TREYEl frío del bosque se colaba entre las hojas de los pinos como si fueran dedos invisibles, y cada ráfaga de viento traía consigo un rumor inquietante, el eco de un aullido que se desvanecía en la lejanía. Las sombras de la noche parecían alargarse a nuestro paso, abrazándonos como un manto húmedo y silencioso. Arcadia iba a mi lado, su figura esbelta y sus ojos oscuros tan vivos como siempre. Podía sentir su respiración agitada, la forma en que su pecho subía y bajaba en un ritmo urgente.—No podemos detenernos, Trey —dijo con la voz apenas un susurro, pero cargada de una tensión que me hizo apretar los dientes—. Los lobos de los Stardark están demasiado cerca.El nombre de la manada maldita hizo que un escalofrío recorriera mi columna. No había enfrentamiento posible con esas bestias que pudiera terminar bien. Sin embargo, no podía evitar la pregunta que me quemaba por dentro, una duda que llevaba atormentándome desde el instante en que ella apareció de nuevo, como un fantasma,
NARRADOR OMNISCIENTE En la vasta sala de mármol negro del castillo de los Leclerq, el silencio se cernía como una sombra ominosa. Una tenue luz azulada filtraba a través de los vitrales tallados, proyectando en las paredes figuras distorsionadas que parecían moverse, como si compartieran los pensamientos oscuros de la familia. El aire era denso, pesado con un aroma a cera de velas y polvo antiguo, cargado con una tensión que amenazaba con partirlo en dos. Rihannon se mantenía de pie junto al trono de su padre, incapaz de articular palabra, aunque sus labios temblaban con la angustia de una súplica silenciada. Su mirada, fija y vacía, estaba anegada en lágrimas que resbalaban por sus mejillas pálidas, trazando surcos fríos. La habitación parecía absorber cada sonido, cada respiración contenida, convirtiendo el momento en un eco sordo del horror que se avecinaba. Micah, imponente y sereno, permanecía en el centro de la sala. Sus cabellos plata y canosos caían sobre sus hombros como h
DAX El agua caliente caía sobre mí como un alivio, un manto que me envolvía y me hacía olvidar, aunque fuera por unos momentos, el tumulto de pensamientos que a menudo me asediaban. La ducha se había convertido en mi refugio, un lugar donde podía dejar atrás las preocupaciones del mundo exterior y sumergirme en la única realidad que realmente importaba: mi amor por Leni. Mientras el vapor se acumulaba en la pequeña cabina, mis pensamientos vagaban hacia ella. La imagen de su risa iluminaba mi mente, una luz que despejaba las sombras de mi incertidumbre. —¿Por qué es tan perfecta?— me preguntaba. Cada vez que pensaba en Leni, el mundo se tornaba más brillante, y mi corazón latía con una intensidad que me sorprendía. La forma en que sus ojos brillaban cuando hablaba, cómo su cabello caía en suaves ondas, y la calidez de su voz resonando en mis oídos, todo ello me hacía desearla más. —Dax, sal de tu cabeza— murmuré para mí mismo, intentando despejar la neblina de mis pensamientos. P
LENI La cueva era oscura y fría, un refugio que me había ofrecido protección, pero que al mismo tiempo se sentía como una prisión. Las paredes de piedra eran ásperas y húmedas, y el eco de mis propios pensamientos resonaba en el interior, amplificando la soledad que me invadía. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de mi bebé aparecía ante mí, su pequeño rostro y esos ojos que tanto amaba. La tristeza me envolvía como un manto pesado, y no podía evitar sentirme vacía sin su presencia. —¿Qué estás haciendo, Leni?— murmuré para mí misma, sintiendo que la angustia comenzaba a acumularse en mi pecho. Sabía que Argos estaba con Ardian, y aunque intentaba convencerme de que estaría bien, la incertidumbre me mantenía alerta. Había momentos en que la duda se convertía en un monstruo que carcomía mi mente, haciéndome cuestionar cada decisión que había tomado. La cueva tenía un aire de desolación, y cada vez que caminaba de un lado a otro, el silencio se sentía abrumador. Escuchaba el got
