ARDIAN—¡Leni! —grité, sintiendo que la tierra temblaba bajo mis pies mientras corría hacia ella. Su cuerpo yacía inconsciente en el suelo, y cada pulso de mi corazón resonaba en mis oídos, como si el universo me dijera que estaba en peligro. De repente, la voz de mi lobo interior resonó en mi mente, firme y clara—: Ella es tuya, Ardian. Ahora todo estará bien.El vínculo entre nosotros se sentía más fuerte que nunca. Era como si una corriente eléctrica fluyera entre nosotros, uniendo nuestras almas de manera irrompible. Ignoré a Melisa, quien se encontraba a un lado; su expresión era un mero eco de celos. La levanté con suavidad, sintiendo su calidez contra mi pecho mientras la llevaba a la cama. Cada paso que daba era un recordatorio de que debía protegerla, de que era mi responsabilidad y mi deseo.En ese instante, la puerta se abrió de golpe y mi hermana Leysa entró; sus ojos reflejaban sorpresa. —¿Qué está pasando aquí? —preguntó con voz firme, mirando de soslayo a Melisa, qui
LENILa sala de estar estaba impregnada de una tensión palpable. Me encontraba en el centro de una tormenta emocional, enfrentándome a Ardian. Mis manos temblaban, no de miedo, sino de furia. —¡No puedes hacer esto, Ardian! —grité, sintiendo cómo mi voz resonaba en las paredes—. ¡No quiero más muertes en nuestra lista! Ardian no se inmutó. Su mirada era de acero, su determinación, inquebrantable. —Es mi decisión —respondió firme—. No dejaré que nadie me detenga. Silver morirá, y haré lo que sea necesario para proteger lo que tenemos tú y yo. —¿Protegerlo? —exclamé, sintiendo que el calor de mi enfado me subía por el cuello—. ¿O te refieres a que nos vas a condenar a una muerte segura? ¡Eso es lo que quiere tu padre, Ardian! ¡Un alfa tirano que no se detiene ante nada! Ardian apretó los dientes; su mandíbula se tensó. La ira brillaba en sus ojos, pero había algo más: una herida profunda que había sido abierta por mis palabras. —No importa lo que pienses —dijo, descendiendo
LENIHan pasado dos días desde nuestra última conversación, la tensión entre Ardian y yo se siente como un peso constante en mi pecho. Su enojo me abruma; no puedo evitarlo. Sin embargo, en lugar de quedarme atrapada en esos pensamientos, he estado ocupada entrenando con Dax. A medida que practico, siento que mi confianza crece, y eso es algo que realmente necesito en este momento.—Recuerda, Leni —me dice Dax mientras me enseña un movimiento de defensa—. Si te enfrentas a una jauría de lobos, lo más importante es mantener la calma. No puedes dejar que el miedo te controle.Asiento, concentrándome en su voz. Cada vez que realizo un movimiento, estoy un paso más cerca de comprender mi poder.—Lo sé, Dax —respondo frustrada—. Pero es difícil cuando tengo a Ardian en la cabeza.Él me mira, y aunque su expresión es seria, puedo ver un destello de rencor. —Pronto sabrás cómo manejarlo —asegura, y eso me da esperanzas.Hemos pasado días entrenando juntos, y aunque al principio era solo una
NARRADOR OMNISCIENTE Rhiannon se sentó en la penumbra de la habitación, observando a su hija Leni mientras dormía. La luz tenue que se filtraba a través de la cortina apenas iluminaba su rostro sereno, cuyas facciones dulces y despreocupadas contrastaban con la tormenta que se cernía en el corazón de su madre. Había sido un día largo y angustiante, un día en el que la desesperación había encontrado su camino en forma de una aguja y un sedante, administrado por Ardian, el hijo del rey. Rihannon lo había hecho por amor, por la necesidad de proteger a Leni de un mundo que parecía decidido a arrebatarle todo lo que amaba. —No dejaré que te toquen un solo cabello —murmuró Rihannon en voz baja, como si su declaración pudiera llevarse la amenaza. La verdad era que la idea de que Ardian, el mate de Leni, pudiera tener alguna influencia sobre ella era insoportable. Justo en ese instante, la puerta se abrió y Trey entró en la habitación. Su expresión era grave, y Rihannon sintió que su
