En cuanto entró por la puerta, una cajera vestida con uniforme se apresuró a recibirle.—Señor, ¿en qué puedo ayudarle?Miguel sacó inmediatamente el cheque.—Necesito abrirme una cuenta e ingresar este cheque.La cajera miró el cheque y vio que la cantidad eran dos millones. Entonces, le dijo rápid
La cajera reconoció a Alicia de un vistazo y se acercó muy educadamente.—Anda, si es la señorita Salamanca. Por favor, espere aquí un segundo, el gerente está terminando una tramitación con otro cliente.Alicia se sorprendió, sentía bastante curiosidad. —Vale, esperaremos aquí entonces.Hacer que
—¿Qué pasa? ¿Quieres pelea? —dijo Miguel con frialdad.Rosendo tragó saliva. Ya tuvo una pelea con él el otro día en el restaurante. Era muy consciente de sus capacidades, así que sabía que no era para nada rival de Miguel. —Alguien como tú no se merece que yo mueva ni un dedo —dijo Rosendo. E inme
—Si el señor Rodríguez te ha pegado, seguro que te lo merecías —le insultó Alejo.—Ay… —gritó Rosendo agarrándose el estómago. Entonces, miró al gerente sin entender nada—. Gerente Ríos, somos viejos amigos, ¿por qué se pone del lado de ese niñato?Incluso los guardias de seguridad que estaban prese
—La tarjeta de crédito, obviamente —dijo Ana mirándole llena de confianza.—¿Mi tarjeta? ¿Y por qué demonios te la iba a dar?A Miguel le pareció muy divertida la arrogancia de Ana.—Has estado tres años viviendo en mi casa sin pagar ni un duro y encima le has pegado a mi hijo. ¿No crees que me debe
Dentro del banco Riomar, Alejo le dio una patada en el culo a Rosendo.—¿Quieres morir? ¿Cuándo me vas a devolver el dinero?—Gerente Ríos, en dos días. En dos días le devolveré el dinero —dijo Rosendo. Después se frotó la cintura y esbozó una sonrisa—. Gerente Ríos, necesito que me haga un favor.—
Inmediatamente, los guardias de seguridad la detuvieron. Naturalmente, los guardaespaldas de Mía reconocieron que era la hija del gobernador Blanco. Pero Miguel les había dado instrucciones de que nadie le molestara.—Señorita Blanco… no puede pasar.—Vengo por orden de Mía a ver a Miguel —dijo Luci
Lucía tenía toda la ropa hecha jirones. No le quedaba absolutamente nada cubriéndole el cuerpo. Su bonito y blanco cuerpo estaba expuesto ante los ojos de Miguel. Pero él no mostró ni un poquito de caballerosidad. Lucía tenía los ojos fijos en él y empezaron a brotarle lágrimas de ellos. En ese mom