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Capítulo 5. La misma tonta de siempre

DANIELA

A pesar de las amenazas de Liam, no pude ocultarle lo nuestro a mi amiga, es demasiado para cargar con ello yo sola. Me siento tan mal ahora mismo que, si no fuese porque Azul duerme a mi lado en la cama, seguramente estuviera hecha un mar de lágrimas.

De cualquier forma, el llanto es inevitable después de escuchar las horribles palabras de Liam. Por supuesto que no le conté a mi amiga con lujo de detalles mi conversación con él, de seguro hubiese salido a buscarlo y decirle hasta de lo que se va a morir. Solo le resumí la situación y le pedí que no se involucre. 

Algo me tiene dando vueltas la cabeza, ¿Por qué no pude darme cuenta antes de lo que pasaba?, ¿De verdad soy tan mediocre como loba, que ni siquiera puedo reconocer a mi compañero cuando lo tengo frente a frente?, No puede ser normal.

Sigo cavilando por un rato más, hasta que me pierdo en la inconsciencia.

****

Ya es de mañana y las obligaciones me hacen levantarme de la cama, siento mis párpados pesados por haber llorado y una pena en mi interior que no disminuye. 

Me levanto casi arrastrando los pies y con la poca energía que tengo me dispongo a prepararme para ir a trabajar. Me pongo un jean azul y mi blusa del uniforme, unos zapatos bajos y cómodos, nada glamurosos. No suelo maquillarme, pero hoy mi apariencia lo amerita, tengo ojeras que delatan la mala noche que pasé y lo último que quiero es asustar a mis niños pareciendo un zombi. Sujeto mi cabello en una coleta alta y estoy lista.

Desayuno solo un poco de fruta con yogurt y pan tostado, la verdad es que no tengo mucho apetito, pero mis alumnos requieren de una maestra enérgica y no del títere que soy ahora mismo.

—Me voy al jardín —digo a Azul y dejo un beso en su cabeza—. Nos vemos más tarde.

—Mhmmmm —murmura algo que no logro entender y salgo de la casa.

Camino como de costumbre desde que mi auto pasó a mejor vida. A pesar de ser una prudente hora por la mañana, las calles se sienten un poco desiertas en comparación con otros días. Avanzo despacio evaluando mi alrededor con cautela; desde aquella noche en que tuve esa sensación de ser observada, aún puedo sentirla cuando me encuentro sola y fuera de casa. Es como si mi instinto me advirtiera de algún peligro, se me eriza la piel sin ninguna razón aparente y mis manos sudan con nerviosismo. 

Apresuro mi paso hasta llegar al jardín de niños donde me relajo un poco al encontrarme con mis compañeras de trabajo y juntas esperamos la llegada de los alumnos. Cuando se toca el timbre de entrada a clases y todos los niños se encuentran en las aulas, me olvido de todo y me entrego por completo a los niños. Se han vuelto una terapia para mí.

—¡Qué bonita te ves, maestla! —dice el pequeño Diego, mientras me observa con sus enormes ojos llenos inocencia—. ¿Quieles sel mi novia?

—Gracias, corazón. —Me inclino hasta quedar a su altura y me rodea con sus bracitos—. Pero aún estás muy pequeñito para tener novia.

—¿Ya que clezca? —pregunta con ilusión.

—Ya veremos ¿Sí?

—Está bien —dice no muy conforme.

Continúo con la clase, cantamos algunas canciones y realizamos trabajos manuales con plastilina y palitos de madera. A mis niños les encanta jugar con masas moldeables y yo disfruto ver cómo expresan su creatividad y aprenden sin darse cuenta.

La hora de receso llega rápido y salimos al patio donde los pequeños corren libremente mientras nosotras cuidamos de ellos desde diferentes áreas del plantel; hoy me toca vigilar desde la entrada que da hacia la plaza. Tomo asiento en una pequeña banca que ahí se encuentra y me pierdo en mis pensamientos; los niños prefieren ir al área de juegos, por lo que esta parte del jardín se mantiene más despejada, así que no me preocupo demasiado. 

Me quedo pensando en la noche; Azul me invitó a un evento donde realizará un trabajo de fotografía y la verdad no tengo mucho ánimo de ir, pero tampoco quiero dejarla sola, así que me resigno y me enfoco en lo que me pondré, saliendo del trabajo pasaré a buscar un vestido apropiado, pues no tengo nada más que usar. 

Algo que ocurre en la plaza interrumpe el rumbo de mis pensamientos, se trata de Liam, tomando de la cintura a una morena espectacular que no recuerdo haber visto antes. Susurra algo en su oído y ella sonríe de manera sugerente. El corazón se me cae a los pies al ver aquella escena, no es que esté enamorada de él ni mucho menos, sin embargo, duele su falta de respeto ante nuestra situación. 

