Hestia se puso de pie y evitó caerse en su propia charca de felicidad. Estaba todavía mareada, por lo que se apuró a llegar en donde se hallaba su bello héroe. La cuerda del consolador aún se manifestaba en su entrepierna. Se sentó en el regazo de él, empapándole el pantalón con los residuos de su miel, que habían quedado en su intimidad y en el lado interior de sus muslos. Lo liberó de las muñecas suma destreza. Acercó su cara a la de su dulce chico, para apreciarlo de mejor manera; no podía aburrirse de contemplar el atractivo de su héroe, que era como su Adonis.—¿Te gustó tu regalo? —preguntó ella, con voz susurrante.—No —dijo Heros, con seriedad. La abrazó por la espalda—. Me encantó —. Le dio un extenso y largo beso, que les volvió a robar el aliento.Hestia se recostó en el esbelto torso de su chico. Al recuperarse se puso de rodillas y lo soltó de las ataduras en las piernas. Volvió ponerse recta, mirando a las atractivas facciones del rostro de su chico. No sabía por qué, pe
Así, los dos se quedaron dormidos en la habitación púrpura hasta el siguiente amanecer. Se ducharon, de nuevo, cada uno por su cuenta, hasta que se encontraron en la sala de estar para compartir el desayuno. Se colocaron sus atuendos deportivos, realizaron estiramientos y corrieron en las caminadoras eléctricas. Estando sudado y agitados, luego de una hora y media. Se miraban con complicidad y se sonreían de forma rígida, sin mostrar sus dientes. Estuvieron el resto de la mañana haciendo otros tipos de entrenamiento. Al medio día gozaron de un completo almuerzo, mientras eran atendidos por el personal de confianza de Hestia. Luego, Heros leyó en voz alta un libro para la anfitriona. Bebieron vino con aperitivos. Tenían tanto tiempo libre y no había ninguna prisa en dar el siguiente paso en su relación, siendo Hestia la que más había esperado. Pero también tenía ese deseo, de que fuera especial e inolvidable. No era una cursi romántica, ni una adolescente enamorada. Sin embargo, eso er
Hestia metió su palmar en la entrepierna y tanteó la durmiente virtud de Heros, que se fue irguiendo ante el roce que le provocaba. Recorrió el duro atributo a través de la tela del bóxer; no solo era alto, también era grande y grueso. Era por eso que se decía que los callados e inteligentes, tenían grandes dotes, que mantenían ocultos. Metió su mano con lentitud y sintió una la firmeza, cálida y apetecible, como para volverse a llevar dentro de su boca, que se podía adaptar al tamaño de la gran espada de su bello héroe. Habría tiempo de sobra para jugar con el sobresaliente talento de su joven amante. Ahora, aumentaría la libido y la impotencia en él, para que cuando llegara el momento cúspide de su relación, Heros se abalanzara sobre ella, como una bestia hambrienta, furiosa y ansiosa de poder tener su tersa piel blanca entre los puntiagudos colmillos. Siguió, tanteando el ancho espalda del chico, que se marcaba debido al ejercicio. Pasó su lengua, degustando el sabor de su conejito
Hestia introdujo dentro de ella la firme virtud, con la que tenía que hacer un considerable esfuerzo para que la cupiera en la boca. Percibió en su paladar un sabor a fresa, debido al lubricante que había utilizado de forma reciente. Usó lengua para degustar el erguido talento, hasta que lo fue tragando cada vez más, hasta tocarle la garganta. Sus ojos se cristalizaron, ante la proeza. Entonces, comenzó a mover su cabeza en repetidas ocasiones, para realizar una diestra y habilidosa felación. Acumuló saliva y se regó en entre los enormes senos. Enderezó su espalda y acercó de nuevo su pecho, para dar inicio a una fabulosa estimulación rusa, en la que mientras lo hacía, no dejaba de ver a la cerúlea mirada de su lindo chico. Aplastaba y comprimía el imponente dote de Heros de modo preciso y rítmico, para causarle una mayor sensación. Al pasar los minutos, agregó sus manos a la escena y para provocarle más estimulación.Heros templó sus piernas y convulsionó en su silla, en tanto eyacul
