Al día siguiente, los dos llegaron al aeropuerto, donde los estaban esperando los encargados de supervisar su vuelo en el jet privado. El sol de la mañana incendiaba las alturas y otorgaba una temperatura alta y sofocante.—Es bonito —dijo Heros, al atestiguar el lujoso medio de transporte aéreo. Ya había montado en helicóptero y ahora lo haría en un avión da gama alta, y tenía la certeza de que no sería la última vez de que lo harían, sino que faltaban más viajes por hacer.—Gracias, tengo otros más. ¿Quieres te dé uno o dos? —comentó Hestia, de forma divertida. Aunque, sí tenía pensado darle varios regalos. Resultaba algo incontrolable no darle obsequios, aunque eso le diera una imagen da mami de azúcar, pero eso también resultaba interesante.—Uno solo estaría bien, no sé cómo utilizar varios. Además, debe ser costoso mantenerlo activos —dijo Heros, con normalidad, ya que ella era la rica, no él, por lo que no podía darse esos tipos de privilegios. No le era desagradable viajar en
—Entonces, que comience el juego.—¿Qué tienes planeado? —preguntó Heros, mientras deslizaba sus manos por la espalda de Hestia.Heros la acercó más hacia él; ansiaba sentirla, tocarla y degustar el aroma que emanaba de ella.—Bueno, en realidad, no es tan difícil. —Hestia dirigió su mirada al lugar donde reposaba el maletín que recién le había entregado, y que había estado cargando—. Vamos a jugar al policía y al ladrón, combinado con las escondidas. Pero, debes llevar ese portafolios, y entregármelo cuando logres atraparme. Yo haré lo posible para que no me aprehendas, señor agente, por mis delitos. —Le mordió el labio inferior a Heros—. Y confieso, que soy culpable —susurró.Heros se excitaba ante las provocaciones de Hestia; cada vez necesitaba más de ella, como si fuera una droga, a la que se iba haciendo dependiente de tomar.—¿Qué pasará cuando logre alcanzarte? —interrogó él, con entusiasmo. Ya no contenía su deseo, de hacerle el amor.—Bueno, no es un secreto, que podrás hace
Heros avanzaba a paso lento, detallando el rostro de las distintas mujeres, que lo agobiaban. ¿Cómo era que había tantas? Además, había notado otro asunto, y era que, evitaban verlo a los ojos por mucho tiempo y no atendían, al hacerles alguna pregunta. No tenían permitido hablarle, porque sin duda aluna, la voz también era relevante para hacer descarte en su elección. Estaba rodeado de numerosas réplicas que no le prestaban atención, ni le respondía si les hablaba. Percibió un frío en su pecho. Ahora si estaba emocionado por jugar, porque la partida, que parecía ser sencilla, se había transformado en un gran desafío. ¿En qué parte podría estar Hestia? En un sitio alejado donde pudiera ver todo el panorama a gusto, eso sería muy obvio. Los segundos avanzaban en su reloj y se convertían en minutos. Estaba emocionado, porque estaba acorralado ante la multitud de damas de aspecto idéntico. Sin embargo, ansiaba obtener la victoria y conseguir el premio mayor. Su espíritu de competencia se
—¿Y cuál es el estado de la partida? —preguntó Heros, moldeando una sonrisa tensa.—Felicidades, has ganado el juego —dijo Hestia, sin tomar el maletín—. Ahora puedes reclamar tu premio. Pero, antes debes abrir el portafolio.Heros frunció el entrecejo. Se había concentrado en encontrar a Hestia, que su interés por lo que contenía el maletín había pasado a un segundo plano. Divisó una mesa, y lo puso encima de la superficie del mueble, para luego quitar los seguros. Así que, eso era lo que había estado cargando Hestia durante el viaje, y también él en el transcurso de la fiesta. Era un pequeño juego de consoladores, esposas de cuero, frascos de lubricante, velas, un encendedor y látigos. Sin embargo, fue sorprendido por Hestia, que se había colocado detrás de él y lo fue empujando hacia el muro del cuarto, quedando de espaldas a ella. Estaba siendo dominado una vez más por Hestia. ¿Por qué excitaba tanto al ser sometido por ella? No era masoquista, pero no era desagradable estar a la
