LENI La cueva era oscura y fría, un refugio que me había ofrecido protección, pero que al mismo tiempo se sentía como una prisión. Las paredes de piedra eran ásperas y húmedas, y el eco de mis propios pensamientos resonaba en el interior, amplificando la soledad que me invadía. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de mi bebé aparecía ante mí, su pequeño rostro y esos ojos que tanto amaba. La tristeza me envolvía como un manto pesado, y no podía evitar sentirme vacía sin su presencia. —¿Qué estás haciendo, Leni?— murmuré para mí misma, sintiendo que la angustia comenzaba a acumularse en mi pecho. Sabía que Argos estaba con Ardian, y aunque intentaba convencerme de que estaría bien, la incertidumbre me mantenía alerta. Había momentos en que la duda se convertía en un monstruo que carcomía mi mente, haciéndome cuestionar cada decisión que había tomado. La cueva tenía un aire de desolación, y cada vez que caminaba de un lado a otro, el silencio se sentía abrumador. Escuchaba el got
LENI El viento aullaba entre los árboles, arrastrando consigo el eco de una noche que parecía no tener fin. La luna, oculta tras un manto de nubes grises, proyectaba una luz tenue sobre el claro del bosque. Sentía cómo el frío se filtraba a través de mi abrigo, helando mis huesos mientras me aferraba a la idea de que todo lo que había vivido hasta ese momento había sido un sueño del que, al fin, despertaría. Pero la realidad era mucho más cruda y tangible, y el peso de mis decisiones pasadas me oprimía el pecho como una piedra. —¡Leni, corre! —gritó Tatia, su voz resonando con una urgencia que me sacudió de mis pensamientos. La vi a través del caos, su cabello oscuro revoloteando como una bandera en medio de la tormenta. La escena era un torbellino de gritos y movimientos bruscos. Los hombres que habían estado acechándonos, como sombras al acecho, caían uno a uno, incapaces de resistirse al furor de Dax. —¡No! —respondí, temblando. —¿Qué estás diciendo? ¡No puedo dejarte aquí! —Mis
LENI La noche se había adueñado del cielo, y la oscuridad se extendía como una manta sobre el campamento improvisado. Las sombras danzaban a la luz de las fogatas, creando formas inquietantes que parecían vivir su propia vida. El aire estaba impregnado de un olor a humo y tierra húmeda, mientras el viento susurraba entre los árboles, trayendo consigo ecos del pasado y sombras del futuro. En medio de todo esto, mi corazón latía con fuerza, como si supiera que estaba a punto de adentrarme en una guerra de la que no estaba segura de salir con vida. —Leni, ¿estás bien? —la voz de Tatia resonó a lo lejos, pero apenas la escuché. La veía hablar con Nadav, ambos sumidos en una conversación en la que las preocupaciones parecían multiplicarse con cada palabra. Sus rostros estaban marcados por la tensión y la incertidumbre, reflejando el mismo miedo que me atenazaba el pecho. Los gemelos se movían a su alrededor, recogiendo provisiones con una destreza que hablaba de su experiencia en la su
LENI El sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de un rojo intenso que se reflejaba en el lago como un espejo roto. Me encontraba en el bosque, rodeada de altos árboles que susurraban secretos al viento, cuando escuché el crujido de las hojas bajo un paso firme. Antes de que pudiera girar la cabeza, Dax apareció ante mí, con su cabello alborotado y esos ojos profundos que a menudo me hacían sentir como si pudiera leer mis pensamientos más ocultos. —Leni —me llamó, su voz un susurro que parecía fluir con la brisa. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. No sabía si era el frío que se adentraba en el ambiente o el nerviosismo que siempre me causaba su presencia. Había algo en él que me atraía, y a la vez, me llenaba de incertidumbre. —Hola, Dax —respondí, intentando mantener la voz firme. Pero él no se detuvo en las formalidades. Se acercó más, y en un instante, sus labios se encontraron con los míos. La sorpresa me aturdió; era un beso apasionado, intenso,
