—Eso es mío —dijo con tristeza y extendió su mano esperando que Marianne dejara el anillo. Marianne asintió y después de soltar la joya, salió apurada de la habitación, queriendo encontrar consuelo en los brazos de su hermano. Cuando por fin se sintieron solos, Frida suspiró con pesadez y corrió
Con dificultad, ayudó a Román a ponerse de pie, pero no pudo liberar su mano de su agarre, por el contrario, este la jaló hacia él, estrechándola con fuerza, inhalando su dulce aroma, disfrutando de tenerla de nuevo entre sus brazos. —Román… —Frida tenía las mejillas enrojecidas y la respiración ir
—¿Sabes algo del accidente? —preguntó angustiada. —El reporte del seguro dice que la manguera que lleva el líquido de frenos estaba trozada. No parecía alguna picadura o efecto del deterioro… Alguien la cortó. Frida mantuvo silencio y su corazón se heló. —Quien lo hizo… quería ver muerto a Román
Los días pasaron, volviéndose semanas y transformándose en meses. Frida se había vuelto voluntaria en el hospital y asistía al pabellón infantil de oncología mientras que Román se había vuelto un hombre benevolente, aunque la seriedad aún adornaba su rostro cuando no estaba su esposa cerca, era más
—No sé por qué te sigues cubriendo, conozco cada centímetro de tu cuerpo a la perfección —dijo contra su boca, mientras Frida se escondía detrás de sus manos. —Se llama vergüenza y es algo que claramente no tienes —dijo Frida con una sonrisa y recogió su lencería—. Solo espero que nadie más se haya
—¡¿Qué fue lo que ocurrió?! —exclamó Román al llegar al hospital y ser atendido por el doctor Bennet. —Hubo un accidente con otro auto… —¿Dónde está Frida? —Ella está en cuidados intensivos, el golpe fue… —¡Quiero verla! —gritó Román furioso. —Señor Gibrand, en este momento no puede pasar. Los
Celia se levantó sorprendida de escucharlo. Se acomodó el traje sastre y salió de la habitación con la frente en alto, pero el corazón roto. Incluso Frida estando así, tenía más poder sobre Román de lo que se imaginaba. —No, señor Gibrand… Nada de eso puede pasar. Los estudios dicen que los hues
De pronto los ojos de Frida se abrieron con sorpresa. En sus oídos las palabras de amor que había dicho Román generaban eco hasta taladrar en su cerebro. Gerard, sorprendido, retrocedió, como si viera a un muerto salir de su tumba. —¿Frida? —preguntó Marianne y una sonrisa se plasmó en su rostro—