La mujer de rubio temblaba de la ola de emociones que sentía al ver, y eso que no se comparaba con lo que debía estar experimentando aquella mujer, que sabía que estaba ahí, pero no le importaba que los viera. Su cuerpo ardía y su entrepierna le rascaba, quería tocarse y aplacar ese fastidioso malestar que no la dejaba tranquila. Sus mejillas estaban ruborizadas y su respiración se había agitado. Metió su brazo derecho por la abertura del vestido. Apenas se rozó el muslo y sus vellos se erizaron, ante la sensibilidad que tenía. Deslizó su mano diestra, por debajo de su braga, y percibió una extraña humedad de la que no se había percatado. ¿Qué era eso? Era demasiado viscoso para ser orina. Pero, era justo lo que necesitaba para lo que quería hacer. Se frotó sus labios hinchados, sin dejar de ver a la pareja que mantenía relaciones en el cuarto. La rasquiña no se iba; necesitaba ir más al fondo, por lo que debido a sus resbaladizos fluidos, sus dos dedos se introdujeron en ella misma si
Heros encendió las otras velas y las puso sobre el artístico cuerpo de Hestia, que se iluminaba ante el resplandor del fuego. Las puso de forma inclinada, para que la cera que fuera derritiendo, cayera sobre ella, y se endurecía a los segundos. Ahora, hallaba la diversión de hacer tantas cosas descabelladas y extremas. Esa era la maldad que habitaba en él, y que se había sido prendida por Hestia, similar a la mecha de una dinamita que había explotado en su interior, y lo había hecho renacer. El iris de sus ojos resplandecía con igual fulgor que el de Hestia, podía verlo; como si la niebla que le tapaba de ver la verdad, le hubiera sido quitada. Atestiguaba que, eran como almas gemelas, que se habían conocido y habían colisionado, provocando todo lo que habían estado viviendo en lo últimos días. Movió su mano, encima de los senos, más exacto, por la zona del pezón, para bañarlo del líquido caliente.Hestia observaba con orgullo al monstruo que había creado. Sonreía con felicidad, al se
—¿Por qué quieres que sea tu asistente? —preguntó Heros, tensando su mandíbula. Estaba si empleo, pero con facilidad pudo haberle encontrado trabajo en otro lugar.—Así, estarás más cerca de mí, porque de otra manera, tendríamos que esperar a vernos durante días —respondió Hestia, con sinceridad. En eso no le estaba mintiendo—. Además, mejorarás tu hoja de vida y te puedo enseñar algunas cosas, para que, cuando vuelvas a emprender, tengas más éxito. Después de todo, eres mi discípulo, y deseo enseñarte en todas las áreas que manejo.Hestia bebió del vino y puso la copa en la mesita de cristal. Llevaba puesto un camisón de terciopelo rojo, con una túnica, que hacía juego con su ondulado cabello. Estaba toda de roja, en el que solo variaba a blanco, debido a las partes de su cuerpo que exponía, como el cuello, el busto; debido al escote, los mulos y los las piernas. Se puso ahorcajas sobre el regazo de Heros, y le rodeó la nuca con sus brazos. Veía a los ojos cerúleos de su lindo chico.
Hestia le bajó los pantalones a Heros y sostuvo el duro talento en sus manos. Dejó caer saliva y luego abrió sus labios, para tragarse la erguida virtud. Después se puso de rodillas en el piso, mientras Heros seguía sentado en el sofá. Saboreaba su delicioso helado sin pudor. Así estuvo, por los siguientes minutos, hasta se puso de pie y se dio medio vuelta, quedando de espalda a Heros, para quitarse la túnica. Entonces, se alzó su camisón, mostrando su esbelto trasero, con la braga de encaje que llevaba puesta. Se inclinó hacia adelante y se deslizó la prenda por sus piernas, regalándole una vista de su empapada humanidad. Apoyó su mano zurda en el muslo de Heros, mientras que con la otra se acomodaba el rígido atributo en su intimidad. Gimió y afianzó su agarre, cuando volvió a sentir como era llenada en la parte inferior de su vientre. Movía sus caderas de arriba abajo, en tanto lo acompañaba trazando círculos. Miraba por encima de su hombro, para contemplar las expresiones de su b