Capítulo Cuatro

POV Sebastián.

Todos piensan que trabajar con tu familia es fácil, sin embargo, la realidad está muy lejos de lo que aparenta ser. Mi padre es muy exigente en cuanto a trabajo se refiere, no me perdona que llegara tarde en mi primer día.

¿La verdad? yo tampoco.

Aunque sea el hijo del dueño de esta empresa, debo dar lo mejor de mí; hace tiempo que no estoy en el medio, tengo mucho por aprender de él, antes de que se vaya de luna de miel eterna como pretende.

Las horas se me pasaron volando, junto a mi padre todo es entretenido a pesar de sus años; tiene una chispa que motiva a todos a seguir adelante y hacer las cosas con la mejor de las actitudes, por eso es tan querido.

No estoy familiarizado con el personal que tenemos en la empresa, nos faltan algunas reuniones para las respectivas presentaciones, entre ellas se encuentra conocer a mi futura niñera, pero el hambre es más grade que yo. En este momento sería capaz de comerme veinte kilos de pasta en salsa pomodoro con mucho queso y una copa de vino dulce espumoso, mientras disfruto de una hermosa vista en alguna terraza.

Moriría por estar sentado en la mesa de mi restaurante favorito, al cual no he podido ir por estar trabajando, esperando a que la súper ejecutiva de la empresa se desocupe y pueda atendernos, a mi padre y a mí. Sí, así como leen, debemos de esperarla hasta que se le dé la gana venir.

Han pasado exactamente dos horas desde que inicio la jornada laboral y la princesita no se ha dignado en aparecer por la puerta de mi padre. No entiendo como la tolera tanto, puede ser la mejor ejecutiva de la empresa, pero eso se terminó. Desde que asuma el puesto, tendrá que reportarse cada media hora si se me da la gana a esta oficina o será despedida. No me importa que mi padre ponga el grito en el cielo, nadie estará por encima de mí, a menos que sea en la cama.

«Como siempre pensando con la cabeza de abajo»

«No veo que te quejes nunca»

La desvelada y la falta de alimentos ya me estaban pasando la factura, mi mal humor se hizo presente en menos de lo que canta un gallo, unos gritos afuera de la oficina de mi padre me estaban dando un severo dolor de cabeza. Tal parece que las cosas no son tan simples, lejos de ser una oficina, parecía un parque de diversiones con niños gritando por todos lados.  

No lograba distinguir el tema sobre el que hablaban, mi cerebro solo capto una molestosa voz chillona que irritaba sobre manera mis oídos. Antes de que mi padre me pudiera decir algo, me pare de prisa de mi silla, corriendo como bala a callar tanto alboroto.

La escena que se desarrollaba era más que deprimente, la secretaria de mi padre, gritaba como loca demente a una chica que ni se inmutaba en responderle «que temple, la quiero para mi» peleaban por algo de unos regalos. Para regalos estaba yo, que moría de hambre por estar esperando a la súper heroína de mi padre.

Mi paciencia había llegado al límite, antes de que Daniela pudiera continuar con sus estupideces, le grite para que dejara de hacer una tormenta en un vaso de agua. Nadie se ha muerto por no recibir un puto regalo en esta vida.

— ¿Pero qué señorita Daniela? ¿Acaso ya termino lo que le he pedido esta mañana? o ¿tiene mucho tiempo libre, para estar molestando a las demás personas?

Como era de esperarse, no contaban que llegara a ver todo el show que tenían montado. Tal parece que ante mi padre pone su carita de no mato una mosca, esto también se terminó.

— ¡L-licenciado! Yo… yo… trabajo en eso, solo me he levantado p-para...

—No me importa para que se levantó, fui muy claro con usted esta mañana. Ese documento debe estar en el escritorio en una hora, no cuando usted termine de hacer sus investigaciones. Asegúrese que este en mis manos a la hora indicada, de lo contrario vaya buscando otro trabajo, y lo mismo va para todos ustedes, esto no es un circo.

Pero qué tipa, se ocupa de todo menos de sus obligaciones, creo que más de uno saldrá por esa puerta en mi primera semana de trabajo. Es tiempo de actuar con mano dura en esta empresa y sacarla adelante.

Después de llamar la atención a Daniela, hice lo mismo con el resto de las personas, solo falta la chica de cabello castaño parada delante de mí. A estas alturas ya nada me importaba, más que terminar con la reunión pendiente para ir a comer, mis tripitas me gruñían por no poder complacerlas desde que salí de la casa.

Por más que hablara la chica no se inmutaba con mi presencia, una estatua de piedra no le ganaba, no sé si era estúpida o se hacía. Yo no estaba para juegos, la tome por el hombro lo más fuerte que pude a ver si reaccionaba. Sé que soy irresistible, pero odio a las personas que me miran como ella lo estaba haciendo en esos momentos.

— ¡Te estoy hablando! ¿Te comieron la lengua los ratones? o ¿vas a seguir peleando con las personas por un regalo? —fue todo lo que alcance a decir, antes de tener un golpe en mi cara. Si, así como leen, la pequeña bruja impacto su mano contra mi bello y hermoso rostro, dándome un golpe que acomodo todas mis neuronas del cerebro.

Eso no se lo perdonaría jamás, hace unos momentos salve su culo delante de todos y ahora me trata de esa manera ¿Quién rayos se cree para tratarme de esa manera? tendría que enseñarle una pequeña lección.

— ¿Pero qué te has creído? —grite delante de todos con cara de pocos amigos.

—Sepa usted caballero que no me he creído nada, soy, que es muy diferente. De gracias al osito bimbo y todos sus panecitos, que no tengo tiempo para darle una buena paliza, de lo contrario ya estaría en el hospital —respondió sin dejar de mirarme de manera perversa, con esos ojos marrón que invitaban a pecar.

¡Qué diablos estaba diciendo!, me ha faltado al respeto delante de todos, ella será la primera persona en irse este día. Conmigo nadie juega, hoy he tolerado demasiadas cosas, ¡Ya no más!

Antes de que pudiera responderle a sus comentarios, se había marchado como si nada con una mirada aterradora para sus compañeros, y con un aire de superioridad que desplegaba arrogancia por todos lados.

La vi marcharse en dirección a la oficina de mi padre, lo que me hizo pensar que era una más de las secretarias a su disposición, a la cual le daba ciertos permisos para comportarse de esa manera. Una perra más que alejar de mi vida, sin duda este tipo de personas me seguían como las abejas a la miel.

Con alguien tenía que desquitar mi enojo, así que mire fijamente a Daniela que todavía estaba frente de mi con su cara de mil quilos de maquillaje y cara de tonta.

— ¿Se te perdió algo? o ¿Debo enseñarte como hacer tú trabajo?

—No, no Licenciado —dijo la chica toda roja de la reprimenda que le estaba dando, delante de los demás.

—Entonces, ¡lárgate a tú lugar! Eres la causante de todo este espectáculo, si estuvieras haciendo lo que te correspondía nada de esto hubiera pasado.

—Yo… yo… yo… ¡Lo siento mucho! La culpable de todo es Gabriela, nunca quiere convivir con nosotros, piensa que está por encima de nosotros, y puede hacer lo que quiera todo porque el jefe la apoya siempre.

— ¡Me importa un carajo si lo hace o no!, se les paga para trabajar no para venir a socializar entre ustedes o preocuparse por un regalo. Que les quede claro una cosa a todos, no soy mi padre, a partir de ahora las reglas cambiaran en esta oficina, están a tiempo de irse por voluntad propia o de lo contrario no tendré piedad con cada uno de ustedes cuando revise sus trabajos.

Ahora entendía porque mi padre estaba enfermo, si sus empleados no acataban ninguna de las indicaciones. Me costaba creer que un Salvatore fuera don dócil con las personas que no son de su familia.

Grandioso día el que estaba teniendo, desvelado, sin desayunar, los regaños de mi padre, la ejecutiva estrella que no aparece y estas tipas pelando por un regalo. De seguir me volvería loco en poco tiempo, no pensaba aguantar un segundo más, me llevaría a mi padre a comer le gustara o no, después regresaríamos a seguir esperando a la dichosa niñera que me pondrían.

Durante mi paso a la oficina de mi padre, todos me miraban como si fuera un fantasma, nadie se atrevió hablar, y fue lo mejor que pudieron haber hecho. En mi mente solo tenía grabado el nombre de Gabriela, la de los ojos marrones perversos. De ella me encargaría más tarde, para ser exactos en cuanto llegara a la oficina, solicitaría su expediente a Recursos Humanos. No la dejaría ir tan fácil, pagaría por su atrevimiento de la peor manera. Pero antes, era momento de ubicar a la tal Gaby, llevaba horas esperando a que apareciera, y no tengo su puto tiempo.

Camine sin mirar atrás a toda la bola de inútiles que estaban en el piso cuchichiando, la puerta estaba cerrada con seguro, ¡Lo que me faltaba! mi padre teniendo su desliz en plena oficina, faltaba que me cayera un rayo en plena sequía. 

Me llene de ira, no permitiría que el honor de mi familia quedara manchado por una simple empleada, ahora si la ponía de patitas en la calle. Mi corazón se paralizo al escuchar las palabras de aquella mujer que minutos antes, se atrevió a tocarme.

— ¡Vamos cariño, te queda hermoso!

— ¡Eres la mejor! —menciono mi padre, con voz de orgullo nuevamente.

— ¿Verdad que sí? Siempre lo he dicho.

Fue todo lo que logre escuchar, mi sangre hervía como lava hirviendo saliendo de un volcán. Mi madre no se merecía una traición, ella amaba a mi padre los 365 días del año las 24 horas del día, como pudo caer tan bajo. Di una patada con todas mis fuerzas a la puerta, quería encontrar a ese par con las manos en la masa, así sería más fácil deshacerme de ambos, principalmente de esa mujerzuela.

Mi corazón palpitaba fuertemente, pensando encontrarme con la peor de las escenas, sin embargo, lo que vi me dejo totalmente sorprendido y anonadado.

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