LENI La mordida de Dax fue como un rayo que atravesó mi ser, un dolor agudo que se extendió por mi cuello y se filtró en mis venas. La sensación era extraña, casi como si un fuego ardiente despertara algo dentro de mí, pero en lugar de ser liberador, era aterrador. La sombra del bosque se volvió borrosa mientras intentaba procesar lo que estaba sucediendo. —Dax, ¡para! —grité, luchando contra el impulso que comenzaba a apoderarse de mí. La presión de sus dientes me hacía sentir como si una parte de mí estuviera siendo arrancada, y al mismo tiempo, algo oscuro y tentador comenzaba a entrelazarse con mis pensamientos. Él se separó un poco, sus ojos brillando con una mezcla de satisfacción y locura. —Esto es solo el comienzo, Leni —dijo, su voz resonando en mi mente y en el aire que nos rodeaba. La risa maliciosa que lo acompañaba resonaba en mi interior, como un eco que no podía silenciar. —No funciona así —logré articular, sintiendo que el pánico me invadía—. No puedes simpleme
LENI El aire en el bosque se sentía pesado, cargado de tensiones y emociones que estallaban en cada rincón. Los árboles, altos y majestuosos, parecían inclinarse como si quisieran escuchar la tormenta que se desataba entre nosotros. Mientras observaba la rabia en los ojos de Ardian, el tiempo pareció detenerse a nuestro alrededor, y una sensación de mareo comenzó a invadirme, aunque me esforzaba por disimularlo. La escena era caótica: los gemelos estaban a un lado, sus rostros reflejando la preocupación. Nadav, con su habitual aire de control, se mantenía cerca de mí, mientras Dax adoptaba una postura desafiante, plantado entre Ardian y yo. Reinhold observaba en silencio, su presencia imponente como un muro de piedra. —¿Qué demonios está pasando aquí? —preguntó Ardian, su voz resonando como un trueno en el aire, y podía sentir la tensión acumulándose en su cuerpo, como un resorte a punto de saltar. Mi corazón latía con fuerza, y cada pulsación parecía resonar en el silencio del
RIHANNON Las paredes de la torre eran frías y húmedas, y el eco de mis pasos resonaba en el silencio opresivo que me rodeaba. Miré por la pequeña ventana, pero el paisaje que se extendía más allá de las murallas del castillo me parecía ajeno, como si estuviera atrapada en una realidad que no quería aceptar. La rabia ardía dentro de mí, una llama inextinguible alimentada por la frustración de sentirme una prisionera en mi propia vida. Mis padres habían tejido un entramado de expectativas y decisiones que me mantenían cautiva, y cada día que pasaba me sentía más atrapada. —Rihannon, abre la puerta —dijo una voz familiar, cortando la quietud que me envolvía. Era mi madre, y aunque su tono era firme, algo en su voz me hizo sentir que se aproximaba una tormenta. —No tengo ganas de hablar contigo —respondí, mi voz temblando de rabia y desdén. —No se trata de lo que quieras —dijo ella, y la puerta se abrió de golpe, revelando su figura imponente en el umbral—. Deja de hacer berrinche
LENI—Es el precio, no hay ajuste.Escucho a lo lejos una voz ronca que me eriza la piel, aúninconsciente puedo saborear la traición. Me remuevo inquieta, recordando que,al llegar a casa, después de una larga jornada, discutí con mi padre y mihermanastro por dinero, al parecer, habían encontrado el escondite en dondetenía mis ahorros, se gastaron todo lo que había juntado en un año.Después de eso, me acorralaron, mi padre me dijo que notenían opción, que lo perdonara y que todo estaría bien si me portaba como unabuena chica, ¿qué quiso decir con eso? Un golpe en mi cabeza y todo se volvióoscuro, hasta ahora.—¡Ya te dije que la mercancía no setoca!Un escalofrío recorre mi espina dorsal, al tiempo que abrolos ojos para enfocar mi entorno, los latidos de mi corazón aumentan su ritmo,poco a poco soy consciente de que estoy atada de manos y pies, dentro de unaenorme jaula.A lo lejos diviso a un hombre ,una sonrisa socarrona cuelgade las comisuras de sus labios.—Veo que has