—…Mi pequeña, todo estará bien —agregó con ternura antes de tomar la mano de Lorena y entregársela a Otto—. Te estás llevando un pequeño pedazo de mi corazón. —Lo sé, señor… —dijo Otto con una sonrisa tierna—. La cuidaré. —Más te vale si no quieres tener problemas conmigo y con la familia Gibrand
Lorena se quedó con el teléfono en el oído después de que la llamada terminara. Ese fue justo el momento en el que se dio cuenta que nadie la veía, un espacio en el tiempo en el que era invisible y tenía dos opciones, volver a ser el centro de atención o desaparecer. Levantó sutilmente la falda de
El hombre que encabezaba al grupo vio con desconfianza a Johan, aun así, se acercó con los puños en alto queriendo golpearlo, pero fallando, mientras que Johan descargó su furia contra él. Cuando los otros dos hombres quisieron defender a su amigo, Lorena no dudó en acercarse a detenerlos. Aunque
En la puerta de la habitación, Lorena posó su mano en su vientre y vio por última vez a Johan dormido, con la apariencia de un ángel caído con las alas consumidas por el fuego del infierno que le tocó vivir. Recorrió los pasillos buscando la salida y cuando estaba a punto de abandonar la finca, un
Natalie se quedó en silencio mientras Lorena tomaba el vestido de novia y comenzaba a ponérselo. Terminaría la noche manteniendo la imagen de la novia más feliz del mundo, después de todo, ese era el primer día del resto de su matrimonio soñado, el que cualquier mujer estaría dispuesta a tener, con
Al despertar y no encontrar a Lorena a su lado, el corazón de Johan se había roto por la mitad. Estaba seguro de que no había sido un sueño, el sabor de su piel aún vibraba en su paladar. Las cosas no mejoraron cuando el pequeño Peter salió sollozando de su cuarto, preguntando por su Nena, alegando
Por un fragmento de segundo Otto pudo ver en el reflejo de los ojos de Román adoración y amor. El gran señor Gibrand amaba con devoción a su esposa y entonces lo entendió. Aunque nadie se lo había dicho, comprendía que era algo que Román hizo indudablemente. Todo lo que tenía, cada bien y cuenta ban
—Creo que tienes razón… —respondió Lorena tomando por la corbata a Otto—. Creo que… dejaré de tomar los anticonceptivos y… podemos intentarlo. La sonrisa de Otto se volvió enorme, abrazó a Lorena por la cintura y la levantó mientras la llenaba de besos. Se sentía cada vez más cerca de apoderarse d