ARDIANEl cansancio se había apoderado de mí. Cada paso que daba sobre el suelo húmedo del bosque parecía más pesado que el anterior. Miré a mi alrededor; Loan y Rase estaban un poco más adelante, discutiendo la posibilidad de acampar por la noche. La idea me resultaba atractiva, pero mi mente estaba ocupada en otros asuntos: en Leni, en lo que había hecho. —Ardian, deberíamos descansar un poco ¿qué opinas? —me preguntó Loan, sacándome de mi ensimismamiento. —Tal vez sea una buena idea —respondí, tratando de sonar despreocupado, aunque por dentro estaba en un torbellino de emociones. Me preocupaba profundamente cómo reaccionaría Leni cuando despertara y se diera cuenta de que le había inyectado un sedante. No era solo la misión lo que me atormentaba; era el temor de perder su confianza. Había algo en su mirada que me hacía sentir que había cruzado una línea que no debería haber tocado. —Vamos a acampar —confirmó Rase, su entusiasmo era contagioso, aunque no podía compartirlo. Mie
LENIMe desperté de un sobresalto; el grito de "¡Ardian!" se escapó de mis labios antes de que pudiera detenerlo. La oscuridad de la habitación me envolvió, pero mi mente estaba llena de imágenes vívidas y aterradoras. Recordé aquel momento: el pinchazo frío en mi cuello, la mirada decidida de Ardian mientras me inyectaba algo. La ira y la confusión se mezclaron en mi interior, y por un segundo, me sentí atrapada entre la realidad y la pesadilla.—Leni, cariño, no te preocupes —dijo mi madre, su voz suave y tranquilizadora cortando el aire tenso—. Solo fue una pesadilla. Estás a salvo aquí.Aún temblando, miré a mi alrededor en busca de respuestas. Mis ojos se posaron en mi madre, luego en mi padre, quien permanecía en un rincón de la habitación, con su expresión seria. Sentí el nudo de la indignación formarse en mi pecho.—¿Dónde está Ardian? —pregunté, la rabia asomándose en mi tono.—Oh, eso —respondió mi madre con un tono irónico—. Pregúntale a tu padre; él sabe más.Me volví haci
LENI—¡No! ¡No! ¡Por favor, no! —Ardian gritó, mientras sus pies corrían hacia el oscuro interior del Castillo. La imagen de Ardian sosteniendo a su hermana Leysa, yaciendo sin vida en sus brazos, se grabó en mi mente como una herida que nunca sanaría. La desesperación en su rostro era un reflejo de mi propio dolor. Su expresión era de impotencia.—No puedo hacer nada —La voz de mi madre resonó en el aire, fría y firme—. Está muerta.Ardian apretó los dientes, su mirada se tornó oscura, y la rabia comenzó a brotar de su interior. Era un hombre fuerte, pero en ese momento, se sentía quebrado, como vidrio expuesto a una tormenta. La desesperación se apoderó de él, y su grito desgarrador atravesó el silencio del castillo, resonando en las piedras como un eco de su sufrimiento.—¡Reinhold es el responsable! —gritó, su voz temblando entre la ira y el dolor—. ¡Él te hizo esto! Descarga tu rabia con él, no conmigo. Mi corazón se detuvo por un instante. El nombre de Reinhold era como un ven
LENINo puedo evitar sentir que el aire se me escapa cada vez que Ardian pasa a mi lado sin dirigirme la palabra. Es como si estuviese atrapada en una burbuja de incomunicación, un silencio denso que se cierne entre nosotros, un espacio que se agranda con cada día que pasa. Me duele pensar en cómo antes compartíamos risas y secretos, y ahora, su mirada se posa en mí como si fuera una extraña. En el comedor, el ambiente se siente tenso, más que nunca. —Lo siento mucho, Leysa —le susurro cuando se sienta a mi lado. Sabe a lo que me refiero. —No te preocupes, por otro lado… mi hermano ¿sigue sin hablarte? —Me ignora todo el tiempo. Leysa me mira con compasión. Su hermano, Ardian, ha estado distante, y yo me siento perdida. Es un círculo vicioso: él se aleja y yo me esfuerzo por acercarme, pero cada intento me topo con su frialdad. —Ya se le pasará el enojo —asegura Leysa, aunque sus palabras no me traen consuelo. —¿Y si no? —mi voz suena más frágil de lo que pretendía—. ¿Y si esto