—Lo adquirió por 4,4 millones de euros, señora —contestó Álvaro desde el asiento del conductor. —¡¿Estás diciendo que Frida tiene 4,4 millones de euros en un solo dedo?! —exclamó Hugo al lado de Álvaro. —Una fracción… El diamante era muy grande y se mandó a cortar. Tal vez un millón solamente… —re
El suplicio parecía eterno hasta que el llanto del recién nacido iluminó el rostro de ambos padres. El dolor había desaparecido y se borró de la memoria de Frida en cuanto tuvo a su bebé entre los brazos. Una pequeña criatura que lloraba desconsolada, ablandando su corazón y provocándole lágrimas de
—¿Crees que me hubieran dejado pasar? Y, en caso de que fuera así, ¿crees que no hubiera acabado a golpes con Román? —Eres un infeliz, cobarde… ¿Crees que no sabemos de tus intenciones para derrocar a Román? ¿Por qué no lo has hecho? ¿Por qué te detienes de pronto? Marco pensó en Frida. En el fo
Frida anduvo por los fríos y grises pasillo de la prisión donde tenían detenido a Román. Álvaro y Jimena estaban trabajando a marcha forzada para poder resolver el caso, con el apoyo de Benjamín parecía que las cosas se resolverían pronto, pero eso no evitaba que no estuviera preocupada por su espos
—¡Marco! —exclamó Frida apretando los dientes y viéndolo con intenso odio—. ¡Fuiste tú y ni siquiera tuviste el maldito valor de ir al juicio! Los guardias la tomaron de los brazos e intentaron sacarla del despacho, pero Marco, con un solo movimiento de mano, los detuvo.—No quieras culparme de lo
—Ha estado muy estresado por lo ocurrido con Román… —dijo Matilda con los ojos llorosos al lado de la cama de Benjamín. El hombre había sufrido de un infarto que casi lo mató, su presión estaba por los cielos y lo mejor que pudieron hacer de momento fue someterlo a un coma inducido, pues de no cont
—«Mi palabra». ¿En qué año crees que estamos? —preguntó Martina divertida mientras se cruzaba de brazos. Aunque el rostro le dolía, se sentía plena y orgullosa de lo que estaba logrando—. Quítate de mi camino, Marco… si no quieres que tu empresa se vuelva también mía. —No me amenaces, Martina. —Ma
Antes de que su puño tocara a Román, este giró y golpeó a Gerard con la charola de metal, tirando la comida. No dio tiempo a que su adversario respondiera y lo golpeó un par de veces más con la charola, hasta que esta se dobló. Después tomó a Gerard por el cuello y lo puso contra la mesa. —Eres un