Los ojos de Carina se llenaron de brillo, conmovida por las palabras de Rainer y de pronto este se dio cuenta de que una sensación cálida embargaba su pecho. Le gustaba como lo veía su futura esposa, le encantaba tener su atención y ese par de ojos viéndolo con ternura y no con odio. Carina se pus
—¡Señorita Gibrand! ¡Muy buenos días! —exclamó William ojeroso. Parecía que no había dormido en toda la noche. —Hola, Will —respondió Carina desconcertada. —Te voy a pedir de la manera más atenta que por las noches no hagas tanto ruido. Por si no lo notaste somos vecinos y… —Will parecía incómodo
Todos quedaron en silencio mientras Carina se alejaba, cada mirada estaba clavada en la mesa, sabiendo que llevarle la contraria a Benjamín podía ser la gota que derramara el vaso y deteriorara aún más su salud. Frida fue la primera en levantarse para ir a buscar a su hija y darle su bendición, pu
Fred retrocedió como si Rainer lo hubiera golpeado. El aire se le escapó de los pulmones y su mirada rota se posó en Carina, quien prefirió desviar su atención hacia su futuro esposo. —Carina… Dime que esto es un error… —suplicó Fred dando un paso hacia ella, pero Rainer de inmediato la escondió d
—Pero bueno… ¡Basta de mí! También sería agradable saber de mi futuro esposo —dijo Carina sintiéndose vulnerable al abrir su mente y corazón a ese hombre, que aún se veía tan distante de ser ese compañero cálido que ella buscaba. —Descuida, en unos días comeremos en casa de mis padres y conocerás
Rainer se veía altivo y arrogante, extremadamente guapo con ese traje oscuro. En cuanto sus miradas se encontraron, Carina le dedicó una sonrisa producto de su emoción y alzó sus pulgares, haciendo que Rainer torciera los ojos y negara con la cabeza. «Niña tonta», pensó. A diferencia de otras veces
—Me acompañarás a la dirección, estas peleas deben terminar… —Antes de que la maestra continuara, la mano de Rainer sobre su hombro la silenció, poniéndola nerviosa. —Maestra, por favor… Tenga piedad de mi prometida, es un poco infantil —dijo Rainer viendo a Carina mientras sus palabras causaban r
Se sentó en la mesa y pidió un café cargado mientras esperaba. En cuestión de minutos apareció el señor Palmer, un hombre que bien podría tener la edad de Román. Parecía molesto mientras se arreglaba la corbata y la recepcionista le señalaba con una pluma el sitio donde se encontraba Carina. Se ac