Una semana pasó desde aquel altercado. Era treinta y uno de diciembre. Más tarde, a media noche, se estaría celebrando año nuevo.Heros se hallaba en la sala de estar de su departamento. No había podido gestionar sus ideas de forma satisfactoria debido a que era el asistente de Hestia. Pero había ido reconstruyendo el sitio que había sido quemado por llamas y también tenía el que le había dado aquella soberbia mujer. Todavía no estaba libre de Hestia, porque como había dicho, todo lo que tenía era por ella. Había decido que, en el sitio donde había ocurrido el incendio, estaría una gran heladería y cafetería, en el que cualquier persona podría disfrutar. Chocolate, pensó, al recordar el sabor favorito de Hestia, y que también le fascinaba a él. En el lugar que Hestia le había cedido, debido a que era de mayor proporción y de varios niveles, resurgiría su empresa, pero había estado desarrollando otro negocio: Deale Asesores EAF; con su intelecto y con lo que había aprendido de Hestia,
Me hubiera esperado un poco más, pensó Hestia, así hubiera disfrutado de navidad junto a Heros y ahora, de año nuevo. Pero si convivía más, no habría podido separarse de él. No había considerado bien las fechas y tal vez pudo haberse resistido los encantos del Heros hasta fin de año. Aunque, jamás las había celebrado, nunca antes se había tan sola. Era porque sí quería la compañía de Heros. Ya lo hiciste enojar, se dijo, y él también se había ido molesto. Aún era pronto, tendría que darle más tiempo para que volviera. Miraba con más frecuencia su reloj; las manecillas se movían, más lento de lo normal. Se enojó al instante. Estaba en su oficina, frente a la computadora. Su celular sonó en su escritorio; era una llamada de uno de sus escoltas, al que había mandado a seguir a Heros.—Él está con ella en… —dijo aquel hombre con voz tosca. Dándole la ubicación de Heros—. Utilizó un taxi.Hestia endureció el semblante de su bello rostro. Colgó al instante y levantó el teléfono.—Prepara mi
Heros se había devuelto, sin pensarlo dos veces. Pasó por al lado de Hestia y la observó. Arrugó el entrecejo; parecía perdida en sus pensamientos, porque ni siquiera se había dado cuenta de su presencia. Abrió la sombrilla, puesta que la lluvia había aumentado de manera rápida. Luego, ella alzó la cara, y segundos después, como saliendo del estado de trance, levantó la vista al cielo. ¿Qué haces? Quiso preguntarle, pero no lo hizo, porque debía estar reflexionando un asunto muy importante, si había llegado a abstraerse de esa forma. Segundos después, su mirada se cruzó con la de la divinidad. Aun estando enojado y discutido con Hestia; había un propósito que era superior a todo eso, y era, su enorme deseo de cuidarla y de que no le pasara nada malo. No importaba que fuera una mujer despiadada que le gustaba hacer sufrir y humillar a los demás; hasta habiéndolo insultado, no concebía la idea de lastimar a Hestia, ni con el pétalo de una rosa. Había expresado que no le deseaba el mal,
Heros reflexionó sobre ese comentario. Era cierto. Aunque hubiera sido seducido, todavía se encontraba en otra relación. Entonces, ¿qué era lo que le molestaba? Era que lo hubiera ofendido. En aquel momento lo había tocado un poco, pero ya eso no le importaba. ¿Qué era lo que quedaba? Nada.—Tienes razón. Fui tan despreciable como tú en esta situación.—Y con respecto a las ofensas que te dije —comentó Hestia. Ser directa era su cualidad natural, y no podía dejar de usarla—. Sí, buscaba ofenderte, pero mentí y estuvo mal. Hoy me has mostrado lo que siempre supe. Eres el hombre más maravilloso y bondadoso que he conocido. Quería terminar nuestra relación y que te alejaras de mí. Pero…Hestia se expresaba con sinceridad. Su orgullo y su soberbia no la dejaba disculparse como era debido. Se sentía aliviada por haber corregido, aunque sea un poco, los errores de su impulso.Heros se asombró por las inesperadas palabras de Hestia. Por algún motivo, siempre supo que lo había hecho como últi