LENI El viento aullaba entre los árboles, arrastrando consigo el eco de una noche que parecía no tener fin. La luna, oculta tras un manto de nubes grises, proyectaba una luz tenue sobre el claro del bosque. Sentía cómo el frío se filtraba a través de mi abrigo, helando mis huesos mientras me aferraba a la idea de que todo lo que había vivido hasta ese momento había sido un sueño del que, al fin, despertaría. Pero la realidad era mucho más cruda y tangible, y el peso de mis decisiones pasadas me oprimía el pecho como una piedra. —¡Leni, corre! —gritó Tatia, su voz resonando con una urgencia que me sacudió de mis pensamientos. La vi a través del caos, su cabello oscuro revoloteando como una bandera en medio de la tormenta. La escena era un torbellino de gritos y movimientos bruscos. Los hombres que habían estado acechándonos, como sombras al acecho, caían uno a uno, incapaces de resistirse al furor de Dax. —¡No! —respondí, temblando. —¿Qué estás diciendo? ¡No puedo dejarte aquí! —Mis
LENI La noche se había adueñado del cielo, y la oscuridad se extendía como una manta sobre el campamento improvisado. Las sombras danzaban a la luz de las fogatas, creando formas inquietantes que parecían vivir su propia vida. El aire estaba impregnado de un olor a humo y tierra húmeda, mientras el viento susurraba entre los árboles, trayendo consigo ecos del pasado y sombras del futuro. En medio de todo esto, mi corazón latía con fuerza, como si supiera que estaba a punto de adentrarme en una guerra de la que no estaba segura de salir con vida. —Leni, ¿estás bien? —la voz de Tatia resonó a lo lejos, pero apenas la escuché. La veía hablar con Nadav, ambos sumidos en una conversación en la que las preocupaciones parecían multiplicarse con cada palabra. Sus rostros estaban marcados por la tensión y la incertidumbre, reflejando el mismo miedo que me atenazaba el pecho. Los gemelos se movían a su alrededor, recogiendo provisiones con una destreza que hablaba de su experiencia en la su
LENI El sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de un rojo intenso que se reflejaba en el lago como un espejo roto. Me encontraba en el bosque, rodeada de altos árboles que susurraban secretos al viento, cuando escuché el crujido de las hojas bajo un paso firme. Antes de que pudiera girar la cabeza, Dax apareció ante mí, con su cabello alborotado y esos ojos profundos que a menudo me hacían sentir como si pudiera leer mis pensamientos más ocultos. —Leni —me llamó, su voz un susurro que parecía fluir con la brisa. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. No sabía si era el frío que se adentraba en el ambiente o el nerviosismo que siempre me causaba su presencia. Había algo en él que me atraía, y a la vez, me llenaba de incertidumbre. —Hola, Dax —respondí, intentando mantener la voz firme. Pero él no se detuvo en las formalidades. Se acercó más, y en un instante, sus labios se encontraron con los míos. La sorpresa me aturdió; era un beso apasionado, intenso,
LENI La mordida de Dax fue como un rayo que atravesó mi ser, un dolor agudo que se extendió por mi cuello y se filtró en mis venas. La sensación era extraña, casi como si un fuego ardiente despertara algo dentro de mí, pero en lugar de ser liberador, era aterrador. La sombra del bosque se volvió borrosa mientras intentaba procesar lo que estaba sucediendo. —Dax, ¡para! —grité, luchando contra el impulso que comenzaba a apoderarse de mí. La presión de sus dientes me hacía sentir como si una parte de mí estuviera siendo arrancada, y al mismo tiempo, algo oscuro y tentador comenzaba a entrelazarse con mis pensamientos. Él se separó un poco, sus ojos brillando con una mezcla de satisfacción y locura. —Esto es solo el comienzo, Leni —dijo, su voz resonando en mi mente y en el aire que nos rodeaba. La risa maliciosa que lo acompañaba resonaba en mi interior, como un eco que no podía silenciar. —No funciona así —logré articular, sintiendo que el pánico me invadía—. No puedes simpleme