Lacey se sintió expuesto por un segundo. Sin embargo, evitaba acercarse a Heros y no había comentado en ningún momento que fueran conocidos, por lo que no habría manera de que los relacionaran. Además, solo debía mantener su mentira hasta el día que se casaran. Luego de eso, se irían de viaje y seguirían con su relación secreta en la empresa, pero ya siendo marido y mujer, porque la ley que prohíbe a las parejas en un mismo lugar de trabajo, era la excusa perfecta para mantener su engaño. A la única persona que debía mantener alejada de la verdad, era a uno sola. Sonrió en sus adentros de manera malvada, mientras observaba a la abuela que tanto odiada y detestaba. No le tomaría ni un parpadeo, inventar una excusa, para dar soporte a su farsa.—Solo quería verificar si ya se había ido Paula, o había decidido descansar en la empresa antes de irse —dijo Lacey, con destreza, ante la interrogante de su repugnante jefa.Hestia se mantuvo inexpresiva ante el comentario de Lacey. Si no hubier
Heros agarró por las caderas a su irresistible amante y le dio media vuelta. La ayudó a quitarse la falda y la. Puso su mano zurda en la parte baja del vientre y con la diestra, hizo fuerza para encorvarle la espalda, haciendo que se apoyara en el escritorio. Su corazón latía acelerado, producto de su gran excitación. Incluso, sus brazos temblaban y a pesar del calor que sentía por dentro, su cuello y su torso estaban gélidos. Los recuerdos de su niñez pasaban por sus pensamientos y llegaban hasta el momento en que tenía a su merced a tan preciosa y curvilínea mujer, que era diez años mayor, millonaria, su jefa y su amante. No sentía ningún remordimiento, ni culpa por lo que estaba haciendo. Hace algunos minutos su prometida estuvo en la oficina, mientras le daba sexo oral. Eso lo hacía una mala persona y un hombre atroz y detestable. Sin embargo, lo único que quería era recorrer cada parte de esa obra de arte que estaba a su merced, servida en bandeja de plata. Las medias veladas en
Heros observó el movimiento de los labios de Hestia. No escuchó lo que había dicho, pero esa frase la había captado casi de forma natural. Aunque, pudo haberla confundido con otra cosa: “me gustas”. O, quizás era su imaginación haciéndolo entender lo que quería oír. Estaba por llegar al orgasmo. Intentó sacarlo, para hacerlo encima del vientre de su amante. Sin embargo, las dos piernas de Hestia lo aprisionaron y le impidieron que lo hiciera. Clavó su cerúlea mirada en los verdes de su diosa, para encontrarse con expresión maliciosa y sagaz.—¿Qué sucede? —preguntó él, conteniéndose lo más que podría. Aunque, ya no podría aguantar mucho.—Hazlo —dijo Hestia, agitada—. Hoy es un día seguro. ¿No te gustaría echarlo dentro mí?Heros percibió como un corriente le pasaba por su entrepierna. Abrazó a Hestia, acostándose encima de ella, aplastándole el busto. La besó, y permaneció así, mientras culminaba su clímax. Sintió como su orgasmo llenaba el interior de su diosa. Era la primera vez qu
Heros detalló el reluciente artefacto que hallaba en la privacidad de ella. Parecía ser una piedra preciosa de color morado. ¿Qué era eso? Había leído sobre parafernalia de sumisión y dominación, debido a que quería conocer más sobre el exótico mundo en el que Hestia lo había iniciado. Hizo memoria y luego de algunos segundos recordó el nombre del objeto. Era un plug de preparación anal, por lo que se había preparado para hacerle esa propuesta. Recorrió los muslos con sus manos con cuidado y le apretó los glúteos, que se amoldaron a su palmar como acolchados cojines, a los cuales pasaría agarrando. Su virtud se marcaba en su pantalón, lista para dar comienzo a la nueva sesión, tan rígida como una portentosa varilla de construcción. Se puso de rodillas, contemplando el paraíso celestial que se pintaba ante sus ojos mortales. Era el paisaje que jamás se cansaría de observar y apreciar. Entonces, comenzó a degustar el chorreante y suave postre que le empapaba la boca, con la dulce miel q
