—Entiendo que tu transición a la adolescencia te haga insoportable, pero debes de aprender a controlarte —dijo Román furioso—. Ella no te abandonó… —¡¿No me abandonó?! ¡¿La defiendes después de lo que nos hizo?! —¿Qué quieres? ¿Qué me quede con Marianne? ¿Quieres que ella sea tu madre? Parece que
—¿Señorita Gibrand? —preguntó sin ánimos de luchar por ver un poco de piedad en la mirada de la niña—. ¿Qué hace aquí? La van a extrañar en la fiesta… —¡No me llames así! —exclamó Emma furiosa, con las manos vueltas puño—. Soy tu hija… No me hables así… Me duele… Se acercó vacilante y se abrazó a
Durante el desayuno la tensión era palpable. Mientras Emma fingía muy bien sentir solo agrado por Frida, Cari no paraba de dedicarle miradas de complicidad a Román, que estaba sentado frente a ella, sonriéndole como si compartieran un secreto divertido que nadie más sabía. Román no era ajeno a la eu
—Marianne… —¿Por qué no me lo dijiste? ¿Qué pensaste que iba a pasar? —Te vi tan enamorada que no sabía cómo decirlo, tenía miedo de romperte el corazón —agregó Frida agachando la mirada. —Hubiera sido benevolente que me lo dijeras cuando apenas conocía a Román y no averiguarlo por mi cuenta cua
Marianne vio el anillo que aún estaba engarzado a la cadena y lo comprendió. —Es el anillo de Frida —su voz se quebró. —Se lo di cuando le confesé mi amor, cuando nuestras vidas parecían brillar y nuestro futuro era prometedor… —Tomó la mano de Marianne y vio el anillo en su dedo con desagrado, co
—¿Qué hay de mis hijas? ¿Qué hay de mi hermano? —Dame tiempo y lograré que ellos vayan a donde tú estés… —Marco se acercó un par de pasos, viéndola con piedad. —No eres la persona más confiable que conozco… ¿Qué es lo que quieres a cambio? —preguntó Frida con el ceño fruncido. —Nada… Absolutamen
—Ya dije que Marianne se está encargando de todo. Además, ella es su novia, es su responsabilidad, no la tuya… —dijo Gerard entre dientes. —Suelta el brazo de mi hermana si no quieres que te rompa la cara —dijo Hugo remangándose la camisa. —Entonces hazte cargo de tu hermana y no vengan a molestar
—Eso es mío —dijo con tristeza y extendió su mano esperando que Marianne dejara el anillo. Marianne asintió y después de soltar la joya, salió apurada de la habitación, queriendo encontrar consuelo en los brazos de su hermano. Cuando por fin se sintieron solos, Frida suspiró con pesadez y corrió