Después de un breve instante, Isabel regresó con dos contratos. En ese momento, Miguel los firmó y pagó respectivamente los coches con tarjeta. Tras las transacciones, Isabel le entregó las llaves a Miguel y preguntó:—Señor Rodríguez, ¿quiere conducirlos ahora mismo o prefiere que se los entreguemo
—Pues, usted es el señor Rodríguez… —la voz de Laura resonó desde el otro lado del teléfono.—Entonces, ¿por qué me ha llamado hoy, señor Rodríguez? ¿Qué ha pasado?—Me gustaría invitarla para que sea la portavoz de un nuevo medicamento, uno de los productos de mi empresa. La retribución es negociab
—Sí… —Carolina esbozó una sonrisa forzada. De hecho, tampoco ella sabía en qué trabajaba Miguel, pero estaba muy segura de que Miguel debería ser un pez bastante gordo. Al lado de la muchacha con gorra, había otra muchacha que tenía el pelo rizado. Miró a Miguel y se burló con desprecio:—Establecer
—Por supuesto. Te he dicho que he venido para colaborar con ella. No pasa nada en lo absoluto si solo le pido un autógrafo —afirmó Miguel con la cabeza.—¡Qué bien! Muchas gracias, señor Rodríguez. —exclamó la muchacha con gorra.Después, Miguel se dirigió detrás de bastidores del concierto con ello
Un torrente de energía cálida se derritió al instante en su estómago. Después de un concierto de tantas horas, estaba cansada. Sin embargo, una vez que pasó ese elixir, el cansancio desapareció de repente. Solo surgió algo oscuro sobre su piel.—¡Qué es esto! —exclamó Laura con preocupación.—No se
Laura estaba muy descontenta con su actitud tan arrogante, por lo que quería ahuyentarlos a gritos. Sin embargo, los gritos de Laura no les afectaron en nada. El hombre corpulento no solo no se fue, sino que se sentó perezosamente en el sofá al lado de Laura. Dos secuaces de él se pusieron de pie de
Miguel fingió levantar la mano, y los tres estaban tan asustados que se escaparon despavoridos del sitio inmediatamente.—Muchas gracias, señor Rodríguez —en ese momento, Laura se adelantó para agradecerle.—Esto es lo que debo hacer —negó Miguel sacudiendo con fuerza la cabeza.Luego, Miguel dejó s
Al ver a Miguel, Carolina mostró una sorpresa muy evidente. Muy pronto, su tristeza se transformó en una gran alegría.—¡Señor Rodríguez! Pensábamos tomar un taxi de regreso a la universidad, pero es muy difícil conseguir uno a esta hora.Miguel asintióy les ofreció:—Si quieren, puedo llevarlas has