Hestia explicó a Lacey las tareas que le había preparado. No la dejaría descansar y le colocaría tantos mandatos como pudiera, así la mantendría ocupada y agotada, para que no interviniera en sus asuntos. Ya, de por sí solo, sería complicado seducir a Heros.—Eso es todo, puedes retirarte —dijo Hestia, de forma imperativa. Pero se había percatado de las reiterativas miradas de la traidora al paquete que había dejado su bello Heros en su auto. Los dulces eran finos y costosos. Sin duda alguna, su tierno chico se había esforzado en comprárselas a Lacey. No obstante, ella no merecía probar ni uno solo—. ¿Conoces esta marca? —preguntó, abriendo la caja y agarró uno con sus dedos.Hestia había estado pensado en quién le había podido regalar esos detalles a su jefa, quien no era famosa por ser emocional o amorosa, y tampoco había escuchado el chisme de que tuviera algún enamorado. No había recibido esa información de parte de las demás trabajadoras.—Sí, la conozco, mi señora. Es mi favorit
Un hombre con atuendo todo oscuro, similar a un espía, con un pasamontañas que le ataba el rostro, vigilaba desde lejos y oculto, a lo que acontecía. Entonces, envió un mensaje: “Tarea completa”. Hestia estaba sentada en un suave sofá en el balcón de su suite. Llevaba puesto una túnica semitransparente y ropa interior de encaje negra. Sostenía en su derecha una copa de cristal, medio llena de vino. Observaba el panorama de la resplandeciente ciudad desde el piso más alto del rascacielos, como una maravillosa diosa griega mirando a los mortales desde el monte Olimpo. La pantalla de su móvil se iluminó al recibir una notificación. Lo levantó con su mano izquierda y manifestó una sonrisa tensa en sus carnosos labios. Era una mujer mala, por lo que había hecho, sí. Pero era que nunca había sido buena. No le importaba lo que pensaran los demás, iría con todo para obtener su presa. Había sido cruel y nefasta, con un inocente, que no tenía la culpa de nada. Sin embargo, necesitaba destrozar
—Yo… —dijo él. Esa sola palabra la emitió de manera forzada; apenas y pudo pronunciarla.Heros intentó colocarse de pie. Pero, ni siquiera podía levantarse; no tenía fuerzas para hacerlo, por lo que no podía evitar la presencia de esa preciosa mujer.—Es normal sentirse mareado, si no estás acostumbrado a hacer ejercicio —comentó Hestia, con amabilidad—. El viento del abanico te servirá a que se te pase más rápido—. Ahora estás pálido.Heros endureció las facciones de su rostro y tuvo que aceptar la ayuda de Hestia. Aunque, tampoco podía rechazarla, ya que estaba exhausto y sin energías. Al pasar los minutos, sus sentidos se fueron normalizando. Sudaba bastante, más que cuando estaba caminando en la máquina. Sentía su torso y su cuello frío. Pero ya respiraba menos agitado.—Gracias —dijo Heros, dedicándole una ligera mirada a la diosa—. Ya debo irme. —Se puso de pie y caminó varios metros. Sin embargo, se detuvo y se dio media vuelta—. ¿Por qué me estaba buscando? Las cosas entre nos
Hestia llevó a Heros a un médico nutricionista, para que le diera una dieta óptima para él.Heros fue pesado y medido, por parte del doctor. ¿Y quién era la persona que lo acompañaba en este proceso? Hestia Haller, una mujer que no conocía, hasta hace pocos. Luego, fueron al supermercado. Llevaba el carrito, mientras veía a Hestia, agarrar cualquier cosa de los estantes y lo arrojaba dentro de coche. Arrugó el entrecejo, y sonrió con diversión.—¿Habías hecho mercado antes? —preguntó Heros, sin poder contener su humor.—No, jamás lo había hecho. ¿No es solo agarrar, echar y pagar por lo que gustes? —contestó ella, con disimulada arrogancia—. Es hasta divertido hacerlo.—No, esa no es la manera —respondió Heros, de modo cortes—. ¿Puedo? Quizás, yo también te pueda enseñar algunas cosas.—Adelante —dijo Hestia, complacido con el muchacho—. No me niego a prender. El conocimiento, siempre es bienvenido.Hestia había cambiado de puesto con Heros; ella era quien conducía el carrito de compr
Así, los dos terminaron su día, más distanciados que cercanos. La conversación entre ambos, no fluyó como en otras ocasiones. Había silencio y ninguno se veía de forma directa a los ojos.Heros iba en el asiento trasero del auto, junto a Hestia. Desde que había iniciado, ella lo traía y lo dejaba cerca del lugar donde vivía. Miraba a la preciosa Hestia, de manera disimulada. ¿Por qué la parecía más hermosa y encantadora que nunca? Era como si se hubiera quitado una venda de la cara, en el que por cualquier ángulo que la detallara, solo podía atestiguar esa magnífica belleza celestial. Su corazón latió de una forma diferente y percibió en su torso una especie de vacío, acompañado de inquietud. Sí, estaba nervioso, como cuando estaba al lado de la chica que le gusta y no sabía qué hacer, para poder charlas con ella. En las ocasiones pasadas, había podido empezar un diálogo fluido y ameno. Sin embargo, en esta ocasión, no sabía cómo empezar. No entendía; se suponía que su relación había
Hestia estaba excitándose de nuevo. No había llegado a imaginar, que simples mensajes fueran así de estimulantes. Era distinto a estar en persona, ya que se mantenía el suspenso y la intriga, de lo que fuera a responder el otro. Su tierno conejito, tenía el poder de encenderla, sin siquiera tocarla.Heros ni siquiera lo dudó; confiaba en Hestia. Además, que ella ya lo había hecho, por lo que era justo y también deseaba hacerlo. Era como si una cadena de timidez, se hubiera quebrado en su interior. Se puso de pie y se alzó el suéter, para regresarle la foto, con una de su abdomen marcado y su bello rostro. Respiraba de manera acelerada, cuando sacó una foto de su bóxer, en el que se manifestaba su erguido atributo. Debido a tanta adrenalina recorriéndole las venas, lo hizo llegar a un estado de trance, en el que sus pensamientos se habían nublado. Así estuvieron por varios minutos más, hasta que recordó, por lo que había querido conversar con ella.Heros.Creo que dejé mi mochila en tu
Heros no contuvo su deseo de besar a Hestia. Incitado por las palabras que le había dicho, era como si una flama de valentía hubiera sido encendida en su alma. Cada fibra de él, anhelaba tocar y sentir el magnífico cuerpo de su diosa. Su virtud se endureció al momento en que continuaron con su intercambio de saliva. Deslizó sus manos por los muslos de Hestia y le apretaba las nalgas, sin timidez. Jamás había estado de esa forma, era como si hubieraHestia fue quien la tumbó sobre una las almohadillas del gimnasio. Se puso ahorcajadas sobre la entrepierna de Heros, en la que podía sentir la firmeza del chico a través de su licra. Se apoyó el torso de él, y comenzó a menear sus caderas con sutileza, frotándose contra el gran talento de su amable ángel. Entonces, se dejó caer sobre él, y aplastó sus enormes senos en el pecho del joven. Estaba tan excitada, como lo estaba Heros. Los años de abstinencia, su obsesión por tenerlo, y el hecho de, poder haber logrado su cometido, luego de vari
Heros caminaba a paso lento. Se había guardado el brasier en uno de sus bolsillos. Extendía su brazo zurdo hacia delante, para evitar chocar con algún objeto. No era un prodigio de la memoria, pero recordaba, de forma vaga, los puestos de algunos muebles de la suite.—¿A dónde tengo que seguir? —preguntó él, mientras sonreía. Era un poco desesperante no poder ver. Además, que su premio era algo muy tentador.—Vas por buen camino. Avanza dos metros más.Hestia continúo dándole indicaciones, hasta que se quedó sin moverse.Heros percibió en su palmar el abdomen plano de Hestia, y la abrazó, para que no se pudiera escapar.—Ya te he atrapado —dijo Heros, mientras seguía sumergido en la oscuridad, a causa de la venda.Hestia sonrió de modo tenso y lascivo. Volvió a guiar las manos de Heros, esta vez, las llevó sobre sus pechos.Heros sintió la calidez de los blandos y grandes atributos de Hestia. Empezó a rozarlas y apretarlas con levedad, como un niño probando su nueva adquisición. Se di