—No sé por qué te sigues cubriendo, conozco cada centímetro de tu cuerpo a la perfección —dijo contra su boca, mientras Frida se escondía detrás de sus manos. —Se llama vergüenza y es algo que claramente no tienes —dijo Frida con una sonrisa y recogió su lencería—. Solo espero que nadie más se haya
—¡¿Qué fue lo que ocurrió?! —exclamó Román al llegar al hospital y ser atendido por el doctor Bennet. —Hubo un accidente con otro auto… —¿Dónde está Frida? —Ella está en cuidados intensivos, el golpe fue… —¡Quiero verla! —gritó Román furioso. —Señor Gibrand, en este momento no puede pasar. Los
Celia se levantó sorprendida de escucharlo. Se acomodó el traje sastre y salió de la habitación con la frente en alto, pero el corazón roto. Incluso Frida estando así, tenía más poder sobre Román de lo que se imaginaba. —No, señor Gibrand… Nada de eso puede pasar. Los estudios dicen que los hues
De pronto los ojos de Frida se abrieron con sorpresa. En sus oídos las palabras de amor que había dicho Román generaban eco hasta taladrar en su cerebro. Gerard, sorprendido, retrocedió, como si viera a un muerto salir de su tumba. —¿Frida? —preguntó Marianne y una sonrisa se plasmó en su rostro—
A Frida se le llenaron los ojos de lágrimas y se abrazó a Gerard, quien la recibió con gusto y acarició su cabello mientras sollozaba contra su pecho. Besó su frente y sonrió mientras Marianne lo veía desde el asiento delantero con angustia. Cada mentira era una deuda con la vida y tarde o temprano
—Frida… mientras estabas en coma, tu padre te casó con un hombre malo y cruel, Román Gibrand, pero las cosas salieron mal. La petrolera Tizo ya es parte del corporativo Gibrand y… ahora que Tiziano ha muerto, quiere apoderarse de tu herencia… —decía Gerard improvisando una historia, memorizándola pa
—¿Qué hubieras hecho tú, Frida? —se preguntó y una lágrima cayó por su mejilla—. Me hubieras ayudado pese a todo. Se limpió el rostro y siguió comprando ropa para su amiga por mandato de su padre, pues quería que la nueva señora Raig se viera a la altura de las damas más elegantes de Francia. Ll
—No tengo mucho tiempo para explicar lo que ocurre, pero tienes que venir conmigo… —dijo Sarah ofreciéndole la mano. —¿Perdón? ¿Por qué? ¿A dónde? ¿Quién eres? —preguntó Frida levantándose del asiento y viéndola con desconfianza. —Este no es tu hogar, tienes que venir conmigo, por favor… prometo q