Era fin de semana. Heros se hallaba en el gimnasio con Hestia. Aunque Lacey había estado pegado a él en las últimas semanas, debido a que ya casi era la boda, se mantenía ocupada atendiendo los detalles de la ceremonia. Hacía memoria cuando era él el que tenía la iniciativa de los preparativos, pero ella siempre se había mostrado desinteresada, pero eso había cambiado de forma drástica, hasta hace poco. Antes, sus ojos solo admiraban a Lacey, pero ese panorama castaño había sido borrado y ocupado por uno rojo carmesí, como el fuego del inframundo. Ahora, solo apreciaba a Hestia y la curvilínea figura con la que había sido bendecida, pero que también había mantenido con el ejercicio, la cual se resaltaba aún más por el atuendo fitness que llevaba puesto; unos leggins y un brasier oscuro, que dejaba ver el abdomen plano que poseía, las esbeltas nalgas, como apetitosos duraznos, las anchas caderas, la cintura angosta y los firmes pechos. Se saludaron con un simple ósculo e iniciaron su r
Hestia se puso encima de Heros. Sus palabras eran ciertas, desde que lo había conocido, todo estaba destinado a un desenlace trágico, sin ninguna ceremonia de bodas. Luego de eso, debía relajar a su lindo chico y hacer que se olvidara de sus problemas. Se quitó el sujetador deportivo, al que solo había apartado un poco, para mostrar sus grandes pechos. Ahora se hallaba desnudad en su totalidad. Lamió el abdomen marcado de su atractivo chico y sintió en su paladar el salado sudor de la transpiración de Heros. Era como probar deliciosas tabletas de sal. Fue ascendiente, hasta los esbeltos pectorales, a los cuales degustó las tetillas con su lengua. Acarició cada rincón del cuero de Heros, palpando su divina creación; lo había convertido en el compañero de cama perfecto, que se acoplaba a la perfección a ella. Así, había convertido a aquel muchacho nerd, ingenuo y lento, en un magnífico amante. Agarró la dureza de Heros con su diestra. Levantó sus glúteos y volvió a acomodarla en su inte
—Sabes que no debías sentirte obligado a pagarme por lo que te he dado —dijo Hestia, mientras estaban abrazados mirando el paisaje de la ciudad. —Es mi forma de agradecerte por todo lo que has hecho por mí, desde que nos conocimos hasta ahora —respondió Heros, con neutralidad y confiado en sus palabras. Entonces, la giró por la cintura, para verla de nuevo a la cara. La mujer que tenía al frente lo inspiraba a mejorar y le daba la confianza, para lanzarse de nuevo contra el mundo—. Mas, por el local para volver a emprender con mi propio negocio—. Sus facciones fáciles tornaron serias—. Es el recuerdo más vivido que tengo de mi yo pasado. —Sus ojos se cristalizaron, pero no tenía ninguna intención de llorar, puesto que sus lágrimas se habían vaporizado con el fuego de aquella noche. Hestia tensó la mandíbula y por primera vez en los meses que estuvo con Heros, sintió culpa por haber mandado a prender en llamas su negocio. Sin embargo, ya era muy tarde para lamentos. Así que, en lugar
Hestia dio dos aplausos, como señal a sus ayudantes, quienes caminaron de forma ordenada a la mesa, para dejar la bandeja. Sin embargo, las que tenían la distinta parafernalia, las tomaron y se colocaron alrededor de ellos. Avanzó hacia Heros con majestuoso paso y se detuvo. Miraba a su bello amante al cual le daría una de las mejores despedidas de soltero. Se sentó el cómodo regazo y le retiró el saco, luego comenzó desabotonarle la camisa y de igual manera se la quitó. El abdomen esbelto y masculino se revelaba ante su vista. Le acarició los pectorales, deslizándose hacia los pronunciados cuadrados. Tanteó los músculos que hacían alarde de la fuerza que tenía. Cada parte del cuerpo de Heros era producto de su guía y su intervención, así como de los nuevos ideales que ahora poseía. Se puso de pie y alzó su diestra. Movió su índice en dirección de una de las enmascaradas, y ella se acercó al instante, modelando con lo que traía.—Aquí tiene, Diosa —dijo la extraña, mientras le rendía