Se sentó en la mesa y pidió un café cargado mientras esperaba. En cuestión de minutos apareció el señor Palmer, un hombre que bien podría tener la edad de Román. Parecía molesto mientras se arreglaba la corbata y la recepcionista le señalaba con una pluma el sitio donde se encontraba Carina. Se ac
—¡Maldita perra! ¡Esto no se quedará así! Te arrepentirás de lo que me hiciste… ¡Lo juro! ¡Te arrastrarás ante mí pidiendo disculpas! —exclamó Palmer iracundo. —Yo nunca me arrastro ante nadie, señor Palmer —dijo Carina con una frialdad en su voz que lo sorprendió. —Señor Palmer, le voy a pedir q
—Buenas tardes, señor Winter… —dijo Carina ruborizada. Temía que su vestido no fuera el correcto o el maquillaje inapropiado. Entre más tiempo pasaba el señor Winter en silencio, más temía haberse equivocado. —¿Carina Gibrand? —preguntó el señor Winter y comenzó a reír a carcajadas—. ¡Cari! ¡Dios
—Sabía que te perderías… —dijo Rainer viendo con nostalgia la foto de su madre—. Era muy hermosa, ¿no crees? —Mucho… Parecía un ángel. —Era un ángel… Dulce, comprensiva y tierna… Era la mejor mamá del mundo. Siempre tenía las palabras correctas, te abrazaba sin ninguna razón y era muy paciente… A
—No haces nada cuando agreden a mi mujer, pero si las defiendes cuando yo intento defenderla… —Dirigió su atención de nuevo hacia su madrastra, lleno de coraje—. ¿Crees que Carina es interesada o una cazafortunas? ¿Crees que es igual a ti? ¿Crees que ella se prostituye por lujos y dinero como tú?
Por un momento Rainer se quedó en silencio, pensativo, con la mirada paseando entre las luces de la ciudad mientras las cosas conectaban dentro de su cabeza. —Carina… ¿es una mala estudiante? —preguntó. —¿Cómo? ¡No! ¡Para nada! —¿Ha cometido alguna falta que la hiciera merecedora de ser expulsada
Sin pensarlo dos veces, Carina tomó otro pedazo y lo probó, ella no pudo disimular la cara de asco y terminó escupiendo el bocado en una servilleta. —…¡Qué horrible! —exclamó con el rostro distorsionado por el asco—. ¿Cómo te lo pudiste tragar? Rainer seguía riendo mientras ella se limpiaba la le
Carina llegó a hurtadillas hasta la cocina y olisqueó el ambiente, el rastro de mantequilla y manzanas la llamaban. Se sirvió un pedazo de tarta y cuando creyó salirse con la suya un par de manos se deslizaron por su cintura, encima de la sábana que cubría su cuerpo. Se puso rígida con el tacto y