ARDIAN La luz tenue de la lámpara de mi despacho iluminaba un par de documentos desordenados sobre el escritorio. Me sentía extraño, como si algo en mi interior estuviera a punto de romperse. “¿Qué es lo que se me está escapando?”, pensé mientras pasaba la mirada una y otra vez sobre las hojas, buscando alguna clave que me recordara lo que parecía olvidado. La anciana Greta apareció con una taza de té humeante, su rostro surcado por arrugas que contaban más historias que cualquier libro. —Aquí tienes, Ardian. Un té para aclarar esos pensamientos —dijo con su voz suave pero firme. —No, gracias, Greta. No tengo tiempo para eso —respondí, aunque el aroma del té me tentaba. —Siempre es buen momento para un té, querido —insistió, acercándome la taza con una sonrisa maternal—. A veces, un pequeño descanso es justo lo que necesitas. Ceder a su insistencia resultó más fácil de lo que esperaba. Tomé la taza y, a regañadientes, di un sorbo. El sabor era reconfortante, pero mi mente seguía
LENI Me sentía como un títere al que le habían cortado las cuerdas. La elección de Ardian por Melisa era como una espada afilada atravesando mi pecho, y cada latido de mi corazón se volvía más pesado y lento. La conexión que una vez compartimos parecía desvanecerse en el aire, como el humo de un fuego extinguido, y no podía evitar preguntarme si alguna vez había sido real. Cerré los ojos, sintiendo cómo la oscuridad me envolvía, y en ese instante, decidí dejarme caer. —Leni, ¡no! —resonó una voz a mi alrededor, pero era demasiado tarde. Me dejé llevar por la gravedad de mi dolor, cuando, de repente, unas manos fuertes me atraparon, salvándome de una caída inevitable. —¿Qué demonios estás haciendo? —dijo mi padre, mientras me mantenía firme en su abrazo. Me miró con preocupación, los ojos entrecerrados, como si intentara ver más allá de la superficie. —No quiero volver —susurré, el eco de mi sufrimiento sonando en cada palabra—. No quiero regresar a donde no soy deseada. Papá, con
ARDIANDesperté con la cabeza llena de nubes y una sensación de desorientación que apenas podía soportar. La luz del día se filtraba a través de las cortinas, y durante un momento, me pregunté dónde estaba. El silencio del lugar me envolvía, y cada segundo que pasaba parecía un eco de las decisiones que me habían traído hasta aquí. Mientras mi memoria comenzaba a despejarse como la niebla de la mañana, un torrente de recuerdos me golpeó como una ola: Leni, Melisa, el puente. Las voces en mi mente resonaban con fuerza.—Por fin despiertas. Creí que ya habías muerto —dijo una voz áspera. Levanté la vista y vi a Reinhold, su rostro marcado por la gravedad de la situación.—Recuerdo todo —respondí, tratando de mantener la calma, aunque el caos de mis pensamientos se desbordaba. Recordaba cada instante, cómo Leni había caído y cómo, por razones que aún no comprendía, había elegido salvar a Melisa.Reinhold me observó con una mezcla de desdén y preocupación.—Eso no debería ser suficiente.
