En ese momento, Victoria apareció con muchos equipajes en las manos.—¡Victoria! ¿Qué haces con tantos equipajes? —preguntó Ana y le dirigió una mirada muy sutil.—Hola, tía. ¿Cómo te va? He hecho algunas compras. Me alegro verte, pero estoy muy ocupada y no puedo quedarme mucho tiempo aquí. Cuando
—Daniel, puedes tratarme de manera más casual. Si quieres, puedes llamarme directamente Miguel —dijo Miguel, tratando de mantener una actitud más sutil y amigable.Sin embargo, cuanto más amable se mostraba, más coaccionado se sentía Daniel, quien pensaba que Miguel solo quería aprovecharse de él. E
El hombre corpulento no podía imaginar lo asustadizo que estaba Daniel.—¿Quieres resolver las cosas solo con un "lo siento"? —el hombre rodó con ironía los ojos.—¿Y qué más quieres que haga? —preguntó muy desconcertado Daniel.—Compénsame con 500 dólares para arreglar el parachoques —exclamó el ho
Sin embargo, la vida cruel lo abrumó. Si realmente llegara a golpear a alguien, ¿quién resolvería la situación por él? Tenía una madre de edad muy avanzada y una hermana joven que aún estaba estudiando.Si lo metieran en la cárcel, nadie podría cuidar de su familia en su lugar. Miguel miró fijamente
—Mi prima es la presidenta de la compañía Salamanca… No me golpee más, por favor... —Victoria se puso pálida y apenas si podía respirar.Al escuchar sus palabras, Sofía no logró calmar su enorme ira, sino que pisoteó sus piernas furiosamente con sus tacones.—¡Pum! —Victoria cayó estrepitosamente al
Alicia no podía creer que la señorita Martínez la hubiera golpeado.—¡Tonterías! Este collar me lo regaló mi padre. Obviamente, me lo has robado. ¡Ladrona! —se quejó Sofía, furiosamente apretando los dientes.Este era el collar que le había regalado a Arturo. ¿Cómo podía estar ahora en manos de Alic
En el Hospital Ríomar, Pedro fue llamado para una cirugía. Al salir del hospital, se encontró con que Alicia había sido llevada a la sala de urgencias. Inmediatamente, solicitó el informe médico de Alicia, el cual revelaba la gravedad de su estado: múltiples contusiones y tres huesos rotos.—¡Dios m
—Buenas, ¿qué pasa, señor Rodríguez? —saludó amablemente José.—¿Puedes ayudarme a encontrar a la señorita Martínez? Cuanto antes —respondió Miguel con una voz muy fría.Desde la voz fría de Miguel, José podía sentir su gran ira. Tal vez esta señorita Martínez tuviera un mal paradero. No se atrevía