Lucía tenía toda la ropa hecha jirones. No le quedaba absolutamente nada cubriéndole el cuerpo. Su bonito y blanco cuerpo estaba expuesto ante los ojos de Miguel. Pero él no mostró ni un poquito de caballerosidad. Lucía tenía los ojos fijos en él y empezaron a brotarle lágrimas de ellos. En ese mom
—Miguel, esto no es ningún juego —dijo Lucía confundida—. No te dejes llevar por tus emociones, ¡cuando hay que echarse atrás hay que echarse atrás! —Puedes esconderte un tiempo, pero no toda la vida. Es mejor afrontar los problemas de frente en vez de esconderse —dijo Miguel tranquilamente.Sus pa
—Marcos, te recomiendo que rebajes un poco esos aires de venerable que tienes y seas un poco más educado con el señor Rodríguez cuando llegue —le recordó Mía.—¿Quién es ese tipo? ¿Por qué tendría que ser educado con él? —preguntó Marcos con mirada arrogante—. El hecho de poder venir a hablar conmig
—No puedes meterte con tu hermano por una tontería así. —Mamá, estoy intentando salvarle la vida. Si ese grupo de hombres se atreven a pegarle a Miguel, Marcos morirá —dijo Mía apretando los dientes.Ella en realidad entendía perfectamente a Miguel. Tener a un tipo así, fanfarroneando en su cara. S
Marcos miró a Ricardo Blanco con suspicacia, casi haciéndose añicos los dientes. ¿Cómo Miguel era el salvador de la señorita Blanco? Alejandro se adelantó para saludar:—Hermano Blanco, bienvenido. Tu visita ha iluminado nuestra casa.—No hace falta tanta cortesía entre nosotros, hermano. Esta vez
Marcos no ocultó su desdén en la mirada mientras ironizaba:—Afortunadamente, el patriarca de la familia ya ha previsto todo y ha enviado a Ríomar al alquimista más renombrado de la capital. El maestro Sergio Herrera va a asistirte, Mía. De aquí en adelante, Sergio y yo vamos a gestionar juntos los
—No sé en qué área quiere competir el señor Rodríguez —preguntó Sergio con una sonrisa amable.Miguel, con las manos en la espalda, le respondió con confianza:—Me da igual. Elija su especialidad.Sergio no pudo evitar crispar las comisuras de los labios. ¡Qué hipócrita resultaba ser este muchacho!
Mía tenía los ojos dilatados y su rostro palideció al instante. No esperaba que Miguel lo hubiera bebido todo de un tirón. Eran cincuenta gramos en total. Lucía estaba tan aturdida que no sabía qué decir.Julia sacudió la cabeza con los brazos cruzados. Por su sonrisa fría, se podía percibir la