«¿De verdad es tan difícil darme una oportunidad?, ¿Tan repulsiva le parezco?»

Es como si se hubiese colocado frente a mí a propósito, la hora, el lugar y, por supuesto, el que puede verme claramente observándolo. ¿Cree que soy tan tonta para no darme cuenta de lo que hace?

Finjo mirar mi celular para cortar nuestras miradas y de reojo veo que se aleja con la chica de su mano. 

—¿Estas tliste? —indaga la niña junto a mí.

—¿Qué?, No —miento al ver su carita de preocupación—. Solo estoy un poco aburrida aquí tan solita —muestro mi mejor sonrisa y veo el cambio en su rostro.

—¿Quieles que juegue contigo? —Toma mi mano y pregunta con ternura.

—Claro —respondo—. ¿A qué quieres jugar?

—Mmmm... —Coloca su manita en su barbilla de manera pensativa y me hace sonreír genuinamente—. ¿Me cuentas un cuento? —Aplaude con sus manitas emocionada.

—Tramposa. —Suelto una carcajada—. Está bien, ven siéntate conmigo.

La pequeña toma asiento junto a mí y comienzo a narrarle una historia de princesas que sé que le encanta. La mañana pasó más lenta después de eso y no logro sacar de mi mente la imagen de Liam con otra. Tal vez no debería sentirme como me siento, no después de como me ha tratado todos estos años, pero todo cambió al saber que somos compañeros. Internamente esperaba que lo pensara un poco y que terminara recapacitando, creí que me daría la oportunidad de conocerme y, tal vez... en un futuro... Aceptarme.

****

Las tiendas de ropa en el pueblo no tienen gran variedad, busco algún vestido que sea de mi agrado y no encuentro ninguno, todos son demasiado provocativos, nada que ver con mi personalidad. Llevo horas dando vueltas entre los locales y cuando estoy por darme por vencida lo encuentro, un hermoso vestido de color rosa pálido con mangas largas de encaje y escote corazón en el mismo material, lleva una cinta de razo en la cintura y la falda larga y suave cae hasta mis pies delicadamente, tiene una abertura hasta mi muslo, pero creo que puedo mantenerla cerrada si soy cuidadosa. Es elegante y discreto, me encanta.

Regreso a casa alrededor de las cuatro de la tarde, Azul ya debe estar en el bosque pues debía hacer una sesión antes de la unión que se llevará a cabo por la noche. 

—Hola, mi niña. —Me encuentra mi madre en la puerta apenas cruzo el umbral y me ayuda con las bolsas—. Ya me estaba preocupando por ti.

—Perdón, se me hizo un poco tarde.

—¿Comiste algo? —inquiere con preocupación. La miro haciendo un puchero.

—No —admito avergonzada—. No me dio tiempo.

—Ven, come algo. —Me mira con reproche, no le gusta que pase horas sin comer. En fin, mi madre.

Como lo que me da y voy a mi habitación agotada por el día tan cansado que aún no termina. Descanso un par de horas y me levanto sin muchas ganas de arreglarme para la dichosa celebración de unión. 

Tomo una ducha rápida, me maquillo un poco mientras mi cabello se seca, luego lo recojo en un moño bajo, dejo algunos mechones sueltos y me coloco el vestido. No me esmero mucho pues a final de cuentas no me visto para nadie en especial y mi humor en estos momentos no es para fiestas. 

A la hora acordada ya me encuentro esperando a mi amiga, quien sé de antemano, no llegará puntual. 

Escucho su auto llegar, veinte minutos después de las ocho y bajo, me despido de mis padres y salgo a su encuentro.

—¡Hola! —me saluda con un beso en la mejilla—. ¡Te ves hermosa!

—Tú igual —respondo convencida. Luce hermosa en un vestido negro en un estilo muy parecido al mio, pero más sensual, como ella.

—Gracias por acompañarme, Dany —dice mientras subimos a su auto—. Sé que no tenías ganas de venir.

—Está bien, Azul —la tranquilizo—. Nunca podría dejarte sola.

—¿Ya te dije que te amo? —pronuncia sonriente—. La pasaremos bien, ya verás. Pronto estaremos de regreso.

Veinte minutos después, llegamos al claro del bosque donde se llevará a cabo la celebración y me quedo asombrada por lo hermoso que han decorado el lugar. Largas series de luces iluminan toda el área. El pequeño altar en medio del claro, adornado con flores, da un toque íntimo y perfecto para la ocasión. Hay música y comida; la verdad no me esperaba algo así, nunca había asistido a una unión en medio del bosque. Por lo regular, la pareja hace sus votos a solas y después se incorporan a la celebración en algún lugar más organizado. Pero esto es hermoso.

