Danniel Barnes se hallaba sentado en al asiento del piloto de su auto. Estaba cerca a la empresa de corporaciones Haller. Era da tarde y ya casi era la hora de salida del trabajo, aunque sabía que su amante, por algún motivo, salía más temprano que el resto de los empleados. Encendió el vehículo para acercarse al edificio y divisó a Lacey caminando por la calle. Tomó su celular para marcarle, pero ella revisaba la llamada y no le respondía. Se había percatado de que Lacey lo había estado evitando, que ya no era la misma y que sentía distante de él. Al principio había sido cautivo de los bellos encantos de Lacey y con el paso del tiempo, se había enamorado de ella de verdad. No quería que se casara con aquel sujeto, dichoso, de tenerla por novia y prometida. Daría toda su fortuna para poder ser el amado de Lacey y no el amante, pero eso eran los roles que habían sido designados para ellos. Ante la evidente esquiva de Lacey, se bajó del carro y caminó detrás de ella, sosteniéndola por e
El veintitrés de diciembre, Lacey había estado compartiendo con sus amigas la despedida de soltera, hasta el atardecer, en la que había quedado a reunirse con Danniel. Se había puesto un vestido rojo y se había amarrado su cabello castaño en un moño. Subió al auto de su amante y lo saludó con un corto beso. El viaje duró algunos minutos, pero llegaron a un imperioso edificio. Al acceder al recinto, fueron recibidos por una anfitriona que tenía la cara tapada por un antifaz y Danniel le entregó una brillante tarjeta; y ella los guio por el lugar. Entraron a una espaciosa habitación donde había muchos muebles, como en un motel, pero con mejor apariencia. Había mesas con diferentes bocadillos, postres y otros alimentos, así como bebidas y distinta parafernalia adulta, como vibradores, látigos, cuerdas. Sin embargo, notó, de inmediato, que uno de los muros del cuarto, estaba protegido por una enorme persiana enrollable eléctrica de color negra y dos sillones que apuntaban hacia el muro. M
Al día siguiente, como había sido planeado, se casaría con Heros y no volvería a verse con Danniel. Al ir caminnado con su padre, se asustó un poco al distinguir la presencia de Danniel entre los invitados. ¿Qué hacía allí? Por lógica no tenía que haber venido. ¿En qué estaba pensando? Ojalá y no se le ocurriera hacer un escándalo o gritar que se oponía al matrimonio, lo mataría por ser tan insensato e imprudente. No obstante, al avanzar la boda y al haber dicho que sí al padre cuando este le había leído los votos, todo el lugar se mantenía en silencio, esperando la respuesta del novio. Un escalofrió la recorrió el cuerpo, presentía que las cosas no estaban yendo bien. ¿Por qué no respondía? Desde niños habían estado juntos y de adolescentes él había estado tratando de enamorarla, hasta que accedió a estar con él, para luego darle el sí a su propuesta de bodas. Siempre había estado buscándola y queriendo complacerla en lo que quisiera. Entonces, ¿por qué no contestaba? Habla de una ma
Heros se mantuvo viendo la grabación de lo que había sucedido en aquella habitación contigua a la de donde había ocurrido su despedida de soltero. Las facciones de su rostro estaban tensas. Un escalofrío recorrió su cuerpo al recordar la pregunta que le había hecho a Hestia, cuando salieron de la iglesia. ¿Desde cuándo sabías que Lacey tenía un amante? Le había preguntado a Hestia, ¿y cuál había sido la respuesta? “Cuando me dijiste que no querías casarte. Mandé a investigarla. Lo supe hace poco”. Apagó el televisor y dejó el control donde lo había encontrado. Si lo había citado a esta hora de la madrugada y le había enseñado cómo había hecho que Lacey y el amante los observaran al tener relaciones, significaba una sola cosa; iba a revelar todos los secretos que ocultaba su relación. Caminó hasta el balcón, que era iluminado por una bombilla, ofreciendo claridad, ya que todavía el paisaje se manifestaba oscuro. Entonces, allí divisó a su diosa de cabello rojo, sentada en el sofá, mira
