Capítulo Dos

—Te estoy hablando Gabriela, ¿acaso no escuchas?, todos sabemos que eres la preferida del jefe, pero…

— ¿Pero qué, señorita Daniela? ¿Acaso ya termino lo que solicite esta mañana? o ¿Tiene mucho tiempo libre, para estar molestando a las demás personas?

— ¡L-licenciado! Yo… yo… trabajo en eso, solo me he levantado p-para...

—No me importa para que se levantó, fui muy claro con usted esta mañana. Ese documento debe estar sobre mi escritorio en una hora, no cuando termine de hacer sus investigaciones sobre un tema irrelevante. Asegúrese que este en mis manos a la hora indicada, de lo contrario vaya buscando otro trabajo, y lo mismo va para todos ustedes; esto no es un circo, son oficinas, así que a trabajar que para eso se les paga.

¡Vaaaaalge Dios! Pero qué tipo, yo si me lo ando llevando a la cama en este momento. Lo amarro y me lo como por lo menos todo el fin de semana, con las ganas que traigo y la falta que me hace no creo poder contenerme por mucho tiempo.

Yo pensé que era la única chocante mal humorada en esta empresa, sin embargo, este bombón sí que tiene lo suyo, y no estoy hablando en doble sentido, por primera vez estoy hablando en serio… muy enserio.

No me había dado tiempo de responderle a “Mis Arrastrada”, pero él ya la había puesto en su lugar con tan pocas palabras, junto a la bola de chismosos que se detuvo a ver el circo ante el interrogatorio que Daniela me había lanzado significativamente.  

¡Gracias Diosito!, ¡gracias! Quiero unos veinte más así en esta oficina para ver si las cosas se hacen más rápido, de aseguro me vuelvo millonaria en cuatro meses, y ahora si podría viajar por todo el mundo sin que nada me preocupe.

Pero ni crea esa tipa que le voy a dejar pasar su impertinencia, no me gusta ser alarde de mí poder con los jefes, esta vez me veré en la penosa necesidad de hacerlo.

«Como si me costara trabajo ser malévola, a veces pienso que mis papas me agarraron de experimento y me inyectaron algo por el estilo, porque me sale naturalito, naturalito»

«Te costará mucho trabajo hacerlo, si hasta pareces la hija de maléfica»

«Aunque no lo creas, no me gusta hacerlo, pero mejor cállate conciencia que tú eres peor que yo cuando algo se te mete en la cabeza»

«Solo por eso te perdono, es bueno que me tengas miedo, ahora investiga ¿Quién es este bombón? Debemos conocerlo mejor, antes de que alguien más se lo lleve a la cama. Ya sabes que las cosas usadas no me gustan, debemos ser las primeras para dejarle a la perrada las sobras»

« ¡Hay no puede ser!, me cae que tu no aprendes. Te voy a castigar, ya te lo dije, no me metas en más problemas de los que ya tengo»

«Dios que te perdone, yo no te meto en problemas, yo solo sugiero lo que se ve bien en esta vida y eso bomboncito cuerpo de uva, se ve delicioso. No me lo imagino todo desnudo a nuestra merced, amarradito en la cama, cubierto de fresas con crema y...»

«Ya, ya, ya ¡Cállate!, no me puedo concentrar y disfrutar de lo que acaba de pasar»

Quien que me viera hablando con mi conciencia, diría que estoy completamente loca, hasta terminaría internada en un manicomio. Pero como les explico que ella ha estado conmigo desde que tengo uso de razón, se ha convertido en mi amiga fiel, ha secado mis lágrimas y cuidado de mis sueños «perversos, pero sueños al fin».

Por estar peleando con mi conciencia, me olvide de las personas que tenía enfrente hasta que una mano me apretó fuertemente el hombro derecho, como si quisiera romperlo.

¡Por los clavos de cristo!, ¡Que susto!

—Te estoy hablando ¿te comieron la lengua los ratones? o ¿vas a seguir peleando con tus compañeros en lugar de trabajar?

Lo que me faltaba, por lo visto hoy no era mi día, si no me pude desquitar de Daniela, este tipo pagaría las consecuencias. Nadie me grita, tampoco me toca, en menos de un minuto él había hecho las dos cosas sin medir las consecuencias, por muy papi chulo que estuviera no lo iba a dejar pasar sus imprudencias, para esta pobre e indefensa niña que solo pide un vasito de coca cola para aliviar sus males.

« ¿Niña indefensa? Ahora si me hiciste reír, mejor no me hagas hablar porque puede salirte muy caro el asunto»

«No ayudes comadre, mira que te toca una parte de lo que soy»

Lo siguiente que se escuchó en toda la oficina, fue mi mano estrellándose con su mejilla. Para ese momento, todas las miradas estaban puesta en nosotros, es más, creo que desde que Daniela empezó a gritarme ya todos estaban atentos a lo que sucedería «así o más chismosos, ojala les crezca la nariz como a pinocho»

— ¿Pero qué te has creído? —grito el bombón con cara de pocos amigos, con un acento totalmente inconfundible.

«Maldición me acabo de mojar toditititita, no me quiero imaginar cómo gritara en la cama después de unos cuantos orgasmos»

Si pensó que con su cara de palo me iba acobardar, estaba muy equivocado. No sabía quién era a la perra que tenía enfrente, además de que se atrevió a gritarme; tal vez eso funciono con Daniela, no conmigo; no papacito, a mí nadie me grita y vive para contarlo.

—Sepa usted caballero que no me he creído nada, soy, que es muy diferente. De gracias al osito bimbo y todos sus panecitos que no tengo tiempo para darle una buena paliza, de lo contrario ya estaría en el hospital —mencione sin dejar de mirar esos ojos tan perversos que me hacían querer practicar el Kama-Sutra completo de tan solo mirarlo e inventar nuevas posiciones.

—Gabriela, te está buscando el jefe —murmuro mi asistente, que venía corriendo al verme pelear con aquel espécimen tan hermoso.

—Gracias Eli, recuerda ir por mí en cinco minutos, cinco minutos. Tengo mucho trabajo y no quiero seguir perdiendo mi tiempo.

—Sí, estaré pendiente; ya sabe que puede confiar en mí.

No es que mi asistente fuera irrespetuosa, no le veía la necesidad de llamar a alguien por su título nobiliario, al final todos somos seres humanos que merecemos ser tratados con respeto. Me costó mucho que no los usara conmigo, después de un tiempo había entendido mi punto de vista, mi relación con ella era de lo mejor; era una de las pocas personas por la que me preocupaba en la oficina.

Me retire de la sala, no sin antes darle una mirada de satisfacción al chico que minutos antes se había chocado con la palma de mi mano, al igual que al resto de los presentes. Era una forma de intimidarlos, hacerlos callar hasta que me fuera, era mi especialidad. No podía evitar sus cuchicheos todo el tiempo, era algo que me daba paz por unos segundos, no poder escucharlos.

Mi caminar a la oficina del jefe fue suficiente, para saber que tenía un enemigo más en la oficina. Un enemigo que segundos antes, había puesto en su lugar a la perra de Daniela, por lo menos no lo engatusaría y trataría de ponerlo en mi contra «eso ya es ganancia».

No cabe duda que soy la mejor haciendo amigos, cuando me lo propongo. Tan bueno que esta el condenado, y me viene a caer gordo con su machismo innecesario, bien dicen, que no se puede ser perfecto en todo.

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