A ella le preocupaba que entre ellos dos hubiera algún tipo de relación que no debería de haber ocurrido.Mateo era suyo, así que había aprendido todo sobre el poder de Miguel a través de él. Pero no se esperaba que ese mequetrefe, que a simple vista parecía muy normal, tuviera esas habilidades.—En
—Esta vez soy yo quien debe pedirte perdón —dijo Mía con sinceridad—. Espero que no te importe, pero, dentro de un año, pase lo que pase, te transferiré todas las acciones de la compañía farmacéutica Riomar.Miguel se sorprendió un poco al ver un aire de confusión e impotencia en la mirada de Mía.—
—Así que es usted Luis González, disculpe, no le había reconocido —dijo Francisco, que tragó saliva de la sorpresa.—Te he buscado porque me gustaría hacerte algunas preguntitas sin importancia —Luis jugueteaba con una navaja mariposa en su mano.—Si tiene cualquier pregunta, le contestaré a todo lo
—Francisco, explícanos ahora mismo qué está pasando. ¿Qué tenemos nosotros que ver con la muerte de Pascual? —se apresuró Ana a preguntar mirando a Francisco—. ¿No fuiste tú quien lo mató?—Eso digo yo, Francisco. ¿No conocías a la gente del gobernador? ¿A quién temen ellos?—Jajaja… —Llegados a est
Alicia soltó un grito de dolor que resonó en toda la oficina. Ana no podía soportar más ver aquello y giró la cabeza hacia otro lado. Alicia sudaba a mares y respiraba con gran dificultad. Sus ojos, antes tan claros como el agua, ahora estaban empañados por una capa de niebla. El rostro del que esta
La puerta de la habitación se abrió sin hacer ni un solo ruido. Dos hombres vestidos de negro entraron de forma totalmente sigilosa. La oscuridad de la habitación hizo que entrecerraran ligeramente los ojos. ¡Pam! Justo en ese momento, escucharon un fuerte estruendo.Miguel le había dado una patada
Tras sacar el móvil, llamó a Rulo por teléfono.Dentro del Pub Insomnio, justo cuando estaba en el cuarto de baño, Rulo recibió la llamada de Miguel.Dudó por unos instantes, pues no sabía si debería cogerlo o no. Tras pensarlo un rato, decidió contestar al teléfono. —Dime, Miguel —dijo en voz baja
Dentro del pub Insomnio, Luis jugaba con su navaja mariposa. A su juicio, sus dos subordinados tenían una fuerza sin igual. Acabar con Miguel no sería tarea fácil. Justo cuando estaba regodeándose en su orgullo, escuchó un fuerte golpe. La puerta del pub Insomnio se abrió de una patada. Un grupo de