LENI Siempre había creído que los momentos importantes de la vida estaban precedidos por una especie de anticipación. Pero aquí estaba yo, en medio de una noche de baile, sintiendo que mi estómago se convertía en un nudo mientras Dax se acercaba para invitarme a bailar. Su sonrisa era contagiosa, pero la idea de moverme al ritmo de la música con él me llenaba de nervios. —Leni, ¿quieres bailar? —preguntó Dax, su voz resonando entre los murmullos de la multitud. —Claro, Dax —respondí, intentando sonar más segura de lo que realmente me sentía. Pero, al tomar su mano, una oleada de recuerdos de nuestra infancia inundó mi mente, y me pregunté si realmente estaba lista para esto. Mientras nos movíamos al compás de la música, no pude evitar recordar aquellos días en que jugábamos en el parque. La risa de Dax resonaba en mi memoria mientras él comenzaba a contar una de nuestras anécdotas. —¿Recuerdas cuando intentamos construir esa fortaleza con cajas de cartón? —dijo, riendo—. Pensamos
NARRADOR OMNISCIENTE El aire en la habitación era denso, cargado de tensión y secretos que se desbordaban como el agua de un vaso a punto de rebosar. Leni, con la mirada nerviosa y las manos entrelazadas, se encontraba frente a Reinhold, quien, con la frente fruncida, parecía debatir entre el deber y la lealtad. Leysa, su amiga y confidente, estaba a su lado, intentando mediar en una situación que amenazaba con desmoronarse. —Reinhold, por favor —imploró Leni, su voz temblando ligeramente—. No puedes decirle nada a Ardian. No ahora. Reinhold la miró fijamente, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de preocupación y determinación. —¿Y por qué no, Leni? —respondió, su tono firme—. Él tiene que saber que vas a ser madre. Esto no es algo que se pueda ocultar. —No lo entiendes —intervino Leysa con un tono persuasivo—. Si Ardian se entera ahora, podría reaccionar de una manera que no podemos prever. —¿Y qué sugieres? —preguntó Reinhold, su paciencia comenzando a desvanecerse—. ¿Que s
LENI Me encontraba sentada en el borde de mi cama, sintiendo la suavidad de las sábanas contra mi piel, pero sin poder concentrarme en nada más que en el vientre que comenzaría a abultar levemente en unas semanas. Era un milagro y, al mismo tiempo, una condena. No podía creer que estaba embarazada de Ardian. La noticia se había desbordado como un torrente en mi mente, aplastando cualquier rayo de esperanza que pudiera haber tenido de libertad. La imagen de mi padre resonaba en mi cabeza, su advertencia clara y directa: “Piensa bien si vas a tener al bebé. Tu madre no lo va a permitir.” Las palabras retumbaban en mi mente como un eco que no podía silenciar. —¿Qué voy a hacer? —susurré, sintiendo una mezcla de temor y determinación que me invadía. Todo el mundo parecía estar en mi contra, y la idea de que mi madre se enterara de mi estado era aterradora. Sabía que habría enemigos acechando en las sombras, dispuestos a arrebatarme la vida a mí y a mi hijo antes de que siquiera naci
NARRADOR OMNISCIENTE El aire frío del castillo se sentía más pesado que de costumbre, como si las paredes absorbieran la angustia que se avecinaba. Rihannon, con su porte majestuoso y su mirada decidida, había llegado acompañada de Dax, de intenciones nobles cuya voluntad aún estaba por forjarse. La madre de Leni, con un leve gesto de confianza, había decidido que era hora de que su hija diera un paso más hacia el amor. —Este es el momento —declaró Rihannon, mientras recorría el gran vestíbulo. Sus ojos brillaban con una mezcla de esperanza y determinación—. Leni debe enamorarse de ti, Dax. Es la única forma de asegurar nuestra línea. Dax, nervioso pero entusiasta, asintió. —Lo entiendo, Rihannon. Haré lo que sea necesario. No quiero fallarle. —Esa es la actitud —respondió ella, con una sonrisa que apenas ocultaba un destello de preocupación—. Pero, ¿estás seguro de que sabes cómo hacerlo? Las mujeres son complicadas, y Leni... bueno, Leni es especial. Sin embargo, en medio de
VIKTOR La noche había caído, envolviendo la casa en una penumbra tranquila. Me senté en la silla al lado de la cama de Leni, observando su pequeño rostro sereno mientras dormía. Nunca pensé que sería tan fácil imprimarme de ella. Desde que llegó, mi vida había tomado un giro inesperado. La semana que pasó desde que mi padre apareció con ella había sido un torbellino de emociones. Siempre había querido conocerla, pero una parte de mí temía que no podría quererla, que mi corazón no tuviera suficiente espacio para aceptar a alguien que, en teoría, era mi hermana. Sin embargo, todo lo que sentí al verla por primera vez fue un amor inmediato, casi primitivo. Solo bastó un vistazo a su dulce rostro para que mi instinto protector se activara. —¿Por qué no me dijiste antes que vendría? —murmuré para mí, sintiendo un nudo en la garganta. Entonces, como si el destino hubiera decidido interrumpir mis pensamientos, la puerta se abrió de golpe. Era mi padre. Tenía el rostro cansado, pero sus oj