Dentro de la tina, Emma se esmeró en bañarlo con cariño, recorriendo sus extremidades con la esponja y masajeándolas ante la mirada confundida de Will. No comprendía por qué de pronto Emma era más cariñosa y atenta. —Bueno… lo demás te lo lavas tú —dijo Emma tan roja que causaba risa. —Tienes qu
La propuesta de Will la hizo sonreír. —No puedes desaparecerme, porque serían muchos problemas legales, además tu padre sabría que fuiste tú, así que espero que tu oferta tenga muchos ceros, porque de lo contrario le diré todo al señor Edward… —Gina, a veces no sé si decir que eres inteligente o s
No pasaron muchos días para que el señor Harper fuera de visita a la residencia Gibrand, con la plena intención de ver a su nuera. —Considero que, al salir mi hijo de la ciudad, lo mejor sería que mi nuera se fuera a vivir a la residencia Harper, conmigo… —dijo Harper al entrar a la habitación de
Para suerte de Emma, Emily compartía el mismo horario de clases, así que se sentó a su lado en cada una de ellas. Al principio fue incómodo, pues Emma no era afecta a ser tan sociable, pero después se sorprendió al notar que Emily era una chica excepcionalmente inteligente y también agradable. En ca
—Es obvio que él esté aquí, es el dueño de la empresa mercantil Bafel. Aunque no ha estado muy bien últimamente, creo que esta es una gran oportunidad para conseguir accionistas —dijo Álvaro torciendo los ojos. —Eso no cambia que su presencia sea una tortura —dijo Lorena abrazando a Emma de manera
—Señores y encantadora señorita Gibrand —anunció Ávila con una sonrisa enorme enmarcada con su mostacho blanquecino—. Hoy nos acompañará el dueño del casino en un par de partidas, así que no se pongan nerviosos… Todos comenzaron a reír de manera sutil mientras se ponían de pie, escondiendo a Emma e
—No, no debería de hacer esto —dijo Lorena viéndose en el espejo. Emma le había prestado uno de sus vestidos. Quien no la conociera, diría que es una dama de la aristocracia o una modelo. Pese a su reducida estatura, Lorena tenía una proporción adecuada de curvas delicadas y agradables a la vista.
—¿Ajá? —Tiene que acompañarnos —agregó mientras su compañero se acercaba para ayudarla con la silla. —¿A dónde? ¿Por qué? ¿Qué hice? —Por favor, no haga un escándalo, no querrá que la gente se entere de que la señora Gibrand hace trampa en las cartas —susurró el primer guardia y le guiñó un ojo