Hestia le dedicó una sonrisa tensa, como la que acostumbraba a realizar. No quería tener ningún tipo de sentimientos por Heros. Pero tampoco se negaba a disfrutar a gusto el maravilloso y esbelto cuerpo marcado, lleno de energía y vigor de su bello conejito. Le robaría un poco de esa juventud a su lindo chico; eso era uno de los tantos beneficios que tenía al compartir con un hombre más joven. Además, que podía mostrar su lujuria natural, sin necesidad de contenerse, porque al estar con él, todos sus bajos instintos salían a flote, como si Heros potenciara su apetito sexual; no solo era tener sexo, también era importante con quien lo hacías, porque así podía llegar a un nivel superior, que significaría hacer el amor.Heros era consciente de las ásperas preferencias de Hestia. Meditó por un instante, ya que siempre había sido el chico bueno, amable y tímido, que se mantenía con su cabeza gacha, sin protestar, ni refutar nada. Deseaba ser dulce y cariñoso con Hestia. Sin embargo, tambié
Heros tuvo que alzarse el bóxer y el pantalón, para poder caminar con normalidad. Se acercó a Hestia, contemplando aquel impresionante paisaje que su hermosa dama le proporcionaba. Las anchas caderas, el firme trasero con esos tonificados glúteos y la línea de la espalda, hicieron que su virtud recobrara de nuevo la dureza, que se volvía a marcar de forma vivida en su entrepierna. ¿Qué debía hacer? Aunque tuviera a su total merced a semejante mujer, que era una auténtica diosa descendida de los cielos, no sabía qué hacer o cómo proseguir su frenética sesión. Su cabeza estaba en blanco, aún le faltaba experiencia para mantener sus pensamientos serenos en situaciones de intensa pasión. Su pecho se inflaba y se vaciaba con rapidez. Respiraba, agitado, pero se mantenía estático, como en un estado de reflexión, aunque en realidad solo admiraba la espléndida vista de Hestia. Entre las diversas opciones que podía escoger, su brazo se movió por sí solo hasta el ondulado cabello rojo de su dio
Hestia agarró la dura virtud su mano derecha, mientras veía a los ojos azules de Heros. Levantó su cuerpo y acomodó el erguido atributo dentro de ella. Suspiró con pesadez y gozo al volver a ser llenada. No importaba que lo hubieran acabado de hacer, se sentía tan bien al inicio de la velada. Movía sus caderas, mientras se apoyaba en los muslos del chico. Sus enormes pechos estaban expuestos y con sus pezones rígidos.La transpiración de ambos mojaba las sábanas. La cama se estremecía ante la violenta cabalgata que estaba aconteciendo. Los gemidos de los dos se combinaban, para dar paso un armonioso canto de lujuria. Sus pieles ardían en la llama del deseo y sus cuerpos se acoplaban como uno solo. Ósculos, caricias y chupetones acompañaron la escena de los amantes, que se habían escapado un fin de semana para estar juntos, en secreto, para entregarse a la pasión que se había avivado en sus corazones; una por venganza y castigo, y la otra por haber sido seducido y encantado. Así pasaro
—Eso era lo que quería escuchar —dijo ella, con expresión impúdica.Hestia extendió sus brazos, para quitarle el bóxer, y lo arrojó fuera de la tina. Luego, le rodeó el cuello y se puso encima de él. Aplastó sus grandes pechos empapados de espuma en el esbelto cuerpo del chico. Sintiendo en sus muslos la firme virtud que se había despertado.Heros la abrazó por la cintura. Cerró los ojos, cuando percibió el agradable peso de los deliciosos labios de Hestia contra los suyos y las dos grandes senos, que se aplastaban en su torso. Deslizó sus manos por la línea de la espalda, llegó a los glúteos y siguió por los mulos de las piernas. Apenas llevaba algunos días en la casa de Hestia, y sentía que toda su vida había estado con ella. El tiempo, junto a Hestia, se tornaba lento; le agradaba tanto y era feliz compartiendo con su diosa, que disfrutaba cada instante que pasaba con su hermosa amante. Además, esa sensación de excitación, deseo y orgasmo, era difícil de sacar de sus pensamientos.