miraba a nadie. Su atención estaba fija en el pasillo que conducía a la oficina del dueño de la fábrica. Su andar era implacable, como si la reunión ya estuviera ganada antes de siquiera empezar.Pero en el último peldaño de la escalera, como si algo invisible lo hubiera llamado, se detuvo, giró la cabeza y la
Capítulo 49 —Su ReinoNarrador:Los días pasaron y Roman no se acercó a ella. No la miraba, no la provocaba, no la buscaba.Era como si, después de comprar la fábrica, hubiera decidido simplemente ignorarla. Y eso la estaba volviendo loca.—Ese hombre es una mal*dita bomba de tiempo —murmuró Aylin, revolviendo con impaciencia el café en la mesa de la cocina de Natalia.Su prima la observó con una media sonrisa, apoyando la cabeza en una mano.—¿Y por qué te importa tanto cuándo explote?Aylin apretó los labios, bajando la vista al líquido oscuro en la taza.—Porque lo conozco. Y sé que no se va a quedar tranquilo mucho tiempo.Y no solo era eso. El pueblo había cambiado. Se notaba en el ambiente, en las miradas esquivas, en el murmullo que recorría las calles con cautela. Desde que Roman Adler había llegado, la gente hablaba más bajo, caminaba más rápido, evitaba hacer preguntas.Y lo peor de todo... Se había llenado de caras nuevas, hombres desconocidos, de trajes oscuros, armados y
Capítulo 50 —El despidoNarrador:El aire en la oficina se sentía denso. Cargado. Como si cada partícula estuviera impregnada con la presencia implacable de Roman Adler.Aylin cerró la puerta tras ella sin apartar la vista de su espalda. Él no se giró de inmediato. Seguía con las manos en los bolsillos, observando la ventana con una calma que, en él, siempre significaba algo peor. Algo peligroso.Luego de unos segundos eternos, Roman finalmente se volvió. Sus ojos la atraparon al instante. Oscuros, fríos, sin una pizca de emoción.Ella sintió el estómago contraerse.Sobre el escritorio había una hoja, algo impreso había en ella que no pudo distinguir desde donde estaba. Con una pluma sobre ella, pero no era cualquier pluma, era la pluma que ella le había regalado por su cumpleaños. Y junto a la hoja, descansaba un sobre cerrado.Aylin entrecerró los ojos.—¿Qué es esto?Roman caminó lentamente hasta el escritorio y apoyó ambas manos sobre la madera pulida, inclinándose apenas hacia el