En el Hospital Ríomar, Pedro fue llamado para una cirugía. Al salir del hospital, se encontró con que Alicia había sido llevada a la sala de urgencias. Inmediatamente, solicitó el informe médico de Alicia, el cual revelaba la gravedad de su estado: múltiples contusiones y tres huesos rotos.—¡Dios m
—Buenas, ¿qué pasa, señor Rodríguez? —saludó amablemente José.—¿Puedes ayudarme a encontrar a la señorita Martínez? Cuanto antes —respondió Miguel con una voz muy fría.Desde la voz fría de Miguel, José podía sentir su gran ira. Tal vez esta señorita Martínez tuviera un mal paradero. No se atrevía
Miguel se fijó en estas personas y en su mente surgió la escena de unos días antes. ¿Esta mujer no era la que había visto en la mansión de la Bahía Celestial? Parecía tener una relación íntima con Arturo.—Parece que eres Sofía Martínez. Si te disculpas ahora con Alicia arrodillándote, puedo dejarte
—No importa realmente quién seas, muchacho, pero tu muerte está a la vuelta de la esquina.Ya estaba acostumbrado a mostrarse soberbio, con una arrogancia propia del Puño Sur. Por eso, aunque Miguel lo golpeó fuertemente, no iba a reprimir su orgullo.Sin embargo, alguien tan altivo, tan orgulloso c
Sofía se quitó lentamente su chaqueta. Al instante, el viento se llevó su chaqueta fina. Sin embargo, Miguel no parecía estar afectado por esto.Sofía apretó los dientes y decidió quitarse toda la ropa.Ahora, se quedó desnuda en el viento, temblando por el frío incesante. Aun así, no se atrevió a
—Ahora, lo que debes hacer es pensar en cómo pedirle perdón y, qué puedes hacer para que te perdone —recomendó Miguel, sacudiendo la cabeza con gran desprecio.—No me adules tanto —despreció Miguel, y se fue directamente.—Tú… ¡Ay! No te vayas... —gritó muy ansiosa Sofía.Una vez que Miguel salió, S
En el Hospital de Ríomar, Victoria permanecía sentada en la silla del pasillo. Acababa de llamar a Ana. Alicia ya había salido del estado crítico y fue enviada a la habitación.Mientras Victoria daba vueltas sin cesar en el pasillo, vio a Miguel dirigirse directo hacia ella con prisa. Se volteó y em
Victoria se sintió intimidada por las palabras de los dos hombres. Se volteó hacia Miguel con las lágrimas brotando.—Miguel… Tienes que salvarme. Te diré absolutamente la verdad…Miguel se adelantó y les impidió el paso.—Señores, me temo que todavía no pueden llevarla por ahora.—¿Quién te crees q