La Luna de los Alfas Trillizos
La Luna de los Alfas Trillizos
Por: Samantha Doyle
Capítulo 1
Los futuros Alfas olieron su excitación, sin duda eran conscientes de su deseo, algo estrictamente prohibido.

Cada mañana, Thea, la hija del Beta, entrenaba con los trillizos idénticos Alaric, Conri y Kai, quienes eran los futuros Alfas de la Manada Nuevo Amanecer.

Esa mañana, Thea estaba a punto de derribar a Kai cuando Conri y Alaric la agarraron por los brazos desde atrás, inmovilizándola.

"Vamos, Kai", dijo Alaric, "Ya empatamos el marcador por ti".

"¿Qué demonios?" Exclamó Thea, tratando de zafarse mientras su coleta de cabello castaño se mecía de un lado a otro.

"¿No nos sentiste acercarnos?" Preguntó Conri.

"Pensé que solo estaban mirando, no tramando en mi contra". Respondió Thea, forcejeando contra su agarre, "¡No es justo! Los chicos se ponen más fuertes y musculosos en la pubertad, en cambio, a las chicas solo nos crecen los pechos, ¡y son inútiles!"

Kai miró hacia sus pechos con sus ojos cristalinos, que se oscurecieron ligeramente al comentar: "No creo que los pechos sean inútiles".

"Ustedes siguen creciendo y haciéndose más fuertes". Se quejó Thea, recorriendo con la mirada el cuerpo alto y musculoso de Kai, cuyos músculos se marcaban bajo la ropa de entrenamiento.

"Y aun así, sigues derribándonos a menudo". Respondió él.

Thea lo miró directamente a los ojos y dijo: "Ahora ustedes me inmovilizan todo el tiempo".

"Antes nunca podíamos hacerlo". Comentó Alaric, sujetándola firmemente con sus manos fuertes.

"Creo que el campo de juego se está nivelando". Añadió Conri desde el otro lado, deslizando una de sus manos ásperas por su brazo y renovando el agarre.

"¿Nivelándose al retenerme mientras él ataca?" Lo cuestionó Thea.

Conri se encogió de hombros y sonrió.

"Esto me recuerda cuando éramos niños, Kai". Continuó Thea, "Me golpeaste en la cabeza desde atrás cuando salía del ring, pensando que ibas a sorprenderme y ganarme después de la pelea. Tu padre estaba enojado, pero antes de que pudiera castigarte, me levanté del suelo, te derribé y te golpeé hasta que lloraste. Tu padre se rio mucho y dijo: 'Eso es lo que te pasa por hacer trampa, hijo'. ¿Qué diría si te viera ahora?"

Kai avanzó hacia ella, con la cabeza inclinada en una postura que podría considerarse intimidante, pero que a ella le generaba una sensación diferente. Sus ojos azules, idénticos a los de sus hermanos, la observaban desde debajo de su desordenado cabello oscuro, mientras los músculos de sus amplios hombros se movían con cada paso.

"Pero papá no está aquí ahora". Dijo Kai con su profunda voz, "Nadie te salvará cuando estés bajo mi control, aunque ruegues por piedad".

Kai siempre la provocaba, incitándola a luchar contra él. Le encantaba verla mostrar dominancia, pues le hacía sentir que le pertenecía, aunque ella aún no se diera cuenta. Sin embargo, para ella solo era un desafío.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Thea aprovechó el agarre de Conri y Alaric como palanca para levantar las piernas y rodear los hombros de Kai, apretando firmemente alrededor de su cuello y bloqueándolo en una llave de sumisión.

"Gracias por la ayuda, chicos". Se burló.

Como si se hubieran quemado, Conri y Alaric la soltaron de inmediato. A pesar de que su parte superior cayó golpeando su cabeza contra las rodillas de Kai, Thea no aflojó su agarre y en un rápido movimiento, les propinó un golpe en la entrepierna a ambos, lo que provocó que se doblaran de dolor.

El largo cabello de Conri le cubría la cara, mientras que el corte militar de Alaric dejaba al descubierto su expresión de sufrimiento. En medio del caos, Kai se desmayó y cayó al suelo, lo que permitió que Thea se estabilizara y aterrizara sobre sus pies, sonriendo para sí misma ante la victoria inesperada.

"¡Eso fue injusto!" Alegó Conri, todavía encorvado.

"¿Perdón? ¿De verdad quieres hablar de justicia?" Lo cuestionó Thea, poniendo las manos en las caderas.

"Nos diste un golpe bajo". Añadió Alaric.

"Ustedes cambiaron las reglas a mitad de la pelea, ¿y yo no puedo hacerlo? Si esto fuera la vida real y me atacaran en grupo, créanme que haría lo mismo. Además, llevan protección, así que no les pasó nada".

Se giró hacia Kai y se arrodilló junto a él en el césped, el campo de entrenamiento era un amplio claro en medio del bosque de su manada.

"Kai, ¿estás bien?" Preguntó, y al notar que su pecho no se movía, ahogó un grito, "¡no está respirando!"

Con determinación, Thea colocó las manos sobre su corazón, lista para iniciar la reanimación. De repente las manos de Kai se movieron, la volteó, se montó sobre sus caderas y le sujetó las manos sobre la cabeza.

"Te atrapé". Susurró Kai mientras se inclinaba hacia su oído, su cálido pecho rozó el de ella. De inmediato, el cuerpo de Thea reaccionó, aunque esperaba que él no notara cómo sus pezones se endurecían bajo su presión.

"La estoy sosteniendo, chicos. Tenemos que castigarla".

Obedeciendo la orden, Alaric y Conri agarraron un brazo cada uno, manteniéndola inmovilizada. De esa manera, las tres caras idénticas y cinceladas la miraban desde arriba. Entonces, Kai empezó a hacerle cosquillas en los costados, provocando que ella estallara en carcajadas.

"¡Paren ya!" Rogó, riéndose mientras intentaba liberarse, pataleando. Sin embargo, Kai levantó su camisa y continuó haciéndole cosquillas en el estómago, mientras Alaric y Conri empezaban a morderle los brazos, avanzando lentamente hacia los hombros. Seguidamente, Kai mordió su costado.

Thea jadeaba entre risas, pero las mordidas la hicieron sentir algo completamente diferente: una serie de cosquilleos por todo el cuerpo, enviando una cálida oleada hacia su bajo vientre.

En el siguiente jadeo, Alaric y Conri mordieron ambos lados de su cuello, provocándole una oleada de humedad en su ropa interior y un estremecimiento de sumisión que nunca había sentido antes. En ese instante, decidió dejar de resistirse, y sus risas se transformaron en gemidos.

Los trillizos se quedaron momentáneamente quietos, observando el cambio en su reacción. Thea, paralizada de horror, sintió que su cuerpo quedó paralizado, excepto por su pecho, que seguía subiendo y bajando en un esfuerzo por recuperar el aliento.

Los trillizos levantaron la cabeza para mirarla y el shock se reflejó en sus rostros perfectos, luego intercambiaron miradas, inhalando el aire impregnado de su aroma, después, con los ojos oscurecidos, volvieron a dirigir su atención hacia ella.

Consciente de que habían percibido su excitación y sintiéndose mortificada, Thea aprovechó el momento de distracción, los empujó lejos de sí y corrió hacia el bosque, alejándose del campo de entrenamiento.
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