Al día siguiente, estaba sentada en el consultorio, luego de hacerse la prueba de sangre. Había esperado por un buen tiempo. Era paciente, pero por esta vez, estaba ansiosa por conocer los resultados. Solo la idea de comprobar lo que era demasiado evidente, le hacía erizar los vellos de su tersa piel.—Felicitaciones, señora Haller, está embarazada —dijo el doctor, que leía los resultados—. La recomendaré a la mejor obstetra del país, para que esté al cuidado de usted y de cada fase de del embarazo. Además, le voy a sugerir una colega nutricionista, para que tenga la mejor dieta en esta etapa de su vida. —El médico continúo hablando.Un hijo, pensó Hestia, mientras asimilaba la noticia. Sus piernas tiritaban, sus manos temblaban y su cabeza se quedó en blanco. Un hijo de Heros y mío, se repitió.Hestia salió del inmenso hospital. Se había colocado un abrigo escarlata, debido a la nieve y al frío que hacía en esta época del año. Su respiración formaba un humo blanquecino. Reposó la man
Heros lo pensó por un par de segundos y cuando se decidió a hacerlo, se acercó uno de los meseros.—Disculpe, joven señor. —Se acercó a la oreja de Heros y le susurró—: aquella mujer lo ha mandado a buscar. Dice que solo el dueño puede atenderla.Heros vio a Hestia que lo miraba de vuelta con una sonrisa tensa. Su semblante se mantuvo inexpresivo y se puso de pie, excusando con las chicas.—¿Qué desea comer? —preguntó Heros, adaptando el rol de un mesero con su clienta.—A ti —respondió Hestia, mirando en dirección de las muchachas.—No tenemos ese platillo disponible. Por favor, escoja algo que se encuentre en venta —dijo Heros. Observaba con fijeza a Hestia. Ambos se mantenían con sus rostros serios.—Café. Entonces —comentó ella—. Veo que los meseros son amables con ciertas chicas y seco con otras.—No, solo contigo, Ms. Haller. Ahora recoges lo que cosechaste. —Hizo un gesto con su mano, para indicarle que trajeran una taza de café.La mirada verdosa de Hestia y la azulada de Hero
—Por menos de una hora. No sé si sea suficiente —dijo Deméter, restándole importancia.—Es el tiempo necesario, para ser la que manda —comentó Hestia, mostrándose superior.Hestia y Deméter Haller, en definición, eran gemelas, no idénticas (mellizas). Sin embargo, sus facciones faciales y los otros rasgos de su cuerpo eran iguales, como si fueran un reflejo, a excepción de su pelo, por supuesto, su único distintivo. Era por esto que su madre les había otorgado los nombres de la diosa del cabello rojo, que representaba el fuego sagrado, y la diosa rubia por naturaleza, Deméter. Desde niñas comenzó su disputa, ya que Hestia siempre tomaba las pertenencias de Deméter. Incluso, uno de sus pasados amantes había sido el hombre del que Deméter había estado enamorado; lo había hecho, lo para quitárselo a su melliza. Era, por ese motivo, que nunca se había mantenido en una relación estable, sin mencionar que aquellos se jactaban de ser buena cama, cuando eran pequeños en su virtud, por lo que
Hestia estaba sentada en su silla de escritorio en su despacho. Su secretaria le leía su horario laboral; eso era lo que la mantenía ocupada, para no pensar en Heros.—Mañana en la tarde está programada una junta directiva, para presentar al nuevo accionista de la compañía —dijo Ava, mientras sostenía la tableta tecnológica.Al día siguiente, Hestia se preparó de mala gana. Sus cambios de humor eran de estar enojada, enfadada, molesta, irritada y aburrida.—Quizás Heros te ponga feliz —dijo Deméter, con afán de molestarla—. A ver si te soporta ese carácter del demonio que te cargas.Hetia salió rumbo a la compañía. ¿Por qué todo era tan aburrido y sin gracia? Pronto tendría que encontrar a un CEO, para que se hiciera cargo de su empresa. El embarazo avanzaría y no podría estar tan ocupada, por lo que solo se mantendría en el puesto de presidenta ejecutiva. Moldeó una sonrisa astuta en sus labios cincelados, porque tenía al candidato perfecto, Heros Deale. Ya había trabajado un tiempo