Sigo escrutando el lugar, cuando veo que el Alfa se acerca a nosotras. Es un hombre imponente y bastante educado, mi amiga no sabe la suerte que tiene.

—Estás bellísima —dice a Azul, quien se lo come con la mirada.

—Gracias, tú te ves muy bien —responde mi amiga, se pone de puntillas para darle un beso en la mejilla.

—Hola, Daniela, estás muy guapa —se dirige a mí.

—Gracias, usted también —respondo algo nerviosa. Nunca había hablado con el Alfa de la manada.

—Tutéame por favor.

—Está bien —digo como un formalismo, pero la verdad, no creo acostumbrarme a llamarlo solo por su nombre.

Pierdo la vista entre la gente mientras mi amiga conversa con nuestro líder, no quiero ser inoportuna. Mis ojos buscan no sé qué, o en realidad sí lo sé pero no lo quiero admitir ni siquiera para mí. Si el Alfa está aquí, lo más probable es que él también.

Los novios se preparan para pronunciar sus votos, las personas toman sus lugares para ser testigos de la unión y mi amiga se acerca a tomar algunas fotografías. 

Me quedo sola durante un momento, un poco retirada del resto. Saludo a algunas personas que conozco y espero a que Azul regrese a mi lado.

Al terminar de hacer las promesas, la pareja pide la presencia del Alfa, quien dice unas palabras y da la bienvenida a los nuevos compañeros a la manada.

—Gracias, Alfa —pronuncia la pareja al unísono.

Noto de inmediato la confusión en el rostro de mi amiga y recuerdo que ella no está enterada de ese detalle que, como una tonta, olvidé informarle.

—Olvidé decírtelo, hace un año su padre declinó y ahora él es nuestro Alfa —digo apenada.

—Que pequeño detalle olvidaste amiga —me reclama, aunque no con molestia.

—De cualquier manera sabías que él era nuestro próximo líder, sucedió antes, eso es todo. —Me encojo de hombros, sabiendo que era algo obvio que debía suceder.

—Lo sé, yo también había olvidado esa parte —reconoce—. Oh, debo tomar algunas fotografías más. —Parece recordar que está aquí por trabajo—. Ahora vuelvo ¿Sí?, No tardaré mucho, lo prometo.

—Está bien, ve. Aquí espero.

Me entretengo observando jugar a los pequeños y sonrió al recordar a mis alumnos. La gente baila y disfruta de la fiesta, mientras yo recorro el lugar con la mirada, hasta que lo veo.

A unos metros de donde se encuentra el Alfa, de pie entre los árboles, está Liam. Me observa de manera intensa y me hace sentir desnuda por todo lo que me provoca. Siempre me ha puesto nerviosa su mirada, pero ahora es diferente, no sé si quiero que deje de verme o prefiero que lo siga haciendo. Es una sensación indescriptible. 

Interrumpo nuestra guerra de miradas volteando hacia otro lado, pero, alcanzo a distinguir su sonrisa triunfante al notar que me he rendido.

—Listo. —Llega Azul a mi lado—. He terminado ¿Quieres que nos vayamos ya? —pregunta, en lo que guarda sus herramientas de trabajo.

Estoy por decir que sí, cuando se acerca de nuevo su pareja junto a un joven que reconozco del colegio, pero que nunca he cruzado palabra con él.

—¿Bailamos? —propone el Alfa a mi amiga, al mismo tiempo que su acompañante me extiende su mano.

—¿Quieres bailar? 

Azul me mira antes de aceptar ir con David y, lo último que quiero es impedir que puedan pasar un momento juntos, así que tomo la mano del joven y vamos hacia las demás parejas que se encuentran bailando.

—Está bien —digo.

Veo cómo Azul se relaja y acepta también.

—¿Puedo? —pide mi permiso para tomar mi cintura y me enternece ese solo gesto ¿Quién hace eso en estos tiempos?—. Soy Alex, por cierto —dice, mostrando una cálida sonrisa en su, muy apuesto rostro, debo admitir.

—Yo Daniela —respondo de igual manera.

—Lo sé. —Sonríe—. Es un pueblo pequeño. —Se encoge de hombros.

—Sí, lo es.

—Mi hermanito está en tu grupo ¿Sabes? —suelta de repente.

—¿De verdad?, ¿Quién es? —inquiero con ilusión.

—Su nombre es Diego, y dice ser tu novio. —Su mirada conecta con la mía y el azul de sus ojos casi me deja sin habla. 

