—¡Gracias, capataz! —exclamó Marianne y comenzó a rebuscar, concentrándose en las fotos hasta que encontró la indicada, su estómago se llenó de mariposas, pero su gesto se volvió serio—. No hay duda, te das cuenta de que a un hombre nunca le importaste cuando te cambia tan rápido. Dejó el periódico
—No debería de importarme… Estamos separados —dijo Frida queriendo ocultar su dolor, siguiendo con la mentira que ella misma había plantado. —En eso tienes razón, porque si pones atención en la relación que tiene con Olivia, entonces también tendrías que echar un vistazo a su pasado con la director
La depresión de Frida era tan profunda, que, aunque quería actuar como si nada pasara, sus ojos opacos y su sonrisa caída, preocupaban a Marianne. Como la buena amiga que quería ser, se dedicó el resto de la tarde a consolar a Frida, vieron películas en su habitación y le compró toda clase de dulces
—Bien, me retiro, pero… si me permite darle un consejo —intervino Jimena preocupada por el estado tan depresivo en el que Frida estaba resolviendo su futuro—. Debería de pensar muy bien lo que hará. Creo que… no vale la pena tomar decisiones apresuradas. —Abogada Rangel, el señor Gibrand será un op
—Cada propiedad de los Raig ya está a su nombre señor y la empresa ya forma parte del corporativo… —dijo Álvaro agachando la mirada. El semblante de Román le advertía que debía ser cuidadoso. —El proceso de divorcio casi finaliza —agregó Jimena en un suspiro. —¿Cómo está Frida? —Deprimida, pare
Solo bastaron un par de minutos para que el dueño se asomara y corriera a todos los comensales con premura. Mientras Román avanzaba hacia Frida, cada persona ahí salía apresurada. —¿Qué está pasando? —preguntó Jimena en cuanto Román se sentó frente a Frida. —Quería privacidad —respondió Román mi
—No me jacto de ser el mejor hombre para ti, de hecho, apuesto a que podrías encontrar a alguien mejor, pero de algo debes de estar segura… Estoy arrepentido de todo el daño que te hice en el pasado, todo lo malo que has recordado o llegues a recordar, juro que haría lo que fuera para que jamás hubi
—Lo adquirió por 4,4 millones de euros, señora —contestó Álvaro desde el asiento del conductor. —¡¿Estás diciendo que Frida tiene 4,4 millones de euros en un solo dedo?! —exclamó Hugo al lado de Álvaro. —Una fracción… El diamante era muy grande y se mandó a cortar. Tal vez un millón solamente… —re