Marianne vio el anillo que aún estaba engarzado a la cadena y lo comprendió. —Es el anillo de Frida —su voz se quebró. —Se lo di cuando le confesé mi amor, cuando nuestras vidas parecían brillar y nuestro futuro era prometedor… —Tomó la mano de Marianne y vio el anillo en su dedo con desagrado, co
—¿Qué hay de mis hijas? ¿Qué hay de mi hermano? —Dame tiempo y lograré que ellos vayan a donde tú estés… —Marco se acercó un par de pasos, viéndola con piedad. —No eres la persona más confiable que conozco… ¿Qué es lo que quieres a cambio? —preguntó Frida con el ceño fruncido. —Nada… Absolutamen
—Ya dije que Marianne se está encargando de todo. Además, ella es su novia, es su responsabilidad, no la tuya… —dijo Gerard entre dientes. —Suelta el brazo de mi hermana si no quieres que te rompa la cara —dijo Hugo remangándose la camisa. —Entonces hazte cargo de tu hermana y no vengan a molestar
—Eso es mío —dijo con tristeza y extendió su mano esperando que Marianne dejara el anillo. Marianne asintió y después de soltar la joya, salió apurada de la habitación, queriendo encontrar consuelo en los brazos de su hermano. Cuando por fin se sintieron solos, Frida suspiró con pesadez y corrió
Con dificultad, ayudó a Román a ponerse de pie, pero no pudo liberar su mano de su agarre, por el contrario, este la jaló hacia él, estrechándola con fuerza, inhalando su dulce aroma, disfrutando de tenerla de nuevo entre sus brazos. —Román… —Frida tenía las mejillas enrojecidas y la respiración ir
—¿Sabes algo del accidente? —preguntó angustiada. —El reporte del seguro dice que la manguera que lleva el líquido de frenos estaba trozada. No parecía alguna picadura o efecto del deterioro… Alguien la cortó. Frida mantuvo silencio y su corazón se heló. —Quien lo hizo… quería ver muerto a Román
Los días pasaron, volviéndose semanas y transformándose en meses. Frida se había vuelto voluntaria en el hospital y asistía al pabellón infantil de oncología mientras que Román se había vuelto un hombre benevolente, aunque la seriedad aún adornaba su rostro cuando no estaba su esposa cerca, era más
—No sé por qué te sigues cubriendo, conozco cada centímetro de tu cuerpo a la perfección —dijo contra su boca, mientras Frida se escondía detrás de sus manos. —Se llama vergüenza y es algo que claramente no tienes —dijo Frida con una sonrisa y recogió su lencería—. Solo espero que nadie más se haya