Capítulo 3
La jornada escolar fue incómoda. Thea y los trillizos, que solían ser inseparables, pasaron el día distanciados, lo cual no pasó desapercibido para nadie. Normalmente, Kai la rodeaba con su brazo, Alaric le ofrecía el suyo cuando caminaban para evitar que se distrajera, y Conri sujetaba el dobladillo de su camisa para mantenerla cerca. Sin embargo, ese día, Thea hizo todo lo posible por evitarlos. Se apresuró a salir de cada clase en cuanto sonaba la campana, evitó caminar con ellos en todo momento y se aseguró de mantener una distancia prudente.

Thea, quien solía ser alegre y optimista, pasó el día inusualmente tranquila. En vez de almorzar en su mesa habitual, decidió refugiarse en la biblioteca, buscando soledad y espacio para reflexionar.

¿Acaso se le podía culpar por sentirse atraída por los trillizos? Después de todo, todos los deseaban, porque eran Alfas e irradiaban poder y sensualidad; su presencia era imponente: altos, de cabello oscuro, ojos azules como el cristal, rostros esculpidos, barbillas fuertes, pómulos definidos, hombros anchos y cuerpos musculosos sin fin. Incluso entre los licántropos, seres de una belleza sobrehumana, ellos destacaban.

Quizás, si lograba controlar sus impulsos, todo podría volver a la normalidad. Su primera transformación estaba cerca y con ella, el temor de que su loba se convirtiera en una bestia insaciable, siempre demandando satisfacción. Pero podrían existir hierbas que suprimieran esas hormonas o al menos, su deseo, de hecho, lo mínimo que podía hacer era investigar cómo ocultar su aroma, seguro que habría remedios para eso.

Comenzó a buscar libros que le ofrecieran ideas para solucionar su problema. Aunque las brujas eran capaces de muchas cosas, no deseaba involucrarse con ellas; eran enemigas de los licántropos y además, peligrosas, preferiría dejar la manada antes que recurrir a su ayuda.

Amaba a su manada, su gente, su familia y a los trillizos. Siempre había querido era ser la Beta y contribuir a que su manada siguiera siendo la más poderosa y envidiada de la costa oeste. No quería irse, así que sacó varios libros y los guardó en su mochila para llevárselos a casa.

Después de la escuela, fue al campo de entrenamiento para liderar la práctica junto a los trillizos. Sin embargo, evitó mirarlos a los ojos, lo que irritó a Kai y Conri. A pesar de que estaban molestos, ella intentó mantenerse profesional, limitándose a hablar solo lo necesario. En lugar de utilizar a los trillizos para las demostraciones, decidió buscar a otros lobos.

Normalmente, después del entrenamiento, Thea se quedaba a charlar con los miembros de la manada, pero esta vez se fue de inmediato. En la casa de la manada, comió algo rápido, luego se dirigió a su habitación para leer los libros que había conseguido y como resultado, no asistió a la cena de la manada.

Un rato después, escribió una lista con todas las hierbas que necesitaba y bajó a la farmacia en la zona del pueblo dentro de los terrenos de la manada. Allí, le entregó la lista al anciano que gerenciaba el lugar, quien se encargó de recoger los artículos, etiquetarlos, empaquetarlos y separarlos en grupos.

"Estas hierbas son más efectivas si las haces en té. Puedes mezclarlas con tu té favorito o soportar el sabor amargo. Y estas otras funcionan mejor si las fumas, ¿tienes algo para fumar?"

"No". respondió Thea.

El farmacéutico se alejó un momento, luego regresó con una pipa y un encendedor, mostrándole cómo usarlos y limpiarlos. Después, agregó: "También tengo una mezcla que podría interesarte, es un spray que nuestros guerreros y rastreadores usan para enmascarar su aroma, ¿te gustaría probarlo?"

"Sí, por favor". Contestó ella.

Él lo añadió al paquete y se lo entregó. "Si tienes alguna duda, no dudes en preguntarme".

"Gracias", respondió Thea mientras pagaba la cuenta, "¿Podría confirmar que estas hierbas están en stock? Quizás las compre a menudo".

"Por supuesto, señorita Lyall".

"Thea. Por favor, llámeme Thea, señor Garrity".

"Por supuesto, Thea". Le respondió el hombre con una sonrisa.

Al regresar a su habitación, comenzó a leer cómo preparar las hierbas: las cantidades a utilizar, el tiempo de reposo del té y la duración de sus efectos. Pronto, se quedó dormida con la cabeza sobre un libro y rodeada de otros volúmenes esparcidos por la cama.

Despertó al sentir cómo el colchón se hundía bajo un peso externo y dos manos fuertes la atrajeron hacia un cuerpo cálido, en ese instante reconoció a Alaric. Desde la infancia, siempre había sabido identificar a cada uno de los trillizos, mientras que los demás tenían dificultades para diferenciarlos, ya que eran idénticos.

Él recogió los libros de su cama, los apiló ordenadamente en su escritorio y le colocó una manta encima.

"Hola", dijo Alaric suavemente, "Te extrañé en la cena, de hecho, te extrañé todo el día. ¿Cómo estás?"

"No lo sé". Respondió suavemente.

"Estás investigando algo, ¿verdad?"

"No quiero hablar de eso".

"Está bien, no tienes que hacerlo pero, ¿puedo quedarme contigo, como antes?"

Los trillizos solían colarse en su habitación todas las noches para dormir con ella, disfrutando de un sueño más reparador en su cama. Sin embargo, dejaron de hacerlo unos años atrás y Thea extrañaba esos momentos, pero nunca se atrevería a entrar en la habitación de ninguno de ellos. En fin, tuvo que aceptarlo.

Finalmente, ella asintió. A pesar de las luces apagadas, podían verse en la oscuridad. No sabía si alguna vez volvería a dormir con él, ni esperaba que sucediera esa noche, pero estar en sus brazos le brindaba un reconfortante sentido de seguridad. Lo abrazó con fuerza, rodeando su cintura, mientras él se acomodaba y la abrazaba de vuelta. Su cabeza reposó debajo de su barbilla y al presionar su rostro contra el pecho de Alaric, inhaló ese aroma que la calmaba y la entristecía a la vez. Al recordar que no era suyo, que ninguno de ellos lo era, se le salieron las lágrimas.

"Oye". Dijo Alaric mientras le acariciaba la espalda de arriba abajo, "¿Qué te pasa?"

"Tengo miedo de perderlos". Sollozó.

"Eso nunca va a pasar, estarás con nosotros para siempre".

Ella deseó que esas palabras fueran ciertas, por esa noche se contentaría con estar en sus brazos. Alaric la sostuvo, acariciándole la piel hasta que, poco a poco, se quedó dormida.
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