Hestia se mantuvo perpleja e inerte en el sillón. Eso era todo lo que deseaba; la confesión de Heros hizo estremecer cada parte de su cuerpo; desde las fantasiosas mariposas de su estómago. Sus dedos de los pies se recogieron; tuvo que apretarlos para resistirse ante la avalancha de emociones que invadían su ser. Felicidad, impresión, dicha y porvenir; todas las ilusiones de un futuro con Heros la asaltaron con rapidez, como ráfagas de luz, provocados por una cámara, que reproducían cortas escenas del mañana, si se quedaba junto a él. “Mamá”. “Papá”. “Hijos míos”. “Lo que diga su madre”. Una familia, un hogar, un legado. Los relámpagos en su cabeza fueron cesando y salió del estado de trance en que había entrado. Veía el semblante decidido y la determinación que Heros transmitía en su azulada mirada. Sentía la calidez de él en sus manos, mientras, abarcaban las suyas. También deseaba todo eso. Entonces, ¿por qué se negaba a aceptarlo y por qué lo quería alejar? Ya sabía el motivo, por
Una semana pasó desde aquel altercado. Era treinta y uno de diciembre. Más tarde, a media noche, se estaría celebrando año nuevo.Heros se hallaba en la sala de estar de su departamento. No había podido gestionar sus ideas de forma satisfactoria debido a que era el asistente de Hestia. Pero había ido reconstruyendo el sitio que había sido quemado por llamas y también tenía el que le había dado aquella soberbia mujer. Todavía no estaba libre de Hestia, porque como había dicho, todo lo que tenía era por ella. Había decido que, en el sitio donde había ocurrido el incendio, estaría una gran heladería y cafetería, en el que cualquier persona podría disfrutar. Chocolate, pensó, al recordar el sabor favorito de Hestia, y que también le fascinaba a él. En el lugar que Hestia le había cedido, debido a que era de mayor proporción y de varios niveles, resurgiría su empresa, pero había estado desarrollando otro negocio: Deale Asesores EAF; con su intelecto y con lo que había aprendido de Hestia,
Me hubiera esperado un poco más, pensó Hestia, así hubiera disfrutado de navidad junto a Heros y ahora, de año nuevo. Pero si convivía más, no habría podido separarse de él. No había considerado bien las fechas y tal vez pudo haberse resistido los encantos del Heros hasta fin de año. Aunque, jamás las había celebrado, nunca antes se había tan sola. Era porque sí quería la compañía de Heros. Ya lo hiciste enojar, se dijo, y él también se había ido molesto. Aún era pronto, tendría que darle más tiempo para que volviera. Miraba con más frecuencia su reloj; las manecillas se movían, más lento de lo normal. Se enojó al instante. Estaba en su oficina, frente a la computadora. Su celular sonó en su escritorio; era una llamada de uno de sus escoltas, al que había mandado a seguir a Heros.—Él está con ella en… —dijo aquel hombre con voz tosca. Dándole la ubicación de Heros—. Utilizó un taxi.Hestia endureció el semblante de su bello rostro. Colgó al instante y levantó el teléfono.—Prepara mi
Heros se había devuelto, sin pensarlo dos veces. Pasó por al lado de Hestia y la observó. Arrugó el entrecejo; parecía perdida en sus pensamientos, porque ni siquiera se había dado cuenta de su presencia. Abrió la sombrilla, puesta que la lluvia había aumentado de manera rápida. Luego, ella alzó la cara, y segundos después, como saliendo del estado de trance, levantó la vista al cielo. ¿Qué haces? Quiso preguntarle, pero no lo hizo, porque debía estar reflexionando un asunto muy importante, si había llegado a abstraerse de esa forma. Segundos después, su mirada se cruzó con la de la divinidad. Aun estando enojado y discutido con Hestia; había un propósito que era superior a todo eso, y era, su enorme deseo de cuidarla y de que no le pasara nada malo. No importaba que fuera una mujer despiadada que le gustaba hacer sufrir y humillar a los demás; hasta habiéndolo insultado, no concebía la idea de lastimar a Hestia, ni con el pétalo de una rosa. Había expresado que no le deseaba el mal,