Heros no contuvo su deseo de besar a Hestia. Incitado por las palabras que le había dicho, era como si una flama de valentía hubiera sido encendida en su alma. Cada fibra de él, anhelaba tocar y sentir el magnífico cuerpo de su diosa. Su virtud se endureció al momento en que continuaron con su intercambio de saliva. Deslizó sus manos por los muslos de Hestia y le apretaba las nalgas, sin timidez. Jamás había estado de esa forma, era como si hubieraHestia fue quien la tumbó sobre una las almohadillas del gimnasio. Se puso ahorcajadas sobre la entrepierna de Heros, en la que podía sentir la firmeza del chico a través de su licra. Se apoyó el torso de él, y comenzó a menear sus caderas con sutileza, frotándose contra el gran talento de su amable ángel. Entonces, se dejó caer sobre él, y aplastó sus enormes senos en el pecho del joven. Estaba tan excitada, como lo estaba Heros. Los años de abstinencia, su obsesión por tenerlo, y el hecho de, poder haber logrado su cometido, luego de vari
Heros caminaba a paso lento. Se había guardado el brasier en uno de sus bolsillos. Extendía su brazo zurdo hacia delante, para evitar chocar con algún objeto. No era un prodigio de la memoria, pero recordaba, de forma vaga, los puestos de algunos muebles de la suite.—¿A dónde tengo que seguir? —preguntó él, mientras sonreía. Era un poco desesperante no poder ver. Además, que su premio era algo muy tentador.—Vas por buen camino. Avanza dos metros más.Hestia continúo dándole indicaciones, hasta que se quedó sin moverse.Heros percibió en su palmar el abdomen plano de Hestia, y la abrazó, para que no se pudiera escapar.—Ya te he atrapado —dijo Heros, mientras seguía sumergido en la oscuridad, a causa de la venda.Hestia sonrió de modo tenso y lascivo. Volvió a guiar las manos de Heros, esta vez, las llevó sobre sus pechos.Heros sintió la calidez de los blandos y grandes atributos de Hestia. Empezó a rozarlas y apretarlas con levedad, como un niño probando su nueva adquisición. Se di
Heros se apoyó con sus antebrazos en la cama, y percibió el palmar de Hestia en su entrepierna. Suspiró con pesadez, mientras seguían besándose. Hestia deslizó su mano por esbelto abdomen, y luego la deslizó por debajo de la ropa interior, sosteniéndolo a gusto. No deseaba abrir su regalo todavía, por lo que se empapó con saliva y comenzó a frotarlo, sin sacarlo a la vista. Estuvo haciéndolo por casi una hora debido a que la forma en que estaban era cerrada y limitada. Heros se agarró en la espalda de Hestia y la apretó con fortaleza al venirse. Se percibía el olor y la mancha mojada en su bóxer. —¿Dónde está el baño? —preguntó Heros, sintiéndose incómodo, por lo que quería limpiarse. —Toma esto. —Hestia le facilitó otro interior, para que se lo pusiera—. Está por allá. —Gracias. Hestia se quedó sola, en tanto observaba los residuos del fluido en sus dedos. El aroma era particular y distintivo. Sin embargo, al probarlo con la punta de su lengua, no había un sabor que destacara; n
Al día siguiente, luego de que ambos se dieran una ducha por separado, siendo Hestia la primera.—Aquí tienes este traje para ti —dijo ella, con amabilidad. Se había colocado una corta bata de baño de satén. Miró a detalle el maravilloso cuerpo mojado de Heros, que solo era tapado una toalla blanca de la cintura para abajo—. Puedes colocarte este por ahora. El desayuno está listo.Hestia moldeó un agradable gesto en su bello rostro, y quiso salir de la habitación, para que se cambiara. Sin embargo, fue detenida por su antebrazo.—Espera —dijo Heros, y le giró hacia él. Entonces, tomó la iniciativa de darle un beso. Era imposible resistirse a ella, y menos, si siempre vestía de esa forma de sexy y provocadora.Hestia había logrado lo que tanto había anhelado. Ya no era ella la que lo buscaba, sino que, era el mismo Heros quien venía por voluntad propia.—Debes darme uno así todas las mañanas —dijo Hestia, complacida con la iniciativa del chico—. Y al menos veinticuatro durante día.—Ta