«En verdad es muy guapo»

—Oh, sí. Me lo pidió hoy. —Sonrío recordando ese momento por la mañana—. Pero ya le dejé claro que aún es muy pequeño.

—Pues al parecer no le quedó tan claro. —Se ríe negando con su cabeza—. Toda la familia está enterada de su relación.

Me río con ganas, pero siento una mirada furiosa sobre mí, que interrumpe el único momento agradable que he tenido en todo el día.

Liam me observa con llamas en sus ojos y de repente me siento incómoda, Alex parece notarlo y dice:

—¿Pasa algo?

—N-no, nada. —Trato de seguir bailando, pero mis pies se enredan volviéndome torpe como siempre.

—¿Quieres volver con tu amiga? 

—S-sí, por favor.

Me avergüenza mi propia actitud, más aún cuando observo el momento tan íntimo que acabo de interrumpir entre mi amiga y su pareja. 

No presto mucha atención después de eso, solo sé que una joven muy hermosa se acerca y se presenta como la hermana del Alfa, y siguen su conversación hasta que escucho mi nombre y vuelvo a la realidad.

—Vengo con Dany —dice Azul, sacándome de mi letargo.

—No te preocupes, yo me llevo tu auto —respondo, entendiendo que quiere pasar más tiempo con David.

—Claro que no, no puedes regresar sola —se opone.

—Llamaré a un Delta para que la acompañe —declara David.

—De verdad no hace falta, Alfa —me apresuro a decir.

—Liam te llevará —asegura, doy una mirada a mi amiga, quien nota mi inseguridad.

—¿No puede ser alguien más? —indaga Azul.

—¿Hay algún problema con él?

—¿En qué puedo ayudarle, Alfa? —Llega mi tormento y, no me queda más que agachar la cabeza. Me vuelvo una tonta junto a él.

—Lleva a la señorita a su casa —demanda el Alfa.

Puedo ver la incomodidad de Liam, pero asiente resignado.

Caminamos en silencio hasta llegar al auto de Azul, abre mi puerta para que suba y lo hago. Espera a que esté en mi sitio para cerrarla y se dirige al lado del conductor.

Apenas entra, el vehículo se impregna de su perfume y yo me resisto las ganas de inhalar profundamente por temor a que se burle. Dirijo mi atención al camino y guardo silencio esperando llegar pronto a casa.

—¿Te divertiste mucho? —cuestiona con ironía.

—Y-yo, pues s-sí —respondo tartamudeando como siempre que estoy con él—. ¿Tú no? —me atrevo a preguntar.

—Yo solo cumplo con mi trabajo —murmura secamente. Comprendo de inmediato que no me está acompañando por gusto, solo se limita a cumplir órdenes.

—Ya veo.

Siento su mirada escaneándome y volteo hacia él, regresa su vista al camino rápidamente. Me permito un minuto para admirarlo, su alto y bien torneado cuerpo, parece no caber por completo en el auto de mi amiga. Lleva unos pantalones oscuros que se pegan a sus piernas y una camisa negra que deja ver su fuerte pecho. Las manos bañadas en tinta, aprietan con ansiedad el volante y me detengo en ellas tratando de interpretar sus tatuajes. Calaveras y letras en sus dedos son lo que alcanzo a ver, antes de escucharlo hablar.

—Luces bien —murmura despacio. Siento el rubor cubrir mis mejillas y cuando estoy por agradecer y decir que él también se ve muy bien, continúa—. Bueno, para ser tú.

No respondo nada después de eso, es lo que él quiere, que yo diga algo para luego contraatacar con un comentario aún más hiriente que el anterior.

Llegamos a mi casa después de lo que me pareció una eternidad y no espero a que abra mi puerta, bajo de prisa tratando de separarme de él cuando siento un tirón en mi mano que me hace girar. Casi choco con su pecho al hacerlo. 

Sostiene mi mirada por más tiempo del que lo hemos hecho jamás. Mi corazón retumba en mi interior al darme cuenta de lo cerca que estamos, mis manos sudan y mis ojos se cierran por inercia. Lamo y separo mis labios en anticipación y espero por un beso que nunca llega.

La carcajada que suelta Liam me hace regresar a la realidad, una donde sigo siendo la misma tonta de siempre, y él, el idiota que se empeña en pisotear mi autoestima en cada ocasión.

—¿Tú... pensaste que iba a... besarte? —pronuncia entre risas.

La vergüenza calienta mis mejillas y salgo corriendo al interior de mi casa donde puedo derrumbarme, sin que él vea que me afecta más de lo que en realidad le dejo ver.

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