—La tarjeta de crédito, obviamente —dijo Ana mirándole llena de confianza.—¿Mi tarjeta? ¿Y por qué demonios te la iba a dar?A Miguel le pareció muy divertida la arrogancia de Ana.—Has estado tres años viviendo en mi casa sin pagar ni un duro y encima le has pegado a mi hijo. ¿No crees que me debe
Dentro del banco Riomar, Alejo le dio una patada en el culo a Rosendo.—¿Quieres morir? ¿Cuándo me vas a devolver el dinero?—Gerente Ríos, en dos días. En dos días le devolveré el dinero —dijo Rosendo. Después se frotó la cintura y esbozó una sonrisa—. Gerente Ríos, necesito que me haga un favor.—
Inmediatamente, los guardias de seguridad la detuvieron. Naturalmente, los guardaespaldas de Mía reconocieron que era la hija del gobernador Blanco. Pero Miguel les había dado instrucciones de que nadie le molestara.—Señorita Blanco… no puede pasar.—Vengo por orden de Mía a ver a Miguel —dijo Luci
Lucía tenía toda la ropa hecha jirones. No le quedaba absolutamente nada cubriéndole el cuerpo. Su bonito y blanco cuerpo estaba expuesto ante los ojos de Miguel. Pero él no mostró ni un poquito de caballerosidad. Lucía tenía los ojos fijos en él y empezaron a brotarle lágrimas de ellos. En ese mom
—Miguel, esto no es ningún juego —dijo Lucía confundida—. No te dejes llevar por tus emociones, ¡cuando hay que echarse atrás hay que echarse atrás! —Puedes esconderte un tiempo, pero no toda la vida. Es mejor afrontar los problemas de frente en vez de esconderse —dijo Miguel tranquilamente.Sus pa
—Marcos, te recomiendo que rebajes un poco esos aires de venerable que tienes y seas un poco más educado con el señor Rodríguez cuando llegue —le recordó Mía.—¿Quién es ese tipo? ¿Por qué tendría que ser educado con él? —preguntó Marcos con mirada arrogante—. El hecho de poder venir a hablar conmig
—No puedes meterte con tu hermano por una tontería así. —Mamá, estoy intentando salvarle la vida. Si ese grupo de hombres se atreven a pegarle a Miguel, Marcos morirá —dijo Mía apretando los dientes.Ella en realidad entendía perfectamente a Miguel. Tener a un tipo así, fanfarroneando en su cara. S
Marcos miró a Ricardo Blanco con suspicacia, casi haciéndose añicos los dientes. ¿Cómo Miguel era el salvador de la señorita Blanco? Alejandro se adelantó para saludar:—Hermano Blanco, bienvenido. Tu visita ha iluminado nuestra casa.—No hace falta tanta cortesía entre nosotros, hermano. Esta vez