—Mi hermosa Frida… —dijo en un susurro Román, haciendo que esos ojos azules se abrieran aún más. Acarició con su pulgar los suaves labios, luchando contra la necesidad de besarla. Frida atrapó la mano de Román contra su boca, besando sus dedos y cerrando los ojos. La piel de Román era más gruesa y
—Nunca —respondió acercándose a los labios de Román, besándolos como si fuera el manjar más dulce y el más adictivo que alguna vez había probado. Había pasado una semana desde que habían llegado a la casa de campo y ya se habían acostumbrado al ritmo de vida y a la gente que servía. Matilda, la
Gerard se sentía victorioso al notar que su contrincante no era capaz de regresar ningún golpe. La pelea estaba resultando demasiado fácil, tanto que era sospechoso, pero no tenía tiempo para analizarlo, su rabia lo cegaba. El señor Raig veía la lucha con orgullo y una sonrisa amplia, cuando se di
Por primera vez en mucho tiempo, Román no solo se sentía enamorado sino también apoyado e incluso seguro. La pesada carga de cuidar una familia parecía dividirse y volverse más liviana si Frida tomaba su mano. —Ya revisé todo —dijo Álvaro no muy convencido, al entrar al comedor—. Podría conseguir
—Tu padre dejó todo a nombre de tu hermano, para su completa disposición en caso de que él muriera o pasara por un proceso de enfermedad o legal que no estuviera vinculado al negocio familiar. ¿Sabes qué hizo tu hermano al casarse conmigo?…Los ojos de Marianne se abrieron con sorpresa y el color ab
—Lo lograste… —dijo Benjamín con seriedad mientras veía como Román abrazaba a Álvaro por su buen trabajo—, pero no has acabado. Espero que todo esto haya valido la pena. Frida se quedó en silencio, pues los susurros de Benjamín eran solo para ella y en caso de contestar, llamaría la atención de Mar
La traición punzaba en su corazón y le hería. Marianne había creído en los planes prometedores de Frida, en ese futuro donde ambas prevalecían como amigas y hacían a un lado a todos los hombres que las habían lastimado. ¿No era Román uno de ellos? La había perseguido y humillado por tanto tiempo, qu
—¿En esa casa? ¿Se refiere a Román Gibrand? —preguntó Marianne fingiendo sorpresa. —¿Lo conoce? —Sí, he oído de él, pero no he tenido la suerte de conocerlo en persona —dijo ahogando su desprecio—. Ha pasado por momentos muy tristes últimamente… —¿En serio? —Sí, tuvo conflictos con otra compañí