Capítulo 11

Su respiración se agita, siento los latidos de su corazón acelerarse y cuando oculta su rostro entre la curvatura de mi cuello y de mi clavícula, aspirando mi olor natural, aparto la mano y un ligero temblor domina mi cuerpo.

—Abel —musito lento.

—Ahora no, Nat —su voz es ronca, varonil y gélida—. Te odio.

Sus palabras son duras y me golpean el pecho, haciéndome caer en la realidad ¿qué hacía con Abel? Estaba en ropa interior, y él prácticamente había cruzado la línea que ponía entre los hombres y yo.

—Entonces suéltame —le pido.

—¿Nat?

La voz de Zed a las afueras hace que tanto Abel como yo nos separemos, él se pasa una mano

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