A Frida se le llenaron los ojos de lágrimas y se abrazó a Gerard, quien la recibió con gusto y acarició su cabello mientras sollozaba contra su pecho. Besó su frente y sonrió mientras Marianne lo veía desde el asiento delantero con angustia. Cada mentira era una deuda con la vida y tarde o temprano
—Frida… mientras estabas en coma, tu padre te casó con un hombre malo y cruel, Román Gibrand, pero las cosas salieron mal. La petrolera Tizo ya es parte del corporativo Gibrand y… ahora que Tiziano ha muerto, quiere apoderarse de tu herencia… —decía Gerard improvisando una historia, memorizándola pa
—¿Qué hubieras hecho tú, Frida? —se preguntó y una lágrima cayó por su mejilla—. Me hubieras ayudado pese a todo. Se limpió el rostro y siguió comprando ropa para su amiga por mandato de su padre, pues quería que la nueva señora Raig se viera a la altura de las damas más elegantes de Francia. Ll
—No tengo mucho tiempo para explicar lo que ocurre, pero tienes que venir conmigo… —dijo Sarah ofreciéndole la mano. —¿Perdón? ¿Por qué? ¿A dónde? ¿Quién eres? —preguntó Frida levantándose del asiento y viéndola con desconfianza. —Este no es tu hogar, tienes que venir conmigo, por favor… prometo q
—¿Qué le hiciste a esa mujer? —preguntó Frida con los ojos llorosos, pero Gerard la ignoró y la tomó con fuerza de la muñeca—. ¡¿Qué le hiciste?! Comenzó a revolverse, intentando zafarse del agarre de Gerard, manoteaba y golpeaba su pecho con la mano libre, pero parecía que ninguna blasfemia era c
—Quiero hacer las cosas bien —dijo Gerard sacando una pequeña caja de terciopelo del bolsillo y abriéndola ante los ojos de Frida—. ¿Te casarías conmigo? —¡¿Qué?! —exclamó asustada. —Frida, te amo y deseo protegerte. Si te casas conmigo será más difícil que el monstruo de Román te aleje de mí. A
—¿Podemos ir? —preguntó con docilidad y una mirada suplicante. —No lo sé, ese carnaval se vuelve una cuna de indigentes y gitanos… —Pero… solo a la presentación de ballet… —A ti no te gusta el ballet, Frida —dijo Gerard con desconfianza y le arrebató el volante. —No me gusta bailarlo, pero si
—¡Mamá! —exclamó Frida eufórica, con los ojos llenos de lágrimas. Por fin algo de esperanza. —¿Frida? ¿Qué haces aquí? ¡Suéltenla! —exclamó Bianca llenando de manazos a los de seguridad—. Es mi hija, no la toquen. —¡Mamá! —Frida la abrazó con desesperación y comenzó a llorar. —Ya mi pequeña… To