El Maestro no se esperaba que este hongo silvestre estuviera tan popular. Había prometido a Miguel que le buscaría un hongo silvestre, ¿cómo era posible que se lo hubieran arrebatado?¡Qué situación tan vergonzosa!—Hermano, ¿puedes llevarlos a ver a tu jefe? Puedo pagar un precio muy alto por el h
—Victoria, este hongo no te servirá para nada. Si te sientes mal, puedo ayudarte. Por supuesto, estaré dispuesto a pagarte. Véndeme el hongo.Victoria sacudió la cabeza y frunció los labios.—Me siento perfectamente bien. No necesito tu ayuda. ¿Crees que puedes curarme? ¿Quién te crees que eres?Al
Ana no quería dar la impresión de ser tacaña frente a su sobrina, pero los cuarenta millones no eran una cantidad pequeña.De hecho, ni siquiera Mario podía imaginar que un hongo pudiera costar cuarenta millones. ¡Qué ridículo era este mundo!—¿Señores, les gustaría aumentar el precio? —apresuró Mar
Los clientes de la tienda fueron atraídos por el grito de Ana. Como el dueño de la tienda de antigüedades, Mario, el dueño de la tienda de antigüedades, tenía tanta experiencia en el sector que seguramente sabría cómo manejar esta situación.Al ver a Ana intentando causar problemas, Mario le gritó
En el fondo de este hongo muerto, se podía vislumbrar un toque rojo. Nadie podía imaginar que había un hongo rojo recién crecido escondido en un hongo muerto.—¿Qué es esto…? Al ver este hongo rojo, todo el mundo no podía esconder su sorpresa.—¡Esto es un hongo rojo!—Además, ¡es un hongo vivo!—A
—Si lo hubiera notado, no te lo habría vendido.—Tía, tienes razón. Miguel, ahora entréganos el hongo rojo y te devolveremos los dos millones —reprochó Victoria.Ni siquiera el engañoso de Mario recuperó lo que había vendido. ¿Cómo podían actuar tan naturalmente estas dos mujeres al hacer esto?—¡Ja
—Alicia, mira qué tipo de amigo tiene tu exmarido. ¡Qué descortés! —se quejó Victoria cubriéndose la cara.—Ya estoy divorciada de él. No me importa cómo sea su amigo —respondió Alicia con indiferencia, encogiéndose de hombros.—Estoy ocupada, me voy —declaró Alicia sin ganas de quedarse aquí.Al te
Miguel tomó los palillos y llevó la comida a su boca.—Está bien si prefieres vivir en la cima, podemos intercambiar casas.—No es necesario. Hay muchas habitaciones en la mansión; puedes asignarme una.Mientras Mía sostenía su mandíbula blanca y tersa con la mano, le lanzó una mirada melosa a Migue