Miguel tomó los palillos y llevó la comida a su boca.—Está bien si prefieres vivir en la cima, podemos intercambiar casas.—No es necesario. Hay muchas habitaciones en la mansión; puedes asignarme una.Mientras Mía sostenía su mandíbula blanca y tersa con la mano, le lanzó una mirada melosa a Migue
—Deténganse —Mía golpeó la mesa con fuerza y se puso de pie.—Suelten a esa chica —gritó Mía.La intervención de Mía sorprendió a todas las personas.El hombre con gafas de sol la miró y amenazó:—Chica, esto no te incumbe. Vete.—¿Cómo que no me incumbe? —preguntó Mía con las manos en las caderas.
Lidiar con ese grupo de rufianes no era tampoco nada fácil. En ese momento, el hombre de las gafas de sol también se las quitó y se dirigió a Linares diciendo: —Linares, soy yo, Aristóbulo. —¿Cómo? ¿De verdad es usted Aristóbulo? — Linares en efecto se sorprendió. —Pero ¿Quién te ha golpeado de s
—Está bien, señor Rodríguez como prefiera usted, mi intención es para nada importunarle. Linares se marchó sonriente con sus secuaces.Mía echó un vistazo a la tarjeta y comentó: —¿En serio te quedaste con esa tarjeta? ¿Acaso piensas de veras compartir habitación?Miguel hizo un gesto de desdén: —¿Q
—Ok, — Mía no tenía mucho más que agregar al respecto. Aunque deseaba liberarse de su matrimonio actual, sabía que era prácticamente imposible. Para desvincularse por completo del compromiso con la familia Sánchez, tendría que encontrar a alguien más poderoso que ellos o apoyar a alguien para que lo
Miguel le lanzó una mirada a Mía y le preguntó: ¿En qué has estado pensando?—Por supuesto, que solamente y nada más que en ti— respondió Mía con una sonrisa, dejando a Miguel sin palabras.Al anochecer, los tres llegaron al puesto de comidas de la madre adoptiva de Carolina. Tan pronto como entraro
Carolina frunció el ceño y con un movimiento rápido de su brazo, se quitó encima las manos del hombre.—Oh, la niña tiene un temperamento bastante fuerte, — dijo el calvo, no con ira, sino con una sonrisa. Intentó agarrar a Carolina, pero en ese momento, su hermano Daniel se apresuró a intervenir, t
Miguel soltó una risa al escuchar el atrevimiento de las palabras del hombre, cuestionándose para sí mismo ¿cuál de las dos le había gustado más?—Ellas dos no tienen ningún tipo de relación conmigo. ¿Por qué no les preguntas entonces a ellas si alguna en cambio quiere irse contigo?, — propuso con d