Heros divisó los muebles con formas extrañas y los objetos de castigo que estaban, de manera ordenada, en distintos armarios que, se hallaban pegados a la pared. La luces púrpuras, podían dejar ver con claridad el sitio. Era parecido a aquel burdel erótico de baile de pole dance, al que lo había llevado cuando se habían conocido, pero este, era más espacioso y había más parafernalia. Así que, ¿estos eran esas satisfacciones extrañas que le había comentado? No era diestro para conquistar y seducir, pero había leído sobre los juegos sexuales del Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo, más conocido como el BDSM. Jamás en su vida había realizado tales prácticas y tampoco era el hombre más dominante, como para ejercer ese rol. Caminó con lentitud, mirando y palpando los diferentes elementos que se encontraban en el lugar. Había esposas policiales y otras que eran de cuero, cinturones, máscaras satinadas, consoladores, vibradores, látigos, fustas, cuerdas, cadenas c
Hestia no sentía vergüenza, ni tampoco era adolescente con inseguridad. Obtenía lo que quería, a como diera lugar. Ya había hecho, y esperado mucho, para seducir a Heros. Ahora, le mostraría la diferencia entre una mujer independiente, libre y sin pudor, que disfrutaba de su sexualidad, como una bestia hambrienta de placer.Heros tragó saliva al momento en que oyó el comentario de Hestia. La diferencia de experiencia y libido, se manifestaba a gran escala; ella lo superaba en cualquier ámbito y tema que se le viniera a su pensamiento. Se sentía pequeño y débil, estando con ella. Pero, al mismo tiempo, atraído y curioso en lo que Hestia Haller podía hacerle o mostrarle. Entendía que, estando con esa preciosa mujer, no había límites, ni pena; solo lascivia y fuego. ¿Este era el mundo que ella le ofrecía explorar? Era como, si al haber aceptado convivir junto a Hestia; se hubiera transportado a otro parte diferente, y de forma simultánea, sabía que debía adaptarse a las nuevas circunstan
Hestia se puso de pie y evitó caerse en su propia charca de felicidad. Estaba todavía mareada, por lo que se apuró a llegar en donde se hallaba su bello héroe. La cuerda del consolador aún se manifestaba en su entrepierna. Se sentó en el regazo de él, empapándole el pantalón con los residuos de su miel, que habían quedado en su intimidad y en el lado interior de sus muslos. Lo liberó de las muñecas suma destreza. Acercó su cara a la de su dulce chico, para apreciarlo de mejor manera; no podía aburrirse de contemplar el atractivo de su héroe, que era como su Adonis.—¿Te gustó tu regalo? —preguntó ella, con voz susurrante.—No —dijo Heros, con seriedad. La abrazó por la espalda—. Me encantó —. Le dio un extenso y largo beso, que les volvió a robar el aliento.Hestia se recostó en el esbelto torso de su chico. Al recuperarse se puso de rodillas y lo soltó de las ataduras en las piernas. Volvió ponerse recta, mirando a las atractivas facciones del rostro de su chico. No sabía por qué, pe
Así, los dos se quedaron dormidos en la habitación púrpura hasta el siguiente amanecer. Se ducharon, de nuevo, cada uno por su cuenta, hasta que se encontraron en la sala de estar para compartir el desayuno. Se colocaron sus atuendos deportivos, realizaron estiramientos y corrieron en las caminadoras eléctricas. Estando sudado y agitados, luego de una hora y media. Se miraban con complicidad y se sonreían de forma rígida, sin mostrar sus dientes. Estuvieron el resto de la mañana haciendo otros tipos de entrenamiento. Al medio día gozaron de un completo almuerzo, mientras eran atendidos por el personal de confianza de Hestia. Luego, Heros leyó en voz alta un libro para la anfitriona. Bebieron vino con aperitivos. Tenían tanto tiempo libre y no había ninguna prisa en dar el siguiente paso en su relación, siendo Hestia la que más había esperado. Pero también tenía ese deseo, de que fuera especial e inolvidable. No era una cursi romántica, ni una adolescente enamorada